La salida de Kirchner reaviva la esperanza en Argentina
La salida de
Kirchner reaviva la esperanza en Argentina
“Sea cual sea el desenlace de la novela kirchneriana, el hecho de que
el apellido Kirchner salga de la casa de gobierno, ya es una esperanza de que
las cosas puedan cambiar.”
Erreh Svaia
Por: Mary Anastasia O’Grady
Tomado de: The Wall Street Journal
Cuando los argentinos se dirijan a las urnas el 25 de
octubre para elegir al nuevo presidente, será la primera vez en más de 12 años
que el apellido Kirchner no aparezca en la boleta electoral. Ese hecho está
generando un cauto optimismo aquí, incluso en medio de una recesión, una fuga
de capitales, una inflación de dos dígitos y tormentas que se aproximan en los
dos mayores mercados de exportación del país, Brasil y China, que amenazan con
provocar aún más dificultades.
Es sabido que el sucesor de la presidenta Cristina Fernández
de Kirchner heredará un déficit fiscal insostenible, un peso colapsado y la
reputación del país como un deudor moroso. Aun así, la visión de Kirchner
saliendo de la Casa Rosada en diciembre está produciendo una sensación de alivio
que supera cualquier potencial catástrofe. La peste bíblica, las plagas, los
incendios, la sequía, las inundaciones e incluso los precios por las nubes son
aterradores, pero no más que la continuación del insidioso kirchnerismo.
Comprender esta sensación de esperanza ante un diagnóstico
económico excesivamente desalentador requiere entender el daño causado por
cuatro años de presidencia de Néstor Kirchner (2003-07) y ocho años de las de
su esposa, Cristina (2007-15).
Argentina alguna vez aspiró a tener un gobierno
representativo, limitado y constreñido por la separación de poderes. Bajo los
Kirchner, el país se convirtió en algo más cercano a una autocracia.
Néstor asumió el poder en 2003 mientras el país luchaba para
recuperarse de una crisis cambiaria y de deuda. El Congreso le otorgó poderes
discrecionales sin precedentes. Durante la siguiente década, él y su esposa
forjaron el apoyo popular al fomentar el divisionismo, sembrar la envidia y el
odio, defender la venganza y nutrir la dependencia. Cultivaron una cultura del
miedo usando tribunales politizados y turbas en las calles.
Con su poder consolidado, los Kirchner disfrutaron de un
sentido de merecimiento e ignoraron las leyes. En su reciente best-seller, La
Piñata, Hugo Alconada Mon, un periodista investigativo de La Nación, presenta
una montaña de evidencia que apunta a la corrupción kirchnerista. Sin embargo,
un juez federal que investigaba la riqueza privada acumulada por estos
funcionarios públicos fue removido por un tribunal de apelaciones.
Néstor murió en 2010, pero Cristina Kirchner aún gobierna
con impunidad. El último ejemplo son los informes de un amplio fraude en la
elección a gobernador en la provincia de Tucumán en agosto, que fue liderado
por el partido de la presidenta, el Frente para la Victoria, durante los
últimos 12 años.
En la actual carrera presidencial, el gobernador de la
provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, está liderando las encuestas. Es el
candidato del partido de Kirchner. Aun así, con un respaldo de sólo 38%, podría
no alcanzar una victoria en la primera ronda, que requiere 45% del voto o una
diferencia de 10 puntos porcentuales sobre el candidato que termine segundo.
Si Scioli se ve obligado a una segunda vuelta, sus
probabilidades bajan debido a que los electores antikirchneristas votarían en
gran parte por su oponente. Se prevé que este sea el jefe de gobierno de la
ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, del partido de centroderecha PRO. En
una alianza con partidos más pequeños, Macri obtiene alrededor de 30% en las
encuestas. En una segunda vuelta, no obstante, podría quedarse con la mayoría
de los seguidores de Sergio Massa, ex intendente de la ciudad de Tigre y actual
diputado nacional por el Frente Renovador. Massa se encuentra en un distante
tercer lugar, con 21%.
Incluso si Scioli prevalece, la represión al estilo
kirchnerista podría perder intensidad. Hay una buena razón por la que no
sucederá esto: su candidato a vicepresidente, Carlos Zannini, es un
izquierdista cercano a Fernández de Kirchner, y su hijo, Máximo Kirchner, es
candidato a diputado nacional. De todos modos, Scioli tendrá un incentivo para
formar alianzas con facciones moderadas del peronismo. La presidenta y él
tienen una relación notoriamente inestable, y el país necesita capital, lo que
significa que tiene que dejar a un lado la rutina revolucionaria.
Scioli también sabe que si ella tiene en la mira un tercer
mandato —después de saltarse uno como exige la Constitución— su éxito no la
beneficiaría. Reabrir la investigación sobre la riqueza privada de los Kirchner
no estaría fuera de discusión.
Es incluso menos probable que Macri se dedique a agitar a
las masas, una marca registrada kirchnerista. Él ha prometido levantar de
inmediato los controles de capital como un paso hacia la reconstrucción de la
confianza internacional. También se prevé que elimine las restricciones sobre
las exportaciones y reduzca o se deshaga de los impuestos a la exportación.
Todas estas serían medidas en la dirección correcta, pero es
poco probable que prevengan una dolorosa crisis cambiaria. La devaluación ahora
parece inevitable. El peso se transa en el mercado negro a 15 unidades por
dólar, mientras que el tipo de cambio oficial es de 9,4 por dólar, y las
reservas internacionales netas están casi agotadas.
Argentina se encamina a otro colapso. La prueba para el
próximo presidente será cómo hacer malabarismos con el ajuste económico
mientras restaura la credibilidad institucional y recupera una cultura de
tolerancia. Algunos argentinos creen que se puede lograr, razón por la cual,
mientras cierran las escotillas antes de la tormenta, se aferran a la esperanza
de un futuro mejor.
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