¿Termina la paciencia?
¿Termina la paciencia?
Por:
Bernardo Bátiz V.
Tomado
de: La Jornada
En Ciudad de México, hace unos meses fuimos testigos y
a veces partícipes de un movimiento de las clases medias urbanas de la
delegación Benito Juárez en oposición de medidas gubernamentales que se
consideraron autoritarias, abusivas, contrarias a garantías individuales en
contra de los vecinos. La decisión que provocó ese rechazo fue la instalación
de aparatos para cobrar el estacionamiento de automóviles en las calles, con lo
que se interrumpió una práctica centenaria, o casi, en varias colonias de esa delegación.
La protesta fue también contra multas excesivas por
faltas de tránsito mínimas no necesariamente peligrosas y, por supuesto, no
voluntarias, sino más bien producto de las necesidades de un tránsito
capitalino intenso en el que la pericia y cortesía de los conductores, sin duda
con excepciones, ha sido la razón principal por la cual millones de automóviles
circulan con la fluidez que es posible y sin excesivo número de percances.
Otro motivo de reclamo airado estuvo dirigido a
acciones de la Secretaría del Medio Ambiente de la capital, con motivo de la
tala indiscriminada de árboles para construir un túnel o paso a desnivel, cuyo
objetivo es que los vehículos crucen más rápidamente varias avenidas,
incluyendo la emblemática avenida Insurgentes; en este caso se llegó al extremo
de que uno de los "protestantes" denunció penalmente a la titular de
la dependencia ante el Ministerio Público.
El fenómeno fue interesante dado que por vez primera
personas de clase media y media alta participaron en acciones públicas,
cerraron parcialmente avenidas y se plantaron frente al edificio en que habita
el jefe de Gobierno. Se logró que en San Pedro de los Pinos no se instalaran
los parquímetros, sí se instalaron en la colonia Nápoles, y otras aledañas, y
la construcción del túnel o deprimido sigue adelante, y los árboles, más de 800
desaparecieron.
Otra expresión de este fenómeno social emergente fue
la organización de vecinos de la delegación Miguel Hidalgo defensores del
Bosque de Chapultepec que se han opuesto mediante acciones judiciales, pero
también con presencia en la calle, a que parte de la tercera sección del bosque
sea concesionada a una empresa privada para instalar una especie de feria con
juegos extremos. Un precedente exitoso de esta lucha fue la de vecinos de las
colonias Roma, Juárez y Condesa que logró frenar un proyecto estrafalario para
convertir la avenida Chapultepec en corredor comercial. No han sido las únicas,
pero sí las más notables rebeldías vecinales; hay otras que salvaron una
glorieta, que exigieron alumbrado o seguridad en barrios y colonias, a veces
escuchados otras ignorados, pero lo importante es que hay incipiente
organización y coraje para reclamar.
El fenómeno no se circunscribe a la capital. En otras
ciudades el descontento y el reclamo están presentes ya en la vida cotidiana.
Un ejemplo claro fue la visible y enérgica presencia de la CNTE en contra de
una decisión burocrática confusa y nunca bien explicada para limitar derechos
de los profesores de enseñanza primaria y media superior.
Hoy llama la atención que la semana que concluyó, en
la capital del estado de Nuevo León unos mil o mil 500 vecinos se manifestaron
ante el Congreso del estado y luego tomaron temporalmente el palacio de
gobierno en forma airada e incontenible para los pocos policías que
resguardaban el lugar. Pidieron la renuncia del gobernador supuestamente
independiente; le reclamaron su falta de congruencia, lo llamaron mentiroso y
“Bronco traidor”.
En este caso, el motivo de la movilización ciudadana
convocada por personas de clase media alta pero en la cual participaron también
grupos de personas de menores recursos y de estratos más pobres, no fue una
obra molesta o arbitraria, sino algo más grave, que afecta directamente a la
economía de la gente. Se trata de los impuestos que El Bronco prometió derogar
y ya se están cobrando o se van a cobrar pronto, y que los diputados no
tuvieron el valor o la fuerza de evitar.
En su campaña había prometido suprimir el pago de
tenencia de automóviles y detener el alza al impuesto predial. No lo hizo, y
sus antiguos partidarios de clase media, verdaderos norteños –éstos sí
broncos–, le reclaman sus falsas promesas y otros ofrecimientos de campaña que
quedaron en el olvido.
Es posible el fin de la paciencia de los ciudadanos.
En enero vienen aumentos a la gasolina que provocarán encarecimiento de muchos
otros productos de primera necesidad. ¿Lo tolerará el pueblo o se multiplicaran
los reclamos?
Lo mejor para el país sería que el descontento
desemboque institucionalmente en los procesos electorales con el rechazo de los
malos gobernantes; para ello, deben ser respetados y creíbles. Más
falsificaciones, más atropellos, más mentiras, más robos, pueden llevar a un
estallido social en el que participen todos los segmentos de la sociedad.
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