Kalecinski irrumpió en Open y el juego podría no volver a ser el mismo

 


El mundo del bodybuilding es un circo donde los hombres persiguen la ilusión de la perfección, levantando hierro hasta que sus venas gritan por clemencia, todo por un instante fugaz bajo los reflectores. Imagina a Urs Kalecinski, ese titán alemán que ha estado arañando la cima de Classic Physique durante años, abandonando por fin las ataduras de la división por el caos sin reglas del Open. Es como cambiar un traje a la medida por la armadura de un gladiador, solo para descubrir que la arena está llena de leones con dientes más afilados. Hace un par de días no parábamos de hablar de este salto, y maldita sea si no resuena con esas jugadas audaces que convierten este deporte en un espectáculo retorcido de la arrogancia humana.


Chris Bumstead, el campeón de Classic Physique en seis ocasiones en el Mr. Olympia, quien escuchó los susurros —o más bien, los gritos— de que su físico había superado la categoría. “Esta caja ya te queda pequeña”, le decían, y tras ganar su sexto título en 2024, se “retiró” solo para reaparecer semanas después en el Prague Pro en noviembre, probando las aguas del Open. Quedó en segundo lugar tras Martin Fitzwater, una despedida digna para un tipo que lo había conquistado todo en Classic. Sin arrepentimientos, solo una sonrisa ante lo absurdo de todo: nada que demostrar en un reino, pero arriesgando el ego en otro. ¿No es casi nihilista? Perseguir cimas que se desmoronan en el momento en que las alcanzas.


Luego está la manada de contendientes de Classic que han coqueteado con el cambio, pero se aferran a lo conocido. Mike Sommerfeld y Ramon Rocha Queiroz se quedaron, apostando a que sus cuerpos aún podían exprimir unos años más de la gracia subjetiva de la división. Rocha, el dinamo brasileño, incluso insinuó un movimiento al Open tras el Olympia 2024, pero lo descartó, argumentando que sus líneas aún encajaban en el molde. Subjetivo, claro, como discutir si una escultura es demasiado musculosa para la galería. Otros, sin embargo, ya cruzaron: Breon Ansley abandonó Classic en 2022 cuando sus piernas se explotaron más allá de los límites, apuntando al juego de los monstruos de masa. Estas decisiones son pura ruleta existencial en un deporte donde un aumento de volumen equivocado puede acabarlo todo.


Pero Urs no solo coqueteó: se lanzó de cabeza. Siempre en el top tres de Classic (tercero en 2024, ojo), conmocionó a todos en agosto de 2025 al anunciar el cambio, citando el hambre insaciable de su físico por más tamaño. Su cuerpo estaba mutando, exigiendo un crecimiento que las restricciones estéticas de Classic no podían permitir. Avanza hasta su debut en el Promuscle Italy Pro 2025 en Milán, el 7 de septiembre, y ¿el resultado? Victoria indiscutible en Men’s Open, sumando casi 15 kilos para alcanzar unas 260 libras en el escenario. Superó al resto, ganándose la primera calificación al Open del Mr. Olympia 2025 en octubre. Sin tropiezos de novato; Urs llegó cargado, un testimonio de una locura calculada.


¿Lo que más me impactó? Esa presencia densa y sombría que evoca a un joven Dorian Yates, el propio “The Shadow”, quien dominó el Open en los 90 con una espalda monstruosa y una mentalidad forjada en los gimnasios rudos de Birmingham. Los fans en redes están viendo paralelismos: el físico denso de Urs y su presencia escénica gritan recuerdos de Yates, como se ve en los clips virales de su rutina en Italia. No es solo masa; es la intensidad enigmática, la forma en que domina el escenario como si estuviera desentrañando una broma cósmica sobre la mortalidad. Yates entrenaba con una eficiencia brutal, sesiones de alta intensidad que rayaban en la tortura, ecos que Urs canaliza, transformando una caída en dominio puro.


Aquí viene el giro complicado: ¿se lanzará Urs al Olympia de este año o esperará hasta 2026? Dale dos o tres años más de evolución y visualiza el caos: una fuerza entre los grandes, donde el tamaño devora la sutileza. Pero en el vacío del bodybuilding, ¿cuál es el sentido? Construyes imperios de músculo que el tiempo erosiona de todos modos. La victoria de Urs recuerda a leyendas como Arnold Schwarzenegger, que en los 70 saltó categorías mezclando la elegancia de clásica con el poder del Open, o los reinados impecables de Phil Heath. Aun así, el salto es una apuesta; un paso en falso y eres historia.


En este circo de la cultura pop, la historia de Urs da un vuelco al guion de la complacencia. Es absurdamente cómica —hombres hambrientos e hinchados por estatuas de bronce— pero profundamente humana, un guiño nihilista a empujar límites cuando nada importa. La adrenalina de reinventarte en medio del esfuerzo supremo. Por eso miramos, por eso nos obsesionamos: en un mundo de conformismo y apariencias, estos saltos exponen la cruda y ridícula búsqueda de más.


Y apenas al momento de terminar de escribir estas líneas, me entero de la nueva gran noticia, el legendario campeón de la división 212, Keone Pearson, a quien muchos hemos señalado como el futuro del bodybuilding, ha decidido, inspirado tal vez en el coraje de Kalecinski, dar el gran salto y competir en la división Open, debutando en Praga. Vaya revolución de la que estamos siendo testigos en el mundo del bodybuilding. Lo anunciamos con mucha anticipación hace apenas unos meses y muchos nos tacharon de ilusos, pero el tiempo se ha encargado de validar esa vision que tuvimos respecto al futuro del bodybuilding. Kalecinski y Pearson, teniendo éxito en la división Open, es un fuerte llamado a los bodybuilders en las categorías Classic Physique y 212, a tener el valor y atreverse a dar el gran salto. 



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