El Eternauta Nos Preparó

Muchas veces me he preguntado qué hubiera pasado durante la llamada pandemia si el ser humano no hubiera tenido a su disposición los medios digitales de comunicación que hoy damos por sentado. Hablo del internet, del celular, del WhatsApp, de los chats. Sin ellos, el aislamiento habría sido brutal. Millones habrían quedado completamente incomunicados de sus seres queridos, sin saber nada de sus familias, amigos o incluso de lo que ocurría en el mundo.

Y no solo eso: ¿qué habría sido del trabajo remoto? ¿Del acceso a la información? ¿De la posibilidad de mantener una mínima sensación de conexión? Sin duda, el impacto económico y psicológico habría sido devastador. Afortunadamente, las plataformas digitales ayudaron a mantenernos cuerdos, conectados, informados. Nos recordaron que, a pesar de todo, seguíamos siendo humanos.

En este contexto, no puedo evitar pensar en el concepto de sincronicidad de Carl Jung: esa idea de que ciertos eventos no ocurren por simple coincidencia, sino porque están destinados a suceder de determinada manera. Y es ahí donde aparece El Eternauta, esa obra maestra creada en 1957 por Héctor Germán Oesterheld, el autor que usó la ciencia ficción como grito político, como espejo de su país y su tiempo.

El Eternauta es una especie de La guerra de los mundos, pero hecha cómic, ambientada en una Buenos Aires sitiada por la nieve tóxica, por la muerte, por la invasión. Un relato que nació mientras el peronismo era golpeado por la dictadura militar, en una Argentina desgarrada. Oesterheld no escribió solo una historia de extraterrestres: construyó una metáfora sobre el autoritarismo, la represión y la resistencia colectiva.

No es casualidad que autores como Frank Miller (Batman: The Dark Knight Returns, Sin City) o Alan Moore (V for Vendetta, Watchmen) hayan citado a Oesterheld como una de sus grandes influencias. Incluso Alberto Breccia, uno de los más grandes ilustradores del cómic mundial, participó en esta obra, dándole un rostro legendario a Juan Salvo, el héroe con mascarilla que salió de su casa no para salvar al mundo él solo, sino para organizar a otros, para resistir juntos. El Eternauta no es un superhéroe solitario: es la encarnación del pueblo en lucha.

Y ahora, esa historia llega a Netflix. Dirigida por Bruno Stagnaro, protagonizada por Ricardo Darín, y producida con un presupuesto que —según dicen los expertos— costó lo que vale un solo capítulo de The Last of Us, esta adaptación demuestra lo que se puede lograr cuando hay talento, visión y una historia poderosa detrás.

¿El resultado? Imágenes impactantes, narrativa sólida y un elenco que entrega actuaciones memorables. Lo de Darín, simplemente, es de otra liga. Y lo de Stagnaro, que se ha rodeado de artistas visuales brillantes, es un ejemplo de cómo con menos se puede hacer mucho más. No es Hollywood, pero se siente igual de grande.

¿Qué pasará en las siguientes temporadas? Es un misterio. La historia se vuelve más compleja, más ambiciosa visualmente, más simbólica. Pero si mantienen esa fórmula de respeto al original, creatividad técnica y enfoque humano, El Eternauta podría convertirse en un fenómeno global.

Porque más allá de la ciencia ficción, lo que transmite esta obra es la importancia de la colectividad frente al autoritarismo. Una historia latinoamericana que habla en voz alta, en un momento geopolítico donde el mensaje resuena más que nunca. Oesterheld, desaparecido por la dictadura que tanto denunció, no podría haber imaginado un mejor homenaje a su legado.