La Pared que Devora

 


El agujero negro no se callaba, y esa era la conversaci贸n m谩s inc贸moda que hab铆a tenido desde que mi terapeuta me pregunt贸 por qu茅 odiaba a mi padre. La cosa viv铆a en la pared como un tumor parlante que hab铆a firmado un contrato de arrendamiento eterno. A primera vista parec铆a una mancha —el tipo de imperfecci贸n que tu cerebro registra pero que tu consciencia prefiere ignorar hasta que un d铆a decides limpiarla y ella te devora el trapo como aperitivo. Esta mancha ten铆a la voz de mi padre, pero no la versi贸n cari帽osa de los recuerdos editados, sino la real: esa que conoc铆a exactamente qu茅 palabras usar para hacerte sentir como un fracaso existencial. Se dice que cuando invocas a un muerto, quien responde es un demonio haciendo cosplay. Yo no hab铆a invocado nada. Solo intent茅 limpiar una mancha que result贸 tener mucha hambre.


Mi padre hab铆a muerto en esa casa tres meses atr谩s. Su coraz贸n actu贸 como todos los 贸rganos humanos: m谩quina perfecta hasta el d铆a que decide jubilarse sin previo aviso. Muri贸 exactamente cuando sus seis gatos descubrieron que la lealtad tiene l铆mites cal贸ricos. Era v铆ctima de la iron铆a m谩s elegante jam谩s documentada: el taca帽o que nunca comparti贸 ni una migaja termin贸 convertido en banquete felino. Sin su alimento sabor salm贸n disponible, los gatos exploraron el men煤 org谩nico m谩s fresco de la casa. Cuando lo encontr茅 d铆as despu茅s, parec铆a el resultado de un focus group gastron贸mico donde los participantes hab铆an calificado la experiencia con excrementos estrat茅gicamente distribuidos por cada habitaci贸n. Ese excremento conten铆a ADN paterno digerido —una lecci贸n sobre reciclaje biol贸gico que ning煤n documental de Discovery hab铆a logrado transmitir con tanta precisi贸n escatol贸gica. Las bacterias declararon independencia como trabajadores huyendo de una f谩brica en llamas, cada una buscando nuevos horizontes corporativos fuera del cad谩ver.


El cerebro sobrevive siete minutos despu茅s de que el coraz贸n se rinde. Siete minutos de consciencia pura mientras tus mascotas debaten si empezar por los dedos de los pies o ir directo al plato fuerte. Me pregunto si mi padre alcanz贸 a procesar que sus "angelitos" lo estaban convirtiendo en cena navide帽a anticipada, con la misma metodolog铆a que aplicaban a los ratones del s贸tano. Los forenses nunca mencionan estos detalles en CSI: c贸mo los gatos dom茅sticos desarrollan t茅cnicas de carnicer铆a que har铆an sonrojar a un chef michelin especializado en v铆sceras.


La casa se desmoronaba con la elegancia de una democracia en crisis terminal. Un r铆o subterr谩neo hab铆a convertido el lugar en jard铆n bot谩nico clandestino donde brotaban frutas tropicales —semillas migrantes que el agua hab铆a recolectado en su tour ilegal por las tuber铆as de la ciudad. Las ranas croaban veinticuatro horas sin sindicato ni horarios, dirigiendo un coro anfibio que amenazaba la salud mental de cualquier lejano vecino sobreviviente. La vegetaci贸n devoraba muros con paciencia de abogado cobrando por minutos, mientras yo escarbaba entre documentos buscando los t铆tulos de propiedad de una herencia que result贸 ser m谩s maldici贸n que premio de loter铆a. El polvo dom茅stico —me di cuenta con horror cient铆fico— eran c茅lulas muertas de mi padre cubriendo el piso, los muebles y flotando en el aire. Cada respiraci贸n era comuni贸n forzada con su epidermis descamada de a帽o atr谩s, un sacramento familiar que ninguna iglesia hab铆a prescrito jam谩s.


Todo comenz贸 con mi berrinche inmobiliario digno de reality show. Desesperado por no encontrar los documentos legales, grit茅 al vac铆o: "¡Padre, ay煤dame a encontrar esos malditos papeles!" El silencio fue su respuesta —una groser铆a p贸stuma t铆pica de su personalidad. Tom茅 su botella de vino reserva y la estrell茅 contra la pared como brindis mal coordinado por el peor hijo del a帽o. Aparentemente, los contratos sobrenaturales se activan con vandalismo dom茅stico; las cl谩usulas est谩n escritas en un idioma que solo entienden los muertos y los empleados de compa帽铆as telef贸nicas. Semanas despu茅s, esa mancha de alcohol hab铆a evolucionado hacia algo m谩s siniestro: un moho que pulsaba como coraz贸n transplantado adherido a la pared, monitoreando mis signos vitales mientras calculaba el momento perfecto para su debut en el teatro del horror hereditario.


La mancha creci贸 siguiendo principios de marketing viral y expansi贸n empresarial agresiva. Cuando intent茅 limpiarla nuevamente, sent铆 c贸mo lat铆a bajo el trapo como 贸rgano vivo procesando informaci贸n. Luego se trag贸 la tela completa en un acto de fagocitosis dom茅stica que desafiaba mis conocimientos b谩sicos de biolog铆a. Pens茅 en ratas —explicaci贸n racional para fen贸menos irracionales. Las ratas eran inquilinas comprensibles con h谩bitos predecibles. Pero las ratas no recitan profec铆as usando la voz de tu padre muerto con esa entonaci贸n espec铆fica que empleaba para leer facturas de electricidad vencidas, as铆 que mi hip贸tesis cient铆fica ten铆a fallas metodol贸gicas considerables. Adem谩s, las ratas no suelen conocer fechas exactas de muerte ni n煤meros de seguro social.


Visitaba la casa solo durante el d铆a, huyendo antes del anochecer como vampiro con horario de oficinista. Mi esposa hab铆a salido fuera de la ciudad con nuestros hijos con excusa de "visita familiar" —decisi贸n que ahora interpretaba como premonici贸n maternal de alto nivel. Las mujeres detectan peligros sobrenaturales con precisi贸n militar, aunque curiosamente fallan detectando parejas abusivas incluso cuando ya es obvio. Planeaba usar esos d铆as para liquidar la biblioteca paterna: vol煤menes sobre teolog铆a baratas帽 e ingenier铆a civil obsoleta que ya nadie consultar铆a, sabidur铆a in煤til esperando su cita con el reciclaje municipal. Pero la escalera de madera ten铆a agenda propia. Se quebr贸 bajo mi peso, me aferr茅 al armario, todo cedi贸 y una avalancha de conocimiento in煤til me sepult贸 como met谩fora demasiado literal sobre herencias t贸xicas y muebles defectuosos heredados de generaciones anteriores.


Despert茅 en una oscuridad absoluta, recordando mi infancia: esas noches cuando me despertaba y caminaba por el pasillo tocando las paredes, buscando la cocina donde mis padres susurraban sobre dinero y mi futuro incierto. Ahora solo quedaba una voz emergiendo de un agujero m谩s negro que el espacio entre las estrellas muertas —un portal con servicio al cliente veinticuatro horas y pol铆ticas de devoluci贸n inexistentes. Dentro del vac铆o, una espiral giraba hipn贸ticamente como screensaver dise帽ado por demonios con formaci贸n en publicidad subliminal. Esa noche aprend铆 que los agujeros negros caseros ignoran las leyes f铆sicas pero respetan estrictamente las reglas del terror familiar: se nutren de culpa transgeneracional, crecen aliment谩ndose de secretos familiares y cobran deudas emocionales con intereses que har铆an palidecer a cualquier usurero profesional.


Mi padre hab铆a conseguido empleo en recursos humanos del inframundo, recitando nombres y fechas de muerte con eficiencia de funcionario gubernamental especializado en malas noticias. Los viejos ten铆an turnos pr贸ximos; los j贸venes, citas m谩s distantes —sistema de reservaciones para el cementerio bien organizado y con consecuencias irreversibles. La informaci贸n brotaba del agujero como m谩quina expendedora de tragedias: "Elena Rodr铆guez, ochenta y dos a帽os, jueves pr贸ximo durante el noticiero. Roberto Silva, treinta y nueve a帽os, accidente de tr谩fico en diciembre. Carmen L贸pez, diecisiete a帽os, sobredosis el d铆a de su graduaci贸n..." Cada nombre representaba una biograf铆a que terminar铆a puntualmente seg煤n el cronograma c贸smico administrado por mi padre muerto convertido en bur贸crata de la mortalidad.


Quit茅 tablas de las ventanas buscando luz lunar —la 煤nica iluminaci贸n disponible en este teatro de operaciones paranormales donde la electricidad hab铆a sido cortada por falta de pago al cosmos. Necesitaba las llaves de la casa y del auto para escapar antes de que mi cordura presentara su renuncia definitiva. Fue entonces cuando detect茅 la figura: cabeza completamente calva reflejando luna llena como esfera de discoteca macabra, patrullando el per铆metro sin asomarse jam谩s hacia el interior. Era guardia de seguridad fantasmal cumpliendo turno eterno con dedicaci贸n de empleado del mes. La vegetaci贸n se lo tragaba y expulsaba en diferentes coordenadas como videojuego de estrategia jugado por la naturaleza usando apariciones como fichas. Sus pasos no produc铆an sonido, pero las plantas se apartaban formando senderos temporales que se cerraban tras su paso. Entonces escuch茅 mi nombre emerger del agujero, seguido de una fecha. Lejana, gracias al universo. Respir茅 aliviado hasta escuchar los nombres de mi esposa e hijos. Misma fecha para todos. Hoy. El sistema hab铆a procesado nuestros expedientes como paquete familiar con descuento por volumen.


Cuando finalmente escap茅, comprend铆 que hab铆a abandonado algo fundamental en esa casa —posiblemente mi 煤ltima oportunidad de fingir que la realidad ten铆a sentido l贸gico. Algo continuar铆a creciendo, metabolizando secretos familiares, esperando con paciencia infinita de los fen贸menos sobrenaturales y los contratos de telefon铆a celular. Los agujeros negros dom茅sticos poseen memoria perfecta y base de datos actualizada: conocen tu direcci贸n, el nombre de tu esposa, tus n煤meros de tarjetas de cr茅dito y la fecha exacta en que todo terminar谩 para tu linaje. Porque algunas manchas en la pared trascienden su naturaleza decorativa —son portales hacia verdades que preferir铆as ignorar eternamente, administrados por padres muertos que finalmente encontraron el m茅todo perfecto para tener la 煤ltima palabra en cada discusi贸n familiar, desde la comodidad de la muerte y sin pagar servicios p煤blicos. El agujero sigue ah铆, esperando, susurrando nombres al vac铆o. Y ahora conoce mi nueva direcci贸n.

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