Tres Veces Muertos: Tres Funerales Grabados en Vivo por The Velvet Underground

 

Los discos en vivo no suelen ser mis favoritos. Sin embargo, estos tres documentos captan momentos únicos más allá del estudio, en sitios históricos e irrepetibles, de una banda cuyas presentaciones fueron pocas pero verdaderamente legendarias.

Live at Max's Kansas City (1970): El colapso en tiempo real

Live at Max's Kansas City no es una grabación en vivo cualquiera. Es un documento que captura, casi accidentalmente, el colapso de una banda en plena entropía. Una grabación auditiva hecha no por un ingeniero de sonido entrenado, sino por una simple grabadora de casete portátil. Más punk no podía ser.

Para 1970, The Velvet Underground ya no era el monolito vanguardista de NYC. La Factory de Warhol, Nico y el ritmo minimalista de Maureen Tucker eran cosa del pasado. La banda se aferraba a la vida con Doug Yule como clon de Lou Reed, y ahora también con Billy Yule, su hermano, en la batería.

Lou Reed cantaba "Sweet Jane", pero mientras entonaba la canción, su mente ya consideraba dejar la banda de inmediato, olvidarse para siempre de la música e irse a trabajar a la empresa de su padre.

Max's Kansas City era el último rincón de la pesadilla warholesca en NYC. Alguna vez el epicentro de la vanguardia neoyorquina, inaugurado en 1965. Uno de los puntos fundamentales del nacimiento del punk rock a mediados de los 70s. Un sitio que fue como la "casa" para bandas como los VU, los New York Dolls y los Ramones. Los Velvet habían tomado residencia en ese lugar por semanas, como la última resistencia ante el fin. Sus presentaciones parecían las escenas más crudas de la película Midnight Cowboy.

Algunos señalarían esta grabación como la esencia pura del rock con actitud. Otros la considerarían un documento innecesario y mal grabado. Aunque el registro se volvería legendario en el esquema DIY y lo fi de años próximos.

Aquí, gracias a la obsesión de Brigid Polk con las grabaciones caseras, nos olvidamos de la fidelidad sonora y entendemos por qué el punk era algo que tenía que ocurrir y nacer precisamente a partir de este momento.

Le Bataclan 72: La sesión espiritista en el exilio parisino

Le Bataclan 72 no es precisamente un concierto de los Velvet Underground. Es más bien una sesión espiritista que buscaba invocar fantasmas del pasado.

Los Velvet Underground habían dejado de existir unos años atrás. En su lugar, solo quedaban tres seres en el exilio, en un París gélido de enero de 1972.

Le Bataclan 72 es un disco acústico. La banda, o su fantasma, se adelantaba una vez más décadas a la industria y producía un álbum acústico de esos que se volverían tan populares en los 90s.

Reed, Cale y Nico en completo exilio. Mientras América había rechazado a los Velvet hasta verlos destruidos, Europa aún los recordaba de forma entrañable.

Reed había fracasado con su primer disco solista. Cale aún estaba redefiniendo su carrera como productor y solista. Nico simplemente vagaba por Europa como un fantasma gótico.

No era que el mundo extrañara a los Velvet. En realidad, era la curiosidad mórbida de los franceses por una vieja leyenda americana. Francia le hacía un favor a los Velvets. La banda se lo regresaría décadas después. Era un pacto.

Ubicado en el Distrito 11 de París, Le Bataclan comenzó como un salón de café concierto, pasó por ser un cine y, finalmente, en los años 70, se consolidó como una de las salas de conciertos más reconocidas, conocida por su acústica y su ambiente íntimo a pesar de su capacidad para 1,500 personas.

Dos guitarras, un piano, la viola de Cale y el armonio fantasmal de Nico era lo único disponible. Paradójicamente, la banda conseguía un sonido bastante decente. Los Velvet inventaban así los Unplugged, alejados de la explotación corporativista de los 90s.

Una prueba del poder de los temas de los Velvets, que podían brillar más allá del ruido furioso. A través del modo acústico, los Velvet transitaban del sombrío folk de Leonard Cohen a las baladas asesinas de Nick Cave.

Le Bataclan 72 permanecería como un documento casi secreto circulando en Europa por décadas, alimentando el mito hasta su publicación oficial en 2004. Algunos lo llamarían el "santo grial" de las grabaciones en vivo de los Velvets.

Gracias a este documento, se dice que Lou, Cale y Nico recuperarían la fe en sus carreras solistas.

Live MCMXCIII (1993): La institucionalización del mito

Si Live at Max's fue el final de la fiesta y Bataclan fue la confesión en el exilio, este álbum es la institucionalización del mito. Es el momento en que The Velvet Underground dejó de ser una banda peligrosa para convertirse en un monumento nacional. El resultado es una tensión eléctrica que puedes cortar con un cuchillo de carnicero.

Live MCMXCIII es un documento fascinante y aterrador. Es el sonido de cuatro personas que inventaron el futuro en 1967 intentando sobrevivir el uno al otro en 1993.

En 1993, el "alternativo" era la moneda de curso legal. Nirvana, Mudhoney y Sonic Youth habían convertido el ruido de la VU en un negocio de millones de dólares. La reunión de la alineación clásica: Reed, Cale, Morrison y Tucker, parecía un acto de justicia poética.

Pero la realidad era más oscura: Lou Reed y John Cale no se hablaban fuera del escenario.

Este disco se grabó en el L'Olympia de París, el mismo suelo sagrado de Edith Piaf, quien salvó el lugar de la quiebra tras una serie de presentaciones históricas. El music hall más antiguo de París aún en funcionamiento (fundado en 1888) y, probablemente, el escenario más prestigioso de Francia. También fue el escenario del debut de The Beatles en Francia en 1964 y de actuaciones históricas de Jimi Hendrix, Aretha Franklin y los Rolling Stones.

La producción, cruda pero masiva, captura ese aire de "todo o nada". Los Velvets pagaban su deuda de 1972 con Francia.

Aquí la producción es impecable, casi quirúrgica. Puedes escuchar cada púa golpeando la cuerda. El impacto cultural fue inmediato: el mundo finalmente escuchó cómo sonaba la VU con tecnología de punta.

Una feroz batalla de egos. Cale intenta empujar hacia la vanguardia con su viola eléctrica, mientras Reed intenta mantener el control con un minimalismo casi autoritario.

La prensa vendió esto como una reconciliación triunfal. La realidad es que la gira colapsó antes de llegar a Estados Unidos porque Reed quería producir el álbum él solo y se negó a que Cale contribuyera con material nuevo para un disco de estudio. Este álbum en vivo es, literalmente, el acta de divorcio definitiva.

Muchos celebraron la fidelidad y la fuerza de la batería de Moe Tucker, quien demuestra ser el verdadero corazón rítmico que mantenía a estos monstruos unidos.

Los sectores más radicales, influenciados por la ética de la No Wave, lo llamaron "un robo a mano armada" y un ejercicio de nostalgia corporativa que traicionaba el espíritu del ruido primigenio.

Sterling Morrison, el guitarrista que siempre fue el pegamento de la banda, murió de linfoma apenas dos años después de estas grabaciones. Este disco es, trágicamente, su última gran declaración antes de que el silencio fuera definitivo.

El éxito fue financiero, el fracaso fue humano. La gira fue un éxito de taquilla en Europa, pero el veneno interno era tan potente que cancelaron la aparición en MTV Unplugged, perdiendo la oportunidad de cementar su legado ante la generación X de forma masiva.

Lo que este álbum reveló es que la VU no era un sonido: era una zona de conflicto brutal. En Live MCMXCIII, el peligro ya no viene solo del volumen o del feedback, sino del silencio gélido entre las notas. Es el sonido de cuatro adultos dándose cuenta de que ya no eran los jóvenes que cambiaron el mundo de la música, pero que aún podían tocar mejor que cualquiera de sus legiones de seguidores.