Matana Roberts-COIN COIN Chapter Three: river run thee (2014)
Matana
Roberts-COIN COIN Chapter Three: river run thee (2014)
“Al final, no recordaremos las palabras de nuestros enemigos, sino el
silencio de nuestros amigos.”
Martín Luther King Jr.
Cuando un lee libros de Cortázar, García Márquez, Hesse o
Karl Ove, uno sabe que los autores no quieren hacer una simple novela, son
pretenciosos (y que bueno) y quieren que
su libro sea siempre algo más, algo que se salga de esas páginas, que no tenga limitantes
y se aferre nuestras vidas, que se
convierta en algo que invada y sature nuestros sentidos, no sólo visualmente,
sino auditivamente y demás.
Si he podido conocer a alguien que sabe cómo transformar las
pesadillas en sonido puro ese debe ser el australiano Ben Frost, si, ese que
hizo el buenísimo By The Throat, y recientemente editó el inquietante A U R O R
A, como señalé hace poco, me encantaría escuchar a Frost produciendo a la canadiense
Tanya Tagaq, y si me permiten, quisiera agregar a un personaje más a esa lista
de buenos deseos que quizá nunca veré realizados: Matana Roberts.
Matana Roberts es un artista estadounidense que ha crecido
de manera casi exponencial, ha pasado de ser una saxofonista extraordinaria, y ha
conseguido incrementar su potencial como compositora, como vocalista y como
artista de sonido, al grado que sus discos se han ido convirtiendo de manera progresiva
en verdaderos monumentos de la ambición sonora, yendo del jazz al góspel sin
mucho problema y de ahí a las inusuales grabaciones de campo, y no sólo eso,
Matana ha sabido inyectar a sus grabaciones de una profunda y relevante conciencia
social digna de ponerle mucha atención y de causar bastante ruido.
COIN COIN Chapter Three: river run thee es un disco que se
desmarca fácilmente de la categorización sencilla, que conjuga diversos
elementos para robustecer su esencia, por un lado tenemos el trabajo
instrumental de Matana, su saxofón que en esta particular grabación pasa un
poco a segundo plano, aunque no por esto su instrumento deja de calar como hierro
ardiente, o de resonar como un viento estremecedor y frio que nos sacude,
cuando lo pone en acción.
Pero aquí, en esta particular grabación, el centro de las
acciones es la voz de Matana, no específicamente cantando, sino entonando lo
que parecieran oscuros y milenarios conjuros, arropados estos por un torbellino
de sonidos como fondo, una furia sónica, que en esta densa conjugación me trae
inmediatos recuerdos o imágenes de aquel preciador solitario y post
apocalíptico que me creaba aquel tema de The Wanderer del “hombre de negro”
Johnny Cash, aunque aquí Matana lleva la colisión sonora a los extremos,
convirtiendo el disco en una pesadilla alucinante provocada por una delirante
fiebre llevada de manera excelsa al medio auditivo, con la voz de Matana por momentos
deambulando aquellos oscuros pasillos por los que deambulaba la fantasmal e
inolvidable Nico, si, aquella musa “velvetiana”
de Lou Reed, entre otros, en su disco The End, un disco oscuro en el que Nico,
de por sí ya fantasmal, coqueteaba con los fantasmas del tema The End de los
Doors.
Sin miedo alguno a caer por momentos en el ruidismo Matana
arriesga mucho aquí y consigue sacar adelante un disco ejemplar, compuesto de
temas abrasivos y que a la vez, invitan a la reflexión mediante su énfasis por
la voz hablada, de sus relatos alucinantes como resultados de esas fiebres
delirantes, una pesadilla sonora, pudiera ser, o un sueño de esos que nos
marcan el camino, que nos dan una señal, y de los cuales al despertar, no
volvemos a ser los mismos, así de trascendental se ha vuelto la obra musical de
Matana, por lo que la gran oportunidad que se presenta aquí de escucharla, es y
será siempre bienvenida, además de que pudiéramos hablar, sin temor a sonar
exagerados que este es el primer gran disco del año que apenas comienza.
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