Lydon Mata al Rock y Violenta su Cadáver
The Flowers of Romance es el Metal Machine Music de John Lydon. El disco que destruyó lo poco que quedaba del punk, haciéndolo con premeditación y alevosía. Para 1981, Public Image Ltd. ya no era una banda en el sentido tradicional: Jah Wobble había abandonado al grupo, Keith Levene apenas aparecía con su guitarra, y Martin Atkins tocaba la batería sin ser oficialmente miembro. Algunos fantasmas sonoros de Wobble todavía habitaban las cintas. Lo que quedaba era un trío de saboteadores decididos a asesinar al rock and roll y después abusar de su cadáver.
Lydon lo había planeado todo. Después de Metal Box en 1979, ese monolito del post punk que convirtió al bajo dub en Dios y sepultó las guitarras de Chuck Berry bajo toneladas de paranoia, no quedaba nada por destruir excepto la propia destrucción. The Flowers of Romance es la aniquilación perfecta: sin guitarras, sin bajos, sin melodías reconocibles. Solo ritmos tribales, cintas manipuladas al revés, aceleraciones esquizofrénicas y la voz de Lydon convertida en alarido de animal herido. Era krautrock procesado por el cerebro enfermo de alguien que había intentado unirse a Can en los setenta y fue rechazado. Era el brutal retorno de un visionario contra todos los que esperaban canciones.
El título mismo era una burla ancestral. The Flowers of Romance había sido el nombre de un proyecto fallido entre Lydon, Sid Vicious y Keith Levene antes de los Sex Pistols. Después fue una canción perdida de los Pistols. Ahora era un disco entero dedicado a la idea de que el romance, o cualquier tipo de conexión humana cálida, era una mentira. Atkins grabó su batería en cada rincón del estudio: esquinas, baños, pasillos. Cada golpe buscaba un eco distinto, una resonancia que nunca se repitiera. Levene abandonó la guitarra casi por completo y se obsesionó con la consola de grabación, manipulando cintas como un científico loco, acelerándolas, invirtiéndolas, destruyéndolas. Habían dejado de ser músicos. Eran científicos forenses del sonido, obsesionados con diseccionar al rock para probar que no tenía alma.
La industria musical lo ignoró como si fuera radiactivo. El mainstream lo consideró un suicidio artístico, la prueba definitiva de que Lydon había perdido la cabeza. Pero el underground, ese territorio oscuro donde habitan los verdaderos creyentes, lo abrazó como un evangelio. Einstürzende Neubauten escuchó esos ritmos metálicos y entendió que la música podía construirse con martillos y láminas oxidadas. Coil descubrió en esas texturas distorsionadas el lenguaje de lo oculto. Radiohead, años después en su etapa más abstracta, reconocería la herencia. El disco se convirtió en el ADN secreto del post industrial, del trip hop, de la electrónica experimental. Lydon había creado un artefacto del futuro en 1981, un disco que la mayoría consideraría "inescuchable" hasta que el tiempo alcanzara su frecuencia.
Brian Eno, el arquitecto sonoro de toda una generación, declaró que The Flowers of Romance era el mejor ejemplo de cómo el silencio podía ser un arma más aterradora que el ruido. Lydon grabó sus voces en oscuridad total, con las luces del estudio apagadas, buscando que su voz emergiera desde un lugar sin referencias visuales. Los collages sonoros de Levene incluían fragmentos de sesiones anteriores donde Wobble todavía estaba presente, así que el bajista ausente terminó habitando el disco como un espectro. Era el equivalente musical de un crimen perfecto: todos los sospechosos habían huido de la escena, pero sus huellas estaban en cada espacio.
Lo que Lydon logró con The Flowers of Romance fue simple y brutal: demostró que la vanguardia real repele, incomoda, obliga a que el oyente decida entre huir o atravesar el fuego. Lou Reed lo había intentado con Metal Machine Music, noventa minutos de feedback industrial, pero Reed lo hizo como un acto de venganza contractual contra su discográfica. Lydon lo hizo porque realmente creía que el rock necesitaba morir para que algo nuevo pudiera nacer. No buscaba éxito comercial ni validación crítica. Buscaba el colapso del sistema.
El disco vendió poco y fue odiado por muchos. Cuarenta años después, sigue sonando más radical que el noventa por ciento de lo que se produce hoy. Esa es la verdadera medida de su poder: The Flowers of Romance nunca fue un disco para su época. Fue un mensaje en una botella lanzado hacia el futuro, decodificado solo por aquellos dispuestos a abandonar cualquier noción de lo que la música "debería" ser. Lydon no quería The Flowers of Romance gustara, quería que no fuera fácilmente olvidado.



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