Sombras Nada Más. Héroes Asesinados en Hollywood
Hollywood es la gran fábrica de sueños, pero sus pesadillas son mucho más fascinantes, cómo nos lo dejaría claro David Lynch. Cada blockbuster que celebramos existe sobre el cadáver de cien películas que no llegaron a las salas, y que pudieron redefinir el cine. Nicolas Cage como Iron Man. Cage como Superman dirigido por Tim Burton. Phoenix como Batman en la visión más brutal jamás concebida. Estas no son simples curiosidades de casting: son universos paralelos donde el arte venció al marketing.
Burton confesó algo que pocos directores de cintas de superhéroes admiten: odiaba los cómics, pero adoraba a sus revolucionarios creadores. Alan Moore y Frank Miller habían dinamitado la mitología infantil de Batman, convirtiéndolo en algo digno de la pluma de Dostoyevski. Cuando Burton eligió a Michael Keaton para Batman en 1989, las protestas fueron apocalípticas. Los fans veían a un comediante donde se necesitaba a un héroe. Todos se equivocaron. Burton vio lo que ellos no podían ver: Restringir la locura de Keaton haría maravillas en su interpretación. La locura controlada de Keaton era el Batman perfecta para enfrentar a otro maníaco genuino, Jack Nicholson. Pelea el fuego con fuego, diría Metallica.
La genialidad accidental de Burton fue poner frente a frente a dos psicópatas funcionales. Keaton podría haber interpretado al Joker con la misma maestría que a Batman, esa energía desquiciante que lo convertiría en especialista de personajes alados y maníacos: Batman, Birdman, Vulture. Nicholson, por su parte, nació para ser el Joker, aunque Heath Ledger lo superaría décadas después canalizando a Johnny Rotten de los Sex Pistols. Ironía brutal: Willem Dafoe, quien audicionó para el Joker, terminaría compartiendo pantalla con el futuro Batman Robert Pattinson en The Lighthouse, creando la tensión psicológica que su Joker nunca pudo explorar. Defoe sería el Green Goblin de la película Spider-Man de Sam Ramírez. Siempre he pensado que el Green Goblin tiene mucho de el Joker, y de la Bruja Mala del Oeste.
Pero la película perdida que podría mantener despiertos a los cinéfilos es otra: el Batman de Darren Aronofsky que Warner Bros. asesinó en 2000. Aronofsky, maestro del horror psicológico que nos dio Requiem for a Dream y Black Swan, trabajó con Frank Miller en algo que habría redefinido el género de superhéroes para siempre. Su Batman sería sucio, violento, criado en las calles. Más Taxi Driver que Dark Knight. Más Scorsese que Burton.
La elección de Joaquin Phoenix como Bruce Wayne era genial y aterradora. Phoenix, años antes de convertirse en el Joker más controversial, habría interpretado al enemigo de su futuro personaje en una versión que los ejecutivos consideraron demasiado perturbadora para el público. Warner quería algo "vendible". Obtuvieron Batman Forever. El guión de Aronofsky y Miller se volvió legendario, un objeto de culto que circula entre coleccionistas como evangelio prohibido.
Miller no fue convocado por casualidad. Sus historias de los 80 resucitaron a Batman de la muerte comercial, inspiraron a Burton, sirvieron de base a Nolan y guiaron a Matt Reeves. Miller entiende que los mejores superhéroes no son aspiracionales: son estudios de caso psiquiátrico. Su Batman es obsesión y control. Su influencia alcanza incluso a Moon Knight, otro personaje inspirado en The Shadow que explora la fragmentación mental donde Batman solo araña la superficie.
Moon Knight sería el personaje perfecto para Aronofsky: múltiples identidades, visiones místicas, esa ambigüedad delirante entre enfermedad mental y poder divino. James McAvoy podría interpretarlo, o mejor aún, Phoenix regresando al territorio psicológico que Warner le negó. La conexión con M. Night Shyamalan es inevitable: su Unbreakable sigue siendo una de las mejores películas de superhéroes jamás filmadas, una deconstrucción sombría que comparte ADN con el Batman perdido de Aronofsky.
¿Podría Shyamalan dirigir a Phoenix en Batman? Su trabajo en Split, Glass. Unbreakable y Trap, demuestra que entiende la psicología fracturada mejor que cualquier director de Marvel o DC. Pero Hollywood prefiere lo seguro, lo testeable, lo vendible. Prefiere Iron Man 27 antes que una obra maestra perturbadora.
Estoy convencido de que las mejores películas nunca se filmaron. Existen en ese limbo donde el arte y el comercio libraron batallas que el arte perdió. Pero su fantasma perseguirá por siempre cada blockbuster mediocre, recordándonos lo que pudo ser. En esas sombras vive el verdadero cine de superhéroes: brutal, honesto, aterrador. Exactamente como debería ser.



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