Seducción y Pesadillas: El Horror Cósmico que nos hace dudar de nuestra propia humanidad.

 


La premisa de Under the Skin suena como el pitch que un guionista chiflado le vendería a Netflix después de su tercera línea de cocaína: una extraterrestre disfrazada de mujer seduce hombres escoceses en una van blanca. Básicamente, es To Catch a Predator pero con los papeles invertidos y dirigido por alguien que aparentemente nunca ha visto una película de Hollywood en su vida. Jonathan Glazer, ese director de videos musicales que decidió que ya había torturado suficientes bandas británicas, nos entrega una obra que funciona como si David Lynch hubiera parido a Species después de una mala noche con hongos alucinógenos.


Scarlett Johansson —sí, la misma que cobra más que el PIB de algunos países pequeños— acepta este papel realmente kamikaze donde busca seducir a tipos comunes y corrientes de Glasgow. Imaginen el nivel de absurdo: la mujer que normalmente cobra millones por salvar el universo en spandex, ahora cazando plomeros escoceses con la misma dedicación metodológica de un entomólogo recolectando especímenes. Glazer, en un movimiento que oscila entre la genialidad y la locura clínica, suelta a Johansson en plan incognito en las calles con gente real que no la reconoce. Es como un experimento sociológico perverso donde el laboratorio es Escocia y la rata de laboratorio es realmente el espectador. 


El resultado es una experiencia cinematográfica que se siente como estar atrapado en el elevador con HAL 9000 mientras el soundtrack de Eraserhead suena de fondo. Glazer construye cada escena como si fuera un relojero suizo armando una poderosa y letal bomba: cada elemento calculado para el máximo discomfort. La banda sonora de Mica Levi no es música; es tortura auditiva diseñada para hacer sufrir al sistema nervioso más resistente. Esto no es entretenimiento, es una brutal prueba de resistencia psicológica.


Lo que convierte a Under the Skin en algo genuinamente perturbador no son los jump scares baratos ni los litros de sangre falsa. Es la manera en que Glazer transforma el acto más primitivo de la seducción en algo completamente fuera de este mundo. Cada conversación que Johansson entabla con sus víctimas se siente como una disección en vivo: ella aprende sobre la humanidad mientras nosotros observamos hombres reales siendo engañados por una cámara oculta cósmica. Borat pero si Sacha Baron Cohen fuera un extraterrestre homicida con problemas de identidad existencial.


La genialidad sádica de Glazer radica en convertir lo familiar en absolutamente terrorífico. Una van blanca —ese vehículo universal del secuestrador— se convierte casi en una nave espacial. Una mujer hermosa —arquetipo del deseo masculino— se transforma en algo completamente antihumano. Glasgow —ciudad que ya de por sí parece post-apocalíptica— funciona como el paisaje perfecto para esta pesadilla urbana. Es como si The Twilight Zone hubiera tenido un hijo bastardo con Planet Earth y lo hubieran criado viendo demasiado Twin Peaks.


Pero aquí está el truco cruel: mientras observamos a estos hombres caminar hacia su destrucción total a manos de un aterrador ser extraterrestre, Glazer nos obliga a confrontar nuestra propia naturaleza predatoria. ¿Quién es realmente el monstruo? ¿La que los seduce o el espectador que observa con fascinación mórbida? La película funciona como un espejo negro que refleja los instintos más primitivos mientras pregunta: ¿qué tan diferente podría ser el espectador, de esta entidad que estudia humanos como especímenes? Tal vez, probablemente no mucho.


Under the Skin no busca ser la película de terror favorita de Hollywood; busca ser parte permanente en nuestras pesadillas. Glazer ha creado algo que trasciende el género porque, fundamentalmente, ha comprendido una verdad incómoda: el horror más efectivo no viene de lo que se ve, sino de lo que revelan sobre uno mismo. En una época donde el terror cinematográfico ha evolucionado de simples sustos hacia exploración psicológica profunda — Hereditary, Midsommar, The Lighthouse— esta película funciona como el ADN primordial de esa mutación.


Under the Skin es un tratado brutal sobre la soledad disfrazado de película de ciencia ficción, un estudio sobre la empatía narrado como horror cósmico. Glazer no da respuestas porque las preguntas correctas son más aterradoras que cualquier monstruo que pueda aparecer. Under the Skin es arte que incomoda. Under the Skin es puro miedo existencial.

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