Administrarse
Administrarse
Por: Gabriel Zaid
Tomado de: Letras Libres
Se han
publicado miles de libros sobre cómo administrarse con eficacia (logrando los
propósitos) y eficiencia (al menor costo posible). Tal abundancia muestra que
el tema tiene demanda, y también que tiene muchos ángulos.
Son
infinitas las situaciones particulares. No es fácil sistematizar. Cada persona
es un mundo de ambiciones, limitaciones, deberes, circunstancias. Cuando se
estudian las operaciones industriales para administrarlas mejor, las variables
son muchas, pero no tantas como en la vida personal.
Conviene
distinguir entre rutinas (llegar de la casa al trabajo), proyectos (abrir un
negocio, sacar una maestría) y acciones desconectadas (recuperar una maleta).
Las rutinas
son secuencias repetitivas, y eso abre la oportunidad de mejorarlas. Justifica
observar y analizar. El análisis cuesta (digamos, media hora), pero ahorrar un
minuto en lo que se repite 3,000 veces ahorra una semana. No sólo eso: Ganar un
minuto en el quirófano puede salvar la vida de un paciente. Reducir un minuto
el trámite en una ventanilla puede acortar la cola.
Los
proyectos están en el otro extremo: absorben cientos o miles de horas en
actividades convergentes a un punto final. Tal volumen justifica el análisis.
Ganar tiempo en la actividad que tarda más (la ruta crítica) permite adelantar
la fecha de terminación del proyecto. Estudiar los diversos requisitos puede
ahorrar costos y mejorar la calidad.
El análisis
de acciones y recursos con respecto a un objetivo se practica desde hace
milenios. Es de origen militar. Los comandantes desarrollaron la inteligencia
estratégica, táctica y administrativa para las circunstancias. Las estrategias
aparecieron milenios antes de que fueran tema de estudio universitario. La
palabra griega strategós significaba "comandante". El arte de la
guerra del general chino Sun Tzu (siglo VI a. C.) se estudia hoy como un
clásico de la administración.
Hay mejoras
que se logran combinando (hacer dos cosas en el mismo viaje), cambiando (el
lugar de operación, la fecha, el momento, los utensilios, la división del
trabajo, las personas), simplificando, previendo, preparando. Pero lo más
contundente de todo es eliminar, no mejorar. Hay rutinas y proyectos que
persisten por inercia. Tuvieron sentido, pero ya no lo tienen; a pesar de lo
cual siguen costando tiempo y recursos.
El país está
lleno de trámites y proyectos innecesarios, que no sirven para nada o tienen
una utilidad que no justifica el costo. Especialmente lamentables son los
absurdos de los cuales hay conciencia, pero no manera de evitarlos, por
intereses creados o imposición legal o social. Algunos se imponen por error
bien intencionado o imitación de otros países. Así sucede con el Hoy No
Circula, un despilfarro mayúsculo de capital.
Entre los
miles de libros publicados, hay dos muy breves y recomendables: How to live on
24 hours a day de Arnold Bennett sobre rutinas y How to avoid work de William
J. Reilly sobre proyectos.
El de
Bennett contrasta las 40 horas semanales de trabajo con las restantes 128, que
son el triple, pero se administran con menor cuidado.
El de Reilly
recomienda cuidar las décadas futuras, no sólo el día de hoy. Alguna vez lo
consultó un policía descontento con su trabajo. Después de explorar sus
aficiones, deseos y capacidades, le hizo ver que la mejor combinación con su
empleo no era tirarlo a la basura ni vivir frustrado. Era aprovecharlo como
entrenamiento para llegar a ser un abogado penalista con la ventaja competitiva
de una experiencia policiaca que muy pocos tienen. Tomó cursos nocturnos, a
partir de los cuales lo ascendieron, etcétera. Así un proyecto indeseable o
fallido puede reciclarse como capital en un proyecto de largo plazo más
satisfactorio.
Suele
admirarse a la gente que "sabe lo que quiere". Cuando Carl von
Clausewitz (De la guerra) escribió que "la guerra es la continuación de la
política por otros medios" no estaba diciendo, como algunos creen, que las
decisiones políticas deben imponerse por las buenas o por las armas, sino algo
muy distinto. Si tomas una plaza que no necesitas, tu victoria es absurda. La
guerra no es un fin en sí mismo, es uno de los medios posibles en la
realización de un proyecto político. Si no sabes lo que quieres, has perdido la
guerra, aunque ganes muchas batallas.
Pero ¿qué
querer? La literatura sobre cómo administrarse dice cómo lograr lo que se
quiere, pero no qué querer. Es un tema de otra literatura: la de Buda, Sócrates
y Jesús.
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