Serpientes y Escaleras: subir con estilo, caer sin ideas
Lamentablemente, con Serpientes y Escaleras, Manolo Caro ha dejado claro que sigue empe帽ado en jugar a ser Almod贸var en los a帽os 90. Su creatividad parece haberse limitado a copiar, sin pudor, la est茅tica estridente y tan caracter铆stica que Pedro Almod贸var consolid贸 en pel铆culas como Mujeres al borde de un ataque de nervios, ¡脕tame!, Tacones lejanos o Kika. A principios de esa d茅cada, Almod贸var llev贸 al l铆mite la herencia trasgresora de Warhol, John Waters y Fassbinder. Lo suyo era cine moderno, provocador, con filo. Lo de Caro, en cambio, se siente como un intento est茅ril de replicar esa irreverencia… y el resultado es torpe, derivativo y sin alma.
Da la impresi贸n de que Caro no se ha percatado de lo mucho que ha evolucionado Almod贸var desde entonces. El director manchego dej贸 atr谩s hace tiempo esas comedias ultracoloridas para entregarse a dramas complejos, emocionales, incluso 茅picos. Mientras tanto, Serpientes y Escaleras no parece avanzar mucho desde La Casa de las Flores, su anterior proyecto en Netflix, donde ya quedaba en evidencia una voz creativa audaz, s铆, pero poco original.
En Serpientes y Escaleras, Caro repite los mismos trucos visuales: colores vibrantes, contrastes exagerados, planos estilizados que buscan gritar “transgresi贸n” pero que ya no sorprenden. Recurre a los mismos elementos que hoy ya son clich茅s disfrazados de provocaci贸n: homosexualidad “escandalosa”, desviaciones sexuales como adorno narrativo, mujeres poco agraciadas vistas como rarezas, una supuesta batalla cultural y una caricatura de la hipocres铆a tanto de la derecha conservadora como del progresismo liberal.
En su casting, Cecilia Su谩rez vuelve a ser su Carmen Maura y Marimar Vega hace de su "abstracta" Rossy de Palma, pero sin el carisma ni el contexto de aquellas llamadas "chicas Almod贸var". Y tal vez lo m谩s decepcionante de todo es la intenci贸n frustrada de hacer una cr铆tica social mordaz. La serie parece una versi贸n estilizada —y diluida— de La ley de Herodes de Luis Estrada, pero sin el filo ni la iron铆a. Lo que Caro pone sobre la mesa no es una provocaci贸n bien pensada, sino una colecci贸n de ocurrencias disfrazadas de ideas. Lo que alguna vez pareci贸 novedoso hoy suena a chiste contado mil veces, sin gracia, sin timing.
Hay detalles muy pobres en la creaci贸n de personajes. Caro intenta tocar temas pol茅micos, s铆, pero su manejo es tan torpe que en vez de acercarse a la genialidad de Almod贸var, termina m谩s cerca del morbo propagandista de Epigmenio Ibarra, quien no retrata la diversidad, sino que la explota como si fuera espect谩culo de feria.
As铆, uno de los personajes —un empresario chocolatero— se convierte en una mezcla absurda entre Ricardo Salinas Pliego y Willy Wonka. Los espa帽oles son ultraconservadores delirantes y herederos del llamado "Yunque", que quieren “reconquistar” M茅xico. Los pueblos ind铆genas son usados como tel贸n de fondo para productos “artesanales” con fines de lucro. La derecha alternativa aparece como la gran oportunista, explotando la diversidad sexual como herramienta de marketing pol铆tico. Y la lucha de clases... simplemente mal presentada, sobre todo si recordamos que Par谩sitos del genial Bong Joon-ho, ya hizo eso mismo, con una maestr铆a aplastante, hace m谩s de cinco a帽os.
S铆, ver a Cecilia Su谩rez repetir sus gestos caricaturescos puede resultar divertido por momentos, pero al final Serpientes y Escaleras se siente como lo que es: una copia deslavada, una especie de La ley de Herodes en clave “moderna” y pseudo kitsch... pero igualmente fallida.



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