Daredevil: El Diablo Rojo Nunca Deja de Luchar



De niño, recuerdo cómo mi madre me llevaba al centro de la ciudad a comprar cómics usados. Entre montones de papeles amarillentos, descubrí a Spider-Man, los Fantastic Four, los Avengers… y también a Daredevil, el personaje que aquí, en una traducción dudosa, conocíamos como "Diabólico". La adaptación correcta debería haber sido "Temerario", pero la palabra "Devil" parecía más directa, más impactante. Este "diablo rojo" no solo tenía un traje deslumbrante, sino una historia que me dejó marcado de por vida.

Daredevil nació en 1964, fruto de las mentes brillantes de Stan Lee y Bill Everett. Recuerdo que siempre pensé que el verdadero "diabólico" era Stan Lee, al crear un superhéroe invidente, un abogado en el que la ceguera no era una debilidad, sino una metáfora de la justicia ciega. ¡El hombre podía "ver en la oscuridad" como un murciélago, algo que ni el mismísimo Batman tenía! Además, su universo, las oscuras calles de Hell's Kitchen, sus enemigos, sus conflictos… todo estaba diseñado para hacernos sentir el caos de un lugar sumido en la violencia y el crimen.

Es imposible no imaginar que este personaje hubiera sido perfecto para los grandes directores de cine como Martin Scorsese o Quentin Tarantino. Matt Murdock, el hombre detrás de Daredevil, es un irlandés católico con una fe que lo consume, atrapado en un torbellino de conflictos internos que han sido la columna vertebral de tantas grandes películas. Scorsese, con su maestría para explorar la moralidad y la ambigüedad, habría visto en Daredevil un personaje rico, complejo, digno de un drama humano que tocara las fibras más profundas. Y Tarantino, por supuesto, habría vibrado con las peleas de boxeadores, las guerras entre pandillas y los maestros ninja.

Pero, entre tantas adaptaciones, dos momentos de la historia de Daredevil siguen destacándose. El primero, cuando Frank Miller, un genio de la narrativa gráfica, se apoderó de los hilos creativos del cómic. Fue bajo su pluma que Daredevil se transformó en un oscuro relato de cine noir, inspirado tanto en el expresionismo alemán como en el suspense visual de Alfred Hitchcock. Y, claro, fue Miller quien nos regaló la magistral Born Again en 1986, una historia tan brutal y humana que, si alguna vez se convierte en película, la dirección debería estar a cargo de alguien como Scorsese o Tarantino.

El segundo gran momento fue la época de D.G. Chichester y Scott McDaniel, quienes, en 1992, trataron de capturar el espíritu de Miller en Fall From Grace. Este cómic me ha obsesionado durante años, sobre todo por la relación con el título de un disco de la banda Morbid Angel, Blessed Are the Sick (1991). No puedo evitar pensar que muchos de los títulos de Daredevil, como Born Again o End of Days, suenan más como un himno de death metal que como títulos de cómics. Imagina, por un momento, una película sobre Daredevil con una banda sonora de este tipo: el contraste entre la luz y la oscuridad, lo sagrado y lo profano, algo que seguramente habría dado una atmósfera única a la película de 2003, protagonizada por Ben Affleck.

Y hablando de Ben Affleck, ¿quién más podría haber tenido tanta suerte en su carrera? Dos Jennifers, dos superhéroes. La película de Daredevil de 2003, aunque se consideró un fracaso, tenía potencial. La versión extendida de la cinta mostraba lo que podría haberse convertido en una historia digna de la riqueza del personaje. Pero fue la serie de Netflix, en 2013, la que realmente logró capturar la esencia de Daredevil. Charlie Cox, con su interpretación de Matt Murdock, dio vida a un héroe que, por fin, logró resonar con los fans. El universo de Hell's Kitchen, más elaborado que nunca, encontró su lugar en la televisión.

Ahora, surge una nueva pregunta: ¿será que la historia de Guardian Devil (1998), escrita por Kevin Smith, alguna vez llegará a la pantalla? Esta es otra de las grandes joyas de Daredevil, una trama que mezcla religión, sacrificio y un toque de lo sobrenatural, donde Daredevil lucha para salvar a un niño que podría ser el anticristo o el mesías. La premisa ya es intrigante de por sí. Y, en un giro inesperado, me pregunto si el escritor contemporáneo como Xavier Velasco se inspiraría en el titulo de la historia para escribir su pripia novela llamada Diablo Guardian.

Sin embargo, no podemos olvidar Last Hand (2004), escrita por Brian Michael Bendis. En esta historia, Daredevil no solo derrota a su archirrival Kingpin, sino que, en un giro de tuerca digno de The Godfather, se convierte en el nuevo rey del crimen organizado. Una trama tan cargada de moralidad, poder y corrupción que, en manos de un director adecuado, podría resultar en una de las películas más impactantes de la historia del cine.

Es curioso pensar que, a pesar de todos estos giros y adaptaciones, Daredevil sigue siendo un personaje que se resiste a ser comprendido en su totalidad. Cada historia, cada versión, cada reinterpretación, nos ofrece una nueva capa de su tormentosa existencia. Porque, al final, Daredevil no es solo un héroe. Es un reflejo de nuestras propias luchas internas, esas que preferiríamos dejar en las sombras, pero que nos definen, nos transforman, y, tal vez, nos salvan.

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