Yo Vs. El Fútbol


Yo Vs. El Fútbol

Por: El Ghostwriter

Contrario al sentir y pensar de muchos mexicanos, el fútbol no me resulta apasionante, permanecer frente a la televisión mientras 22 figuras se mueven tras de un balón, no es mi forma favorita de pasar 90 minutos, recuerdo la desesperación en la cara de los vendedores nuevos cuando me iba a conocer y recurrían al tema obvio para romper el hielo: "¿A quién le vas, Tigres o Rayados?", (¿Así o más originales?) y yo les respondía: "No me gusta el fútbol", la sonrisa desaparecía de su rostro, desviaban la mirada, se transformaban en otra persona y ya no sabían como continuar la plática, algunas veces por seguir la plática les decía: "Le voy al Zacatepec", y las reacciones eran más variadas, unos se peguntaban qué sería eso, otros no sabían que decir sobre el último juego de ese equipo, otros lo interpretaban como una burla, y se sentían un poco ofendidos.

Mi padre siempre ha sido un gran aficionado al fútbol, yo desde niño detesté el deporte, nunca me llamó la atención, lo que debió ser un duro golpe para el entusiasmo de mi padre, supongo que cambiaba de tema cuando sus amigos le preguntaban sobre mi progreso en el balón pie, yo daba pena, me quedaba parado en la cancha, distraído jugando con la tierra o viendo el cielo y las montañas, mientras los otros niños corrían tras el balón para disputarlo, mi padre fue, según él, un gran futbolista amateur, así que los interrogatorios de sus amigos, respecto al "heredero" de las habilidades deportivas de mi padre, debieron causarle mucha vergüenza, su único hijo varón detestaba el fútbol, era patético en la cancha, y carecía de todo sentido respecto a la dinámica en la cancha, pero el insistía, varios regalos de cumpleaños fueron tachones, uniformes de los Tigres, su equipo favorito, o balones de fútbol, gracias papá por hacer miserables esas fechas, tal vez por eso, hasta el día de hoy, mis cumpleaños son fechas en que prefiero pasar de lo más desapercibido posible.

Varias veces me llevó mi papá al estadio de fútbol, y la verdad aquello para mi era una verdadera tortura, no alcanzaba a entender, porqué teníamos que ir tan temprano, casi dos horas antes de que iniciara el partido, recuerdo el sol, recuerdo las filas enormes para adquirir boletos, la negativa de mi padre de comparme un lonche, por que seguramente quien lo preparó no se había lavado las manos, los incomodísimos asientos de piedra, muchas veces sucios o mojados, y que no te permitían estirar las piernas, el ruido, los gritos de la gente, la lluvia de líquido proveniente de los lugares más altos, que no sabías si era cerveza, agua u orina, probablemente lo último ya que luego de varias horas tomando cerveza, ¿Quién baja tantos escalones, entre tanta gente, para hacer filas enormes en el baño y perderse parte del partido? si, la fila, por si querías ir al baño era enorme, miles de personas, consumiendo litros y litros de cerveza y unos cuantos baños, imagínalo.

Recuerdo algunas veces los saltos de vallas, si, mi papá solía buscar mejores secciones cuando no se llenaba el estadio, y nos movíamos hacia aquellas vallas y me hacía trepar y saltarlas para acceder a una mejor sección y tener una mejor vista de la cancha, alguna vez me hizo saltar desde una valla alta y le pidió a un grupo de desconocidos me pudiera cachar, algunas otras veces llovió copiosamente en pleno juego y nos quedamos ahí, parados, como ganado, mojándonos sin buscar refugio alguno, con la ropa empapada, los zapatos mojados, los asientos húmedos y con la ventisca que empezaba a soplar después de la lluvia, si, una experiencia muy bonita y enriquecedora, ¡Claro que no! era lo peor de lo peor, era un castigo para un niño como yo, era detestar pasar ese tiempo con mi papá, era querer alejarme de él, era querer llorar y tener que aguantarse en medio de tanta gente, ¡Gracias papá!  

¡Ah! Y después salíamos rápidamente, apretujados entre la gente, antes de que terminara el partido, antes de que se congestionaran las salidas y el estacionamiento, y apenas salíamos de las gradas, y perdíamos de vista la cancha y la gente gritaba : ¡Gol! eufórica, si, habíamos pasado todo eso y ni siquiera habíamos estado ahí para ver el gol en el último minuto, llegábamos al auto, y como muchos habían pensado igual que mi papá, las salidas del estacionamiento estaban congestionadas y teníamos que esperar una hora más para salir.

Así, que la próxima vez, que me pregunten, si me gusta el fútbol, ya saben la respuesta.    

       

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