Adaptación
Adaptación
Por: Ghost Writer
La hora de la comida (a mediodía) regularmente para mí era
la hora de ir al gimnasio, sé que suena un poco raro, pero por años esa fue mi
rutina, aprovechar al máximo mi tiempo, y utilizar el ejercicio no sólo para
temas de beneficio físico, también mental y emocional, buscar un gimnasio
cercano a mi lugar de trabajo y estar allí a mediodía, que por lo regular es la
hora en que los gimnasios se encuentran casi vacíos, así que por lo regular
solía tener el local para mí sólo por poco más de una hora (todo un privilegio),
lo cual me permitía realizar mi rutina sin interrupciones y sin tiempos de
espera, por lo regular estábamos máximo dos personas más y yo, podía
desconectarme de todo el rollo de la oficina, deshacerme el estrés, concéntrame
perfectamente, no perder mucho tiempo, darme un buen baño y regresar “como nuevo” a la oficina.
El primer gimnasio en el que estuve era una antigua casa con
sótano y desván que había sido acondicionada para albergar decenas de aparatos
de musculación, un alucinante laberinto de “terrazas temáticas” (en el sótano están los aparatos de espalda y hombro, en
éste otro los de pierna, acá están los aparatos para brazo y acá arriba los de
espalda), otro que me encantaba estaba arriba de un salón de fiestas y hoy es
una pastelería, otro era bastante angosto y largo, como un enorme pasillo
oscuro, otro era un viejo taller de camiones en las orillas de la ciudad, hoy
es un centro comercial bastante concurrido, tal vez el lugar más extraño en el
que he podido entrenar ha sido en un gimnasio en el centro de la ciudad que se
hallaba en un enorme sótano, esto no sonaría nada extraño, de no ser porque en
la parte de arriba se encuentra una funeraria, extraño pero así es.
Dejé de ir al gimnasio hace casi seis meses cuando inició la
pandemia en Monterrey, el riesgo de enfermarse en un gimnasio es alto, si
consideramos que mucha gente usa los mismos aparatos y el virus del Covid dura
un buen tiempo sobre superficies metálicas, es complicado estar pensando en
lavarse las manos antes y después de usar cada aparato, si a eso agregamos que
la respiración es agitada por el esfuerzo realizado, hace que el lugar se
vuelva propicio para adquirir una enfermedad respiratoria, por si fuera poco,
los gimnasios por la mañana y por la noche se encuentran generalmente
abarrotados, un inconveniente más por lo propicio que resultaría esto para los
contagios, por lo que tuve que descartar el asistir a ellos, muy a mi pesar.
Cuando dejé de ir al gimnasio pensé que sería cosa de unas
semanas, pero ya sabemos que no fue así, la solución fue rescatar algunos de
mis viejos "fierros" que tenía en casa de mi papá, barras, mancuernas
y discos, improvisar un poco con unos garrafones de agua de 20 litros y unas cajas,
además de ir comprando poco a poco algo de equipo adicional, así la estancia de
la casa se transformó en un gimnasio, y tuve que adaptar muchas de mis rutinas
de entrenamiento a el equipo y el espacio disponible (lo cual me resulta
sumamente retador y gratificante), así han sido los últimos seis meses,
entrenando desde mi casa, improvisando un poco, pero considerando que sólo
estoy yo en este "gimnasio", es fácil realizar la rutina rápida y de
manera intensa, bien concentrado, con pocas interrupciones y entrenando de
forma más inteligente y productiva, se dice que los cambios sólo los provocan
las grandes crisis, y así fue en éste caso, estuve en gimnasios por casi 20
años y no me veía entrenando desde mi casa, ahora entreno en la mañana (a las 5
am) o en la noche, en el segundo piso de la casa, mientras que en el primero
hay una escuela, así es, en eso se transformó la sala de mi casa con mis hijas
tomando clase por Zoom (por cierto, el comedor es ahora la oficina).
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