El Apocalipsis que Nunca Llega: ¿Por Qué Nos Fascina el Fin del Mundo?
"Todos, en lo más profundo de su corazón, esperan que el fin del mundo llegue alguna vez", decía Haruki Murakami, y tal vez, el legendario escritor japonés tenga razón. Morrissey, el legendario vocalista de The Smiths, suplicaba en su canción Everyday is Like Sunday: "Come, come, nuclear bomb". La fascinación por el final parece haber tejido nuestra historia, un deseo permanente de presenciar el gran colapso. En lo personal, siento que el mundo termina y renace cada noche; a las once, se apaga, y a las cuatro y media de la mañana, revive. Un ciclo eterno, como el de un orgasmo: se alcanza el clímax y, un momento después, se empieza de nuevo.
De niño, mi madre solía contarme historias de su abuela sobre el fin del mundo. Decía que desde principios del 1900 ya se escuchaban rumores sobre el apocalipsis. En mi juventud, recuerdo la Guerra Fría y esa tensa idea de que todo acabaría con un intercambio de misiles nucleares entre las grandes potencias. Decían que Monterrey, por tener una de las acereras más importantes de Latinoamérica, estaba en la mira de un misil. La acerera quebró años después, y en su lugar hoy hay un bonito parque donde a veces paseo con mi familia en bicicleta. Irónico, ¿no?
Hace 35 años, el politólogo Francis Fukuyama se aventuró a predecir “el fin de la historia” tras la antes impensable caída del comunismo. Quizá la emoción de aquel evento, que antes parecía imposible, lo llevó a creer que el tiempo mismo se había rendido. Pero la historia no terminó; tal como Karl Marx lo señaló, solo comenzó a repetirse, primero como tragedia, luego como comedia. Fukuyama ignoraba que la KGB ya había asegurado su regreso bajo una forma más pragmática, sin ataduras ideológicas. La audacia de Fukuyama lo llevó a la gloria y luego a la dura crítica, pocos han arriesgado tanto como él, "skin in the game", diría Nassim Nicholas.
Hoy, cada vez que estalla un conflicto en Oriente Medio, el Mar del Sur de China o Europa del Este, surgen "profetas" que anuncian ansiosamente el fin del mundo. Nos encanta ese drama, nadie se quiere perder la oportunidad de ser anunciantes del apocalipsis. Hasta para eso el "FOMO" nos termina ganando. Pero como decía mi madre, el mundo no se acabará antes de que el tiempo nos olvide. Primero será nuestra existencia la que termine, mucho antes de que el mundo deje de girar.
Hace apenas unos años, se comenzó a hablar del inicio de una "Tercera Guerra Mundial". Esta "guerra" ha sido bastante silenciosa. Algunos dicen que es una guerra comercial entre Estados Unidos y China; otros señalan una guerra cibernética, con hackers de Rusia, Irán y Corea del Norte. ¿Será que ya comenzó? Yo creo que no. Más bien, las dinámicas han cambiado. Estados Unidos y China, tras años de globalización, se distanciaron durante la pandemia, pero ambos saben que una separación total sería una catástrofe que evitarán a toda costa. Aun así, hay tensiones constantes: un conflicto en Ucrania, otro en Taiwán, otro en Israel.
Y luego está la famosa inteligencia artificial. Algunos aseguran que nos destruirá. Grimes y Elon Musk, por ejemplo, encontraron afinidad hablando de sus peligros. Musk nos advierte que seamos cautelosos, pero a la vez utiliza su red social X para entrenar su IA, Grok. Probablemente, la primera vez que alguien usó una roca como arma, se pensó que esa herramienta destruiría a la humanidad. Hoy, la IA es nuestra creación, y aún está en una etapa en la que podemos moldearla para construir un futuro mejor. La IA, como todas las herramientas, depende de nosotros. Y les puedo asegurar que aún no escribe cosas tan entretenidas o alucinantes como esta.
Así que, ¿acaso el mundo acabará pronto? No lo creo. La historia, esta repetición eterna, parece no tener fin a la vista. Estamos atrapados en un ciclo que se repite, una y otra vez, y tal vez ese mismo ciclo sea nuestro verdadero fin.
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