Una Noche con el Azar: Lo que Aprendí de Sapolsky, Eno y Bottura en un Bar
Una noche lluviosa, entré en un bar casi vacío, buscando algo más que un trago: un respiro, un poco de calma. La lluvia golpeaba las ventanas, y el murmullo bajo de la música envolvía el ambiente. Apenas me había sentado cuando noté una figura familiar en una esquina, hablando con dos personas más. Me acerqué, casi sin pensarlo, y allí estaban: Robert Sapolsky, Brian Eno y Massimo Bottura. Los tres juntos, como si el azar hubiera conspirado en mi favor.
Me miraron con curiosidad, y Eno, con esa serenidad que parecía envolverlo, me hizo una señal para unirme. "El azar es un buen comienzo para cualquier conversación", dijo con una sonrisa enigmática. Sin pensarlo mucho, me senté, incapaz de procesar la improbabilidad de ese encuentro.
Sapolsky, siempre en tono pausado y casi paternal, empezó a hablar de sus estudios. "¿Sabías que el cerebro humano está programado para detestar lo inesperado? Cuando nos enfrentamos a situaciones impredecibles, el estrés se dispara de forma brutal. Estudiando primates, me di cuenta de que el estrés de no saber lo que va a pasar es mucho más devastador que cualquier otra forma de presión. Nos consume." Hizo una pausa, y sus palabras se quedaron colgando en el aire. "Y, sin embargo", continuó, "es en la incertidumbre donde encontramos la oportunidad de adaptarnos".
"¿Adaptarse?", intervino Bottura, con un brillo en los ojos. "La cocina me ha enseñado que la perfección es aburrida. Mis mejores platos nacen de accidentes, como el famoso 'Oops! I Dropped the Lemon Tart'. Fue un error que transformé en algo hermoso. En Italia decimos que la belleza está en la imperfección, en aceptar lo que no planeamos". Nos miró con intensidad. "Eso es lo que le da alma a cada plato; permitir que lo inesperado entre en la cocina y hacerlo tu aliado".
Eno escuchaba, entretenido, y luego añadió: "En la música sucede algo similar. A veces, cuando intentas controlar cada nota, cada sonido, el resultado es rígido y frío. Fue por eso que creé las 'Oblique Strategies'". Sacó una pequeña baraja de cartas de su bolsillo y nos mostró una de ellas. "Cada carta tiene una sugerencia al azar. 'Cambia la velocidad', 'Invierte la melodía'… El azar es una herramienta, un maestro que te guía hacia territorios que no puedes prever. Sin él, ¿cómo podría la creatividad mantener su esencia?"
La conversación fue fluyendo entre ellos como si estuvieran tejiendo una misma historia, con el azar como hilo conductor. Sapolsky nos recordó que nuestra percepción del libre albedrío es un poco ilusoria, que estamos moldeados por genes y circunstancias que no elegimos. “Pero eso nos permite ser empáticos”, dijo. “Si entendemos que el otro está influido por factores que no puede controlar, podemos verlo desde una perspectiva más amplia”.
Eno asintió, pensando en voz alta: “Así es también en la música. El sonido evoluciona, cambia, y en esos cambios, en esos momentos que no controlamos, descubrimos lo que somos. Cada obra es diferente porque nunca sabemos cómo sonará en el espacio y el tiempo”. Nos contó cómo, en su álbum Music for Airports, dejó que las notas se combinaran de forma aleatoria, creando una atmósfera que nunca se repite igual dos veces.
Y luego Bottura, con esa energía vibrante, habló sobre su amor por los ingredientes imperfectos, aquellos que otros rechazarían. “En mi cocina, un tomate torcido es un regalo. Representa lo inesperado, la naturaleza misma. Hay días en los que no sé con qué me voy a encontrar, pero esa incertidumbre me desafía a crear algo nuevo cada vez.”
Para ellos, la incertidumbre era algo casi sagrado. No era una amenaza, sino un desafío. Sapolsky nos llevó a ver cómo el cerebro, a pesar de su deseo de estabilidad, aprende y se adapta en momentos de caos. Eno nos recordó que el arte puede nutrirse de los errores, que cada disonancia es una puerta abierta a la experimentación. Y Bottura mostró cómo la imperfección puede ser la clave para hacer que algo sea realmente auténtico.
Al final de la noche, sentí que el azar, como un cuarto invitado invisible, había marcado cada palabra, cada pausa, cada historia. Nos despedimos, y Eno me dio una de sus cartas de las "Oblique Strategies". Al leerla, sonreí: "Abraza el error".
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