Desconectar: El Último Acto de Rebeldía
El primer auto que tuve lo compré después de un par de años de trabajo. Debe haber sido hace unos veinticinco años o más. Era un Atlantic rojo, precursor de los actuales Jetta—si mal no recuerdo. Lo adquirí por una única razón: ahorrar tiempo y poder visitar más seguido a una novia que vivía en Apodaca. Junté dinero durante meses, incluso años, para comprarlo. No le conté a ella. Y justo cuando había terminado de pagarlo y estaba a punto de recibirlo, me mandó a volar—como decimos coloquialmente. De repente, tenía un carro… pero ya no tenía un destino. Solo me servía para ir al trabajo y volver a casa. Recuerdo que esta chica fue la primera persona que conocí que tenía un teléfono celular. Me llamaba la atención. Eran enormes, nada que ver con los de ahora. Lo curioso es que siempre estaba “disponible”, pero rara vez contestaba. Que si estaba sin señal, que si tenía llamadas perdidas, que si no sé qué. Yo no entendía mucho del tema, pero la escuchaba. Con ese carro, en una época sin te...