Swans: Conjuros de Sexo, Religión y Terror Cósmico en Birthing



Continúa la obsesión de Michael Gira con el sexo y la religión en Birthing. Dos fuerzas primitivas que lo han perseguido durante décadas, y que aquí explotan con una intensidad que bien podría hacerlo el mejor amigo de alguien como Nick Cave.

The Healers, el primer tema del disco, es simplemente espectacular. Una bestia que despierta lentamente, reptando en la oscuridad. Una pieza de puro terror gótico que expande, con fiereza, el legado de bandas como Bauhaus. Pero también es terror cósmico, una invocación que encajaría perfectamente en las películas más audaces de Ari Aster. Con Swans, sabes que algo muy malo está ahí, al acecho. No puedes verlo, no sabes cuándo va a suceder, y eso es exactamente lo que los hace tan brillantes. Gira y su banda generan más tensión que el mismísimo Hitchcock. Es cáncer para quienes padecen ansiedad. Una explosión de poder brutal que estalla con violencia aterradora cuando menos lo esperas. Pura locura en escala épica. ¡Qué manera de abrir un disco!

I Am a Tower es un tema difícil, que exige paciencia. Pero no lo hace como quien pide un favor, sino como el cazador que exige paciencia... a su presa. Esta pieza me lleva a muchos lugares. Primero, me recuerda la época en que me obsesionaban los cantos tibetanos: esas masas sonoras sobrehumanas salidas de las gargantas de monjes, combinadas con percusiones minimalistas, llenando el espacio como si fuese sagrado. Pero también pienso en Godspeed You! Black Emperor y sus rituales musicales. Y tiene sentido: Swans ha sido una influencia clave en esa banda anarquista canadiense. Hay exploraciones folk, y un Gira poseído. Primero por el espíritu de Jim Morrison. Luego —en un giro que todavía no digiero— por el espíritu de Bowie en "Heroes". Escuchar para creer.

Birthing, la canción que da título al álbum, es la pieza más etérea. Muchos pensarán en Popol Vuh o Tangerine Dream. No sería raro imaginar a Werner Herzog completamente extasiado ante este trance sonoro. Aquí hay folk, hay krautrock, y una percusión colosal —marca registrada de los Swans— que sostiene todo con una fuerza ancestral. Hay algo profundamente trascendental en esta canción, tan desafiante como alentador. Gira y compañía no componen canciones, lanzan conjuros. Birthing podría haber sido concebido por los Doors, Nick Cave, Popol Vuh y Blue Cheer al mismo tiempo, si tal mezcla pudiera existir. La música de Swans ha superado cualquier idea de “banda”. Ya no hacen música. Canalizan espíritus. Swans es un culto.

Red Yellow es hermoso. Probablemente, lo más accesible de todo el álbum. Aunque claro, hablar de accesibilidad en un disco de dos horas, con canciones de más de diez minutos, es relativo. Aquí el minimalismo del krautrock se despliega de forma brillante. Con Gira al mando, un trance tipo Tomorrow Never Knows de los Beatles se abre paso, con obvios destellos de free jazz.

Guardian Spirit es otra prueba del nivel de madurez de esta banda. Ya no buscan el impacto inmediato. Van por algo más grande. Por la eternidad. Y en ese universo que han creado, los Swans ya no pueden equivocarse. Lo pesado aquí no es el volumen, ni la distorsión: es el vacío. Es la emoción. Una canción tan sutil como aterradora, una mezcla difícil de lograr. Pero nada nos prepara para lo que viene después.

The Merge es el horror puro. Un sonido brutal que no es apto para oídos frágiles. El bajo recuerda a los Soundgarden más pesados, los de Louder Than Love, aunque filtrados por una maquinaria no wave. Es como si algo decidiera arrastrarte al centro de la tierra... con auriculares puestos.

Away cierra el disco de forma tan imponente como el resto. La voz de Gira, por momentos, recuerda a Bowie, sí. Pero también a Lou Reed en los setenta. Al final, es la imaginación de Gira lo que brilla con más fuerza. Esa capacidad suya de evocar lo mejor de la música experimental, la que no teme hacer las cosas realmente distintas. La que se descompone y se transforma. O muta. Hasta convertirse en sonido puro.

Birthing es un disco magnífico. Después de casi veinte álbumes, Swans nos entrega —con una insolencia gloriosa— uno de los mejores trabajos de toda su carrera. Y lo hacen sin escatimar nada: dos horas de genio absoluto.



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