El año en que perdimos la vergüenza
El año en que perdimos la vergüenza
Por Ignacio Medina
Tomado de: El País
Se fue el año en que las cocinas latinoamericanas
reivindicaron sus raíces con más fuerza que nunca.
Empieza el tiempo de la
consolidación de la revolución que cambió la forma de afrontar el hecho
culinario. El fin de 2015 y el comienzo de 2016 definen un tiempo decisivo para
las cocinas de la región. Donde antes estaban Perú, México y Brasil como
referencias solitarias, se muestra hoy un movimiento rico y variado que recorre
casi todo el continente. Renuncia a las viejas deudas con la antigua cocina
afrancesada, mientras se hace fuerte en la puesta en valor de los productos más
emblemáticos de su despensa y la recuperación del recetario tradicional. Unas
veces para mostrarlo, otras para ponerlo al día y algunas más para utilizarlo
como punto de partida en el proceso creativo.
2015 fue el año en que las cocinas latinas perdieron
definitivamente la vergüenza, recuperaron el orgullo por sus raíces y pusieron
en valor sus señas de identidad. El proceso —a veces simple y otras traumático—
ha concentrado en la región el interés de buena parte del universo
gastronómico. El año que arranca verá la consagración de México como potencia
culinaria, junto a la revelación de Panamá y Chile como las dos cocinas con
mayor progresión del continente. Ambas crecen a un ritmo impensable hace dos
años, multiplicándose a través de un buen número de propuestas jóvenes
comprometidas con lo local.
También se abre un tiempo para cocinas que nunca contaron.
La aparición de Gustu, el restaurante paceño de la Fundación Melting Pot, ha
dado un vuelco al hasta ahora precario e ignorado panorama gastronómico
boliviano, situando al país en el mapa de las cocinas a considerar. Todavía
tiene un largo camino por delante, pero el despertar de la gastronomía
boliviana fue una de las grandes noticias del año.
Mientras Ecuador sigue inmerso en un letargo apenas roto por
las cocinas callejeras, Venezuela resiste el embate del desabastecimiento y la
inflación, para sobrevivir en pequeños guetos. Los casos de Carlos García en
Alto, Héctor Romero en el ICC y unos pocos más, todavía fieles a su compromiso
con la despensa y las raíces, mantienen abierta la puerta de la esperanza.
Las contradicciones se hacen más patentes que nunca en el
movimiento culinario argentino, lo que nunca es una mala noticia; algo está
pasando, o puede llegar a suceder. Crece el compromiso con la despensa local,
encabezada por el trabajo de El Baqueano, enmarcado por el debate entre los
partidarios del cambio y quienes apuestan por las viejas fidelidades a las
cocinas más clásicas y anticuadas. Mientras, los asadores asisten casi sin
inmutarse al desmoronamiento del mito de la carne argentina, mayoritariamente
recluida hoy en establos y condenada al engorde forzado. Solo Don Julio, el
asador de Pablo Rivero, resiste en el nuevo reino del feedlot. 2016 será
también el año del retorno al país de Mauro Colagreco, cuyo trabajo en Mirazur
(Mentón, Francia) le permite ocupar un lugar destacado en el escalafón europeo.
Lástima que el cocinero argentino más valorado de la historia renuncie a dejar
huella en su tierra y vuelva para hacer hamburguesas.
Frente a la situación de avance general, Perú vive un
proceso chocante. Por un lado sufre los recortes de los programas de apoyo a la
gastronomía por parte de la Administración, y por otro empieza a pagar las
consecuencias de un éxito demasiado rápido. Los cocineros peruanos más
valorados se han lanzado a la tarea de abrir restaurantes en medio mundo —todos
quieren emular a Gastón Acurio, cuyo emporio ronda la cincuentena de
restaurantes— antes de haber consolidado sus propuestas en Lima. La
consecuencia es el estancamiento de un modelo que, en casos como el del propio
Astrid & Gastón, busca oxígeno dando un paso atrás. Los malos resultados
del restaurante emblema del grupo han desembocado en la salida de Diego Muñoz y
la vuelta de Acurio a la dirección del negocio. La renovación se concretará a
lo largo del mes de febrero, aunque el titular de la marca ya ha anunciado una
vuelta a las posiciones que ocupaba hace cuatro años, al mismo tiempo que ha
mostrado públicamente su renuncia a disputar los lugares de honor en las listas
de restaurantes.
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