Danzig, Danzig III: How The Gods Kill, 1992, Una Reseña
Danzig, Danzig III: How The Gods Kill, 1992,
Una Reseña
Por: Rock N Roll Animal
Parecería que para el año 1992, Glenn Danzig, el
espectacular ex vocalista de los Misfits y de Samhain, ya se encontraba bien
habituado al mundo del heavy metal (y muy alejado de sus raíces en el mundo del
punk rock), el productor Rick Rubin ya se había distanciado de la banda, y
atrás había quedado el rock n roll desnudo, a la AC/DC con Elvis Presley en las
vocales, del disco debut de la banda que lleva su apellido, también la banda
había dejado atrás su intento por ser los nuevos The Doors de su segundo disco,
así Danzig III: How The Gods Kill, sonaba más a heavy metal, que cualquier otro
disco antes hecho por Glenn, para muestra, ahí está Godless, tema que abriría
el disco con poderosos riffs metálicos de guitarra a cargo de John Christ,
quien sonaba revitalizado, seguido por la feroz batería de Chuck Biscuits
(monumental al inicio, con una obligada referencia a John Bonham), quien sin
duda podría haber sido calificado como uno de los mejores bateristas del
género, con la banda tomando un respiro a mitad del tema para hacer una clara
reverencia a los Black Sabbath, una gran influencia en Glenn, con éste sonando
sin duda alguna en su mejor forma y sin el acostumbrado lastre de la sombra de
Elvis Presley y Jim Morrison, que por lo general son una asociación floja por
parte de los críticos de la banda, considerando que Danzig suena más Parecido a
Roy Orbison, que a Presley o Morrison, aunque Orbison no es tan “oscuro o
peligroso” como el rey del rock o el rey lagarto, aun así, Orbison me parece
más tenebroso y gótico que los antes mencionados.
Anything es otro tema brutal, con Glenn exponiendo con gusto
su estilo vocal, ferozmente acompañado por la banda, en un tema exquisitamente
melódico, con Biscuits nuevamente destacando como pieza central del ritmo del
tema, con Eerie Von apoyándolo a apuntalar bien el duro fondo del tema, con
Christ estupendo en las guitarras, llenas de emotividad, pagando con creces la
deuda que tenía con los fans en los primeros dos discos del grupo, con un
Bodies espectacular y retomando el espíritu del blues más malévolo de un Willie
Dixon o de un Albert King, del primer disco de la banda, con Von y Biscuits
simplemente geniales, y con Glenn invocando de manera maravillosa al oscuro espíritu
de un malévolo Howlin Wolf, y dejándonos claro el cómo y porqué, el espíritu de
Wolf sigue presente en los mejores discos de rock n roll de la historia, desde
el Fun House, el Trout Mask Replica, hasta éste How The Gods Kill.
Para el tema que da nombre al disco de, Glenn y compañía
magistralmente buscan ampliar la dimensión de su alguna vez más minimalista
sonido, acercándose un poco al mundo de la música gótica, sonando lúgubres y
etéreos a la vez, lo cual, tratándose de ésta banda, resulta verdaderamente una
cuestión de talento puro, así tanto Glenn, como John Christ, nos entregan en
conjunto el que probablemente sea su mejor momento en todo el disco, en lo que
podría ser también el momento cúspide vocal de Glenn, para después regresar al
durísimo Dirty Black Summer, con el clásico sonido de la banda, desnudo, crudo
y oscuro blues metálico, totalmente basado en riffs y en el duro ritmo de la
batería de Biscuits.
Para cuando llegamos a Left Hand Black, está claro que la
banda nos ha regalado ya clásico tras clásico en un disco enorme, aquí, Christ
nos deleitará con lo que será su huella indeleble, musicalmente hablando, que
todo guitarrista después de él, tratarán de imitar al llegar a la banda, en un
tema que refleja de forma extraordinaria el espíritu rebelde y liberado del
disco, cuyo mayor atributo es la espontaneidad y el nivel de energía con que
atacan cada tema, revitalizados gracias a la ausencia de Rubin que parecía
pesar sobre ellos, así (Rubin encontraría a Glenn, en la época final de los
Samhain, gracias a una recomendación de Cliff Burton, bajista original de
Metallica), How The Gods Kill se convertiría en el disco favorito de Glenn, y
la obra maestra de su banda, que por si fuera poco, serían favorecidos con una
portada cortesía del maestro suizo del surrealismo, el pintor HR Giger, quien
con gusto cedería una de sus obras, aunque con una breve modificación, para así
coronar un disco fabuloso de principio a fin, que refleja de la mejor forma lo
que Danzig representaba en su forma original, un grupo colosal de blues
metálico, con un gótico Roy Orbison (y con un emotivo Chris Isaak, en la
tremenda Sistinas, que sigue mostrando el talento compositivo de Glenn) al
frente (¿Alguna duda? Escuchen Do You Wear the Mark, con esos abrasivos riffs
de John Christ), más oscuros y devastadores que nunca, el punto más alto de
Glenn Danzig y sus aventuras en el mundo del heavy metal.
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