México en una Encrucijada: EE. UU. o China
En el universo de la industria automotriz, hay una verdad incuestionable: las empresas chinas como BYD, Chirey, GAC, GWM, JAC y MG están redefiniendo el panorama global. Estas compañías son como las múltiples cabezas de una hidra y están penetrando fuertemente en el mercado mexicano. Pero, ¿qué implica esto para México y su economía?
Las empresas automotrices en China operan bajo un sistema gubernamental que las convierte en extensiones del Estado. El gobierno chino controla prácticamente toda la industria, lo que les permite actuar con una velocidad de coordinación y dirección difícil de igualar. Mientras tanto, en México, nos encontramos rodeados por estas firmas que han comenzado a inundar el mercado con vehículos a precios muy competitivos.
La pandemia de COVID-19 alteró las cadenas de suministro globales y dejó a muchas empresas automotrices en apuros. Recuerdo haber visitado concesionarios de marcas reconocidas como Mazda y Volkswagen, donde me informaron que no había autos disponibles. Los concesionarios vendían vehículos con promesas de entrega muchos meses después, lo que deprimió las ventas. En contraste, el gobierno chino vio esta crisis como una oportunidad: mientras otros luchaban por obtener piezas de China para fabricar autos, decidieron aprovechar la interrupción de las cadenas de suministro para producir internamente y acumular inventarios masivos.
Al finalizar la pandemia, China estaba lista para lanzar su ofensiva: inundar los mercados globales con autos chinos. Esta estrategia no solo fue astuta, sino también bien ejecutada. Aprovecharon un momento de debilidad en la competencia, que había detenido y reestructurado su operación para enfrentar la pandemia, posicionándose con fuerza en Europa y América Latina. Las marcas chinas comenzaron a ganar terreno rápidamente frente a Toyota, Volkswagen y las estadounidenses Ford y General Motors.
Elon Musk, líder de Tesla y conocido por su audaz visión futurista, solía reírse hace unos años cuando se mencionaba a BYD como competidor. Sabía que reconocer públicamente el potencial de un rival solo los haría más fuertes; para él era como hablar de un fantasma. Sin embargo, la realidad impuso su peso: BYD ha logrado capturar una parte significativa del mercado chino y ahora está expandiendo su presencia en Europa y América Latina. Su enfoque en vehículos eléctricos asequibles ha puesto a Tesla en una posición defensiva.
Consciente del avance de BYD y otras marcas chinas, Tesla decidió cambiar su estrategia. La propuesta inicial de construir una planta en Monterrey se desvaneció ante la presión del mercado. La pandemia redujo la velocidad de Musk y dio ventaja a China, por lo que optó por concentrarse en proteger su cuota de mercado en Estados Unidos, donde la competencia se intensifica cada día.
Para lograr esto, Musk decidió no competir solo en el sector automotriz, sino también en la arena política, apoyando económica y mediáticamente a Donald Trump. Musk buscaba impulsar tres temas en la agenda gubernamental: primero, políticas proteccionistas para evitar la entrada de autos chinos a EE. UU.; segundo, reducir regulaciones para favorecer el crecimiento de autos estadounidenses; y tercero, utilizar la influencia de Trump en la Unión Europea para recuperar ese mercado y hacer retroceder a China. Musk ha manifestado su apoyo a partidos políticos nacionalistas de ultraderecha en Europa, cuya agenda cree que le ayudará a ganar mercado y vencer comercialmente a China.
En este tablero de ajedrez automotriz, Donald Trump juega un papel crucial. Su postura proteccionista ha llevado a Musk a buscar alianzas políticas para evitar la entrada masiva de vehículos eléctricos económicos chinos en Estados Unidos. Consciente del impacto que esto tendría en su dominio del mercado más grande del mundo, Musk se mostró dispuesto a hacer lo necesario para mantener esa posición.
Aunque actualmente existen aranceles y otras medidas proteccionistas que dificultan la entrada de autos chinos a Estados Unidos y Canadá, México podría convertirse en un punto estratégico clave. A través del T-MEC, existe la posibilidad de fabricar autos chinos en territorio mexicano y luego exportarlos al norte, aprovechando el libre comercio y sirviendo quizás como un caballo de Troya para introducir autos chinos a EE. UU.
El gobierno mexicano se enfrenta a una decisión crítica: ¿apoyar la inversión china o alinearse con Estados Unidos? Esta elección es compleja y dolorosa; optar por uno significa renunciar al otro, y ambas opciones tienen implicaciones significativas para el futuro económico del país. Canadá, que históricamente se ha alineado con México para negociaciones con EE. UU., entra el próximo año en un proceso electoral; por ello, el primer ministro canadiense Justin Trudeau ha buscado alinearse esta vez con el ala conservadora y con el futuro presidente Trump, dejando a México en una posición desfavorable.
La situación se complica al considerar que México ha dependido históricamente de factores externos para su crecimiento económico. Ha aprovechado el crecimiento de EE. UU. para ser "jalado" hacia adelante; sin embargo, en años recientes esto no ha sucedido: mientras EE. UU. crece anualmente un 3% o 4%, México no ha podido crecer ni un 1%. Las proyecciones son sombrías para el próximo año; muchos anticipan una situación más difícil.
Si México no actúa con mente fría, pragmatismo y visión estratégica, podría perder una oportunidad invaluable para posicionarse como un jugador clave en la industria automotriz global. Las decisiones que se tomen hoy afectarán no solo al presente inmediato sino también al futuro económico del país. Como dice el refrán popular: "El tiempo siempre da la razón". En este caso, será crucial observar cómo se desarrollan los acontecimientos en los próximos meses. La capacidad del gobierno mexicano para navegar esta compleja situación determinará si logra capitalizar las oportunidades o si quedará atrapado entre dos fuerzas implacables. La historia apenas comienza a escribirse; lo importante es estar preparados para lo que venga.
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