Emilia Pérez: Controversia y Creatividad
En unos días más, México será testigo del estreno de Emilia Pérez, una película que ha dado mucho de qué hablar y que ha creado gran polémica. Dirigida por el francés Jacques Audiard, la cinta ha cosechado un buen número de premios en Europa, incluida una nutrida ovación en el Festival de Cine de Cannes. Ya disponible en Netflix en Estados Unidos, su llegada a México está tomando un camino inusitado, siendo estrenada con semanas de retraso. Pero, ¿por qué todo este revuelo?
La polémica comienza con el hecho de que Emilia Pérez narra una historia supuestamente situada en México, aunque filmada en Francia, ejecutada por un elenco internacional y no por mexicanos. El argumento para esto, fue la falta de talento actoral en México. Actores españoles y estadounidenses, entre ellos la actriz y cantante Selena Gómez, se encargan de interpretar a personajes que hablan español, aunque de una forma muy peculiar, y esto ha provocado incomodidad y duras críticas en algunos sectores de México. Eugenio Derbez, el reconocido actor y comediante por ejemplo, comentó que la misma Selena no habla español correctamente, lo que no pasó desapercibido para los críticos. ¿Es eso una ofensa? No olvidemos que la familia de Selena tiene raíces latinas, aunque ella haya crecido en Estados Unidos y su español dista mucho de ser perfecto. Su papel es el de una mexicana, si, pero una que ha vivido en los EEUU.
El tema más candente, sin embargo, es el tratamiento del narcotráfico. Emilia Pérez aborda este oscuro asunto de manera completamente diferente a lo que muchos esperarían: exponiéndo una alegoria al respecto en tono de melodrama cómico y musical. Una mezcla de géneros alucinante que ha hecho que varios espectadores se cuestionen si es adecuado tratar un tema tan doloroso en México con un enfoque tan peculiar y aparentemente poco apegado a la realidad. ¿Es esta una "narco-ópera"? ¿Se está trivializando el sufrimiento de quienes viven bajo la sombra del crimen organizado en México? Antes que nada, aclaremos que Emilia Pérez en ningún momento podría calificarse como ina película mexicana y que Audiard sólo usa a México, como mera escenografía para contar una compleja historia de una manera muy particular.
Lo interesante aquí es que, aunque se critique la película por su enfoque, Emilia Pérez no es la única producción que ha tocado el tema del narcotráfico. Pensemos en los populares narco-corridos o en las series de Netflix, donde los narcotraficantes son representados de manera mucho más glamorosa y hasta glorificada. ¿Acaso es más aceptable glorificar el crimen que representarlo desde una perspectiva altamente artística, incluso si es incómoda? No despreciemos la oportunidad de un creativo de contarnos una historia diferente, bajo un contexto quizá extraño.
Y aquí es donde entra la verdadera cuestión: el cine, en su forma más pura, es un acto de creatividad y de visión personal, a veces desafiante. Jacques Audiard ha tomado su versión de la realidad mexicana, con todos sus matices, y ha decidido imaginar audazmente una historia donde un narcotraficante mexicano finge su muerte y se convierte en mujer. La inspiración parece venir de mitos como la historia de Amado Carrillo, el famoso "Señor de los Cielos", cuya muerte durante una cirugía plástica, dejó muchas dudas, alimentando todo tipo de teorías. Es una historia que, a pesar de ser un thriller de transformación, mantiene un aire surrealista con toques de Bollywood y números musicales. Algo que para muchos será inesperado y hasta desconcertante.
¿Es tan raro que una película con elementos supuestamente con relación a Mexico tenga música? ¿Acaso no era común en los días de oro del cine nacional que actores como Pedro Infante o Luis Aguilar intercalaran canciones en sus filmes, creando un tono casi onírico en medio de sus historias? Aún recuerdo lo surrealista que me parecía de niño ver a Pedro Infante tocando la guitarra, mientras las trompetas de mariachi sonaban sin músicos cerca, sin ningún sentido lógico en la escena. Sin embargo, ese estilo siempre fue parte de lo que definió una época del cine mexicano.
Quizá por eso nos sorprende tanto hoy que una película extranjera, en lugar de replicar las convenciones que conocemos, se atreva a mezclar géneros y estilos tan diversos. Este es el tipo de cine de autor que muchos consideran "extraño", "bizarro", o incluso "innecesario". Pero al final, es solo la visión de un director. Y aunque no nos guste, ¿no deberíamos respetar esa visión?
Pienso, por ejemplo, en los trabajos de Robert Rodríguez, quien rompió esquemas con El Mariachi, donde Antonio Banderas, un actor con marcado acento español, interpretaba a un mexicano... ¿hablando inglés? O en From Dusk Till Dawn, donde los actores cruzan la frontera entre México y Estados Unidos, llegando a un bar que es un nido de vampiros... y de paso, una pirámide azteca. No se trataba de hacer un retrato exacto de la realidad, sino de contar una historia a través de la mirada única del autor. Déjemos a Mel Gibson o a Robert Eggers esa tarea de hacer cine apegándose obsesivamente con los detalles históricos.
La película de Emilia Pérez no es diferente. Jacques Audiard, al igual que otros cineastas de renombre, está jugando con el cine como un lienzo en blanco. A veces, es necesario tomar riesgos. El arte no debe ser un reflejo exacto de la realidad; más bien, es una forma de darle forma a lo que no podemos ver con los ojos, pero sí sentimos con el corazón.
Y, seamos honestos: ¿cuántos de nosotros hemos disfrutado de películas como Joker 2 o incluso La La Land, que también incorporan lo inesperado de la música en géneros que no acostumbran tenerla? ¿Por qué entonces nos resulta tan chocante ver a Selena Gómez o a la actriz Zoe Saldaña cantando en una película sobre el narcotráfico y desapariciones forzadas?
Una vez más, la clave está en la creatividad, en la libertad de contar historias sin restricciones. Si el cine o la televisión mexicana tiene la libertad de crear narcoseries donde se glorifica a personajes como El Chapo, ¿por qué no dejar a un director extranjero imaginar un mundo donde el narcotráfico se transforme en algo completamente diferente, a través de la música, el drama a y la comedia? Este es un cine que desafía las normas, que no se acomoda a lo que esperamos, pero que tiene la capacidad de abrir nuestra mente.
De hecho, Emilia Pérez me recuerda a las libertades artísticas de algunas películas del recientemente fallecido David Lynch, quien también solía mezclar lo surreal con lo real, lo oscuro con lo absurdo. Así como en Hedwig, un musical en el que se juega con la transición de géneros, el cine tiene el poder de hacernos cuestionar nuestra realidad. La magia de un director está en cómo nos lleva de lo cotidiano a lo inimaginable.Tal vez al legendario Rainer Werner Fassbinder o Lars Von Trier les hubiera gustado hacer una película como Emilia Pérez. Una parte de la cinta definitivamente podría entrar dentro del universo de alguien como el enorme Pedro Almódovar.
Entonces, ¿deberíamos atacar o ignorar una película solo porque no se ajusta a nuestra idea preconcebida de lo que debería ser? O mejor aún, ¿por qué no acercarnos a Emilia Pérez con una mente abierta, lista para ver algo realmente diferente, algo que podría dejarnos reflexionando mucho después de que se apagan las luces del cine? ¿Estamos realmente dispuestos a ser testigos de algo estremecedor y diferente?
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