El Juego de los Poderosos: ¿Qué Nos Enseñan Soros, Musk y los Soldaditos de Plástico sobre el Poder y la Creatividad?



Hay una anécdota fascinante que me ha llamado la atención sobre un inversionista activista, un personaje que para muchos es como el coco, el diablo o el boogeyman mismo. Estoy hablando de George Soros, un hombre originario de Hungría, dueño de un fondo de inversión poderoso. En una entrevista, Soros reveló que su juego favorito de la infancia era jugar con soldaditos de metal. En esos momentos, se sentía como un dios, dictando órdenes a sus pequeños soldados en sus guerras imaginarias. Él decidía quién sobrevivía y quién caía en batalla.

Esta revelación alimenta la leyenda que rodea a Soros: con sus seis mil millones de dólares, se dice que manipula el mundo, las instituciones bancarias y hasta los gobiernos. Si algún día no encuentras papel higiénico en la tienda de conveniencia cerca de tu casa, seguramente será culpa de George Soros, según los entusiastas de las teorías conspirativas. Pero, ¿realmente puede un hombre con seis mil millones de dólares causar tanto daño? Consideremos que el hombre más rico del mundo, Elon Musk, tiene más de cuatrocientos mil millones a su nombre. ¿Qué significa eso en términos de poder e influencia?

Soros no es el único que juega a ser dios. Elon Musk ha declarado que desde su juventud, imagina que todo es una simulación y que él es el protagonista. ¿Cómo podemos contradecirlo? Este hombre ha superado los trescientos mil millones de dólares y se mantiene a la cabeza de la lista de los más ricos del mundo, muy por delante de Jeff Bezos. Si todo esto es una simulación, obviamente Musk ha demostrado su ventaja en el juego.

Recuerdo mis propios juegos infantiles con soldaditos de plástico. Lavaba ventanas en mi casa y ayudaba a mis primos a pintar el barandal de la casa de mis tíos a cambio de unas monedas. Con el dinero que nos daban, comprábamos enormes bolsas llenas de soldaditos en posiciones fijas. Pasábamos horas creando historias complejas y épicas. Nos encantaba complicar la vida de nuestros personajes: organizábamos bandos contrarios y les asignábamos misiones desafiantes.

Cuando los soldados estaban a punto de lograr sus objetivos, siempre había un traidor en el escuadrón que lo arruinaba todo. Esta dinámica me recuerda a las tramas en series como "The Walking Dead", donde los buenos siempre tienen un plan para vencer a los malos, pero al final resulta que los villanos también tienen sus propios trucos bajo la manga.

Alan Moore, el místico escritor británico detrás de obras como "V for Vendetta" y "Watchmen", comparte una visión similar sobre la creatividad. Cuando era niño, soñaba con jugar con figuras de acción de superhéroes como Superman, Batman o Spiderman. Sin embargo, no había ese tipo de juguetes disponibles en su época; solo había soldaditos. Esto lo llevó a usar su imaginación para otorgarles superpoderes, que el imaginaba, a esos pequeños guerreros.

La falta de recursos puede ser una chispa para la creatividad. Moore reflexiona sobre cómo esa escasez lo impulsó a inventar habilidades extraordinarias para sus soldaditos. Si uno tenía un brazo roto, se convertía en un héroe con un poder especial; si otro perdía una pierna, adquiría la capacidad de volar.

Esta misma dinámica se reflejaba en mis juegos infantiles. Mis primos y yo transformábamos cualquier rincón del patio o del interior de la casa en escenarios épicos: un bosque denso entre las hierbas altas o un campo de batalla entre escombros. Usábamos colchas para crear montañas y cuevas; cada pliegue era una nueva aventura.

A través del juego, desarrollé una mente curiosa y creativa capaz de contar historias complejas y envolventes. La creatividad floreció cuando me enfrenté a estas restricciones; obligado a pensar fuera de lo convencional y a encontrar soluciones innovadoras.

Soros y Moore me enseñaron que el poder no siempre reside en el dinero o en las circunstancias ideales; a menudo surge del ingenio y la imaginación. En este sentido, es importante conservar lo mas posible de ese niño que jugaba con soldaditos, esa parte creativa lista para desafiar las normas y crear nuevas narrativas.

Cada vez que enfrentemos una limitación, hay que recordar: esa restricción puede ser nuestra mejor aliada para desatar la creatividad y encontrar nuevas formas de jugar con las historias que quieres contar. Dicen los estoicos: "El obstáculo es el camino".

Prince hablaba sobre "este juego llamado vida", aquí podemos imitar un poco a Musk y asumirnos protagonistas y responsables de nuestra propia narrativa. ¿Qué clase de historia estamos dispuestos a contar hoy?


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