Desentrañando la Era de la Desinformación: Fake News, Posverdad y Deepfakes



Internet,  las redes sociales y una infodemia de la que aún no podemos recuperarnos

La era digital es un torbellino, con información que se desplaza a una velocidad vertiginosa, ofreciendo un acceso sin precedentes a datos y noticias. Sin embargo, este avance trae consigo retos profundos para la veracidad y la confianza en lo que consumimos online. Tres fenómenos interrelacionados están transformando radicalmente el panorama mediático y cómo interactuamos con la información: las fake news, la posverdad y los deepfakes.

Las fake news, o noticias falsas, son fabricaciones que imitan el formato de los medios tradicionales pero carecen de su rigor y ética. Según un estudio del MIT de 2018, las fake news se propagan seis veces más rápido que las noticias verdaderas en Twitter. Las redes sociales, con su capacidad para amplificar el contenido, a menudo priorizan la viralidad sobre la exactitud. Estas noticias pueden tener motivaciones políticas, económicas o simplemente pretender causar caos, y sus efectos pueden ser devastadores, desde influir en elecciones hasta incitar a la violencia.

La posverdad, que alcanzó notoriedad en 2016 como palabra del año según el Diccionario Oxford, describe un fenómeno en el que los hechos objetivos pierden peso frente a las emociones y creencias personales. En esta era, los argumentos que resuenan con nuestras creencias tienden a ser aceptados sin cuestionamiento, incluso frente a pruebas contrarias. Esta dinámica se ha vuelto especialmente evidente en debates sobre temas críticos como el cambio climático y las vacunas.

Los deepfakes representan la última frontera en este campo. Gracias a la inteligencia artificial y el aprendizaje profundo, es posible crear imágenes, videos o audios tan realistas que se vuelve casi imposible distinguir lo auténtico de lo falso. Un informe de Deeptrace de 2019 reveló que el número de deepfakes en línea se duplicó en solo siete meses, alcanzando 14,678. Esta tecnología tiene el potencial de elevar la desinformación a niveles sin precedentes, complicando aún más la tarea de discernir la verdad.

El impacto de estos fenómenos en Internet y en nuestra cultura digital ha sido profundo. La confianza en las instituciones informativas ha disminuido drásticamente, alimentando un clima de escepticismo. Una encuesta de Edelman de 2021 indicó que el 59% de los encuestados sospecha que los periodistas engañan intencionalmente a las personas con información falsa. Este ambiente de desconfianza ha conducido a una "infodemia", una sobrecarga de información verdadera y falsa que dificulta la toma de decisiones informadas.

Los medios tradicionales han sufrido especialmente. La proliferación de fake news y el dominio de la posverdad han socavado su credibilidad y autoridad. Los medios se ven forzados a dedicar más recursos a la verificación de hechos mientras intentan mantener su relevancia en un panorama fragmentado. A pesar de la creciente necesidad de periodismo de calidad, la confianza en los medios está en niveles históricos bajos en muchos países.

Una de las consecuencias más alarmantes de estos fenómenos es la erosión de la confianza entre los usuarios de Internet. Un estudio de Pew Research Center en 2019 mostró que el 68% de los estadounidenses cree que las fake news y la desinformación afectan significativamente su confianza en el gobierno. Este escepticismo no solo afecta a las instituciones, sino también a las interacciones personales en línea, fomentando un ambiente de polarización y cinismo. Las redes sociales, con sus cámaras de eco, amplifican esta tendencia al exponer a los usuarios principalmente a información que refuerza sus creencias existentes.

La educación surge como una herramienta crucial para enfrentar estos desafíos. La alfabetización mediática e informacional se está incorporando cada vez más en los programas educativos, ayudando a los estudiantes a identificar fake news, comprender los sesgos y reconocer deepfakes. Organizaciones como la UNESCO están desarrollando recursos y directrices para promover el pensamiento crítico y la habilidad de verificar información.

Las plataformas tecnológicas también están intensificando sus esfuerzos para combatir la desinformación. Facebook, Twitter y YouTube han implementado políticas más estrictas para etiquetar o eliminar contenido falso. Además, herramientas de verificación automatizadas y colaborativas, como el proyecto International Fact-Checking Network, están ganando relevancia en la lucha contra la desinformación.


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