Blue Cheer, Vincebus Eruptum, 1968, Una Reseña
Blue Cheer, Vincebus Eruptum, 1968, Una Reseña
Por: Erreh Svaia
El Craneoscopio
“Corran por sus vidas” solía decirse antes de una
presentación de los Blue Cheer, y es que si para 1968, bandas como Hendrix, The
Jeff Beck Group y The Velvet Underground estaban llevando la música de rock a
los extremos, el enfoque de ésta banda Californiana fue más simple que la de
sus contemporáneos, volumen y más volumen, el blues estaba bien, la psicodelia
estaba perfecta, la distorsión que apenas se empezaba a aplicar al rock n roll
estaba bien, pero ellos querían más, así fue como se materializó Vincebus Eruptum
en 1968, disco cuyo título pareciera referirse a una peligrosa infección, y en
cierta forma era una buena descripción de uno de los discos que se empeñaba en taladrar
el cerebro y convertirse en uno de los primeros en celebrar el ruido de ésta
forma, tal vez Lou Reed y su disco Metal Machine Music, lo harían de ésta
salvaje forma, varios años después, pero lo Blue Cheer habían llegado a dónde
muchos sólo lo habían soñado, sumergiéndose por completo en el volumen y la
electricidad como ningún otro acto antes lo había hecho.
Así escuchábamos el brutal tratamiento que la banda le daba
al clásico de Eddie Cochran, Summertime Blues, como un experto equipo de
demolición al unísono, con el fabuloso baterista Paul Whaley, cuyo ataque a los
tambores ya gritaba “¡Heavy Metal!”, con el legendario guitarrista Leigh
Stevens, como un Jimi Hendrix poseído, no tan diestro técnicamente, pero
perfectamente adentrado en los alucinantes experimentos del “gitano eléctrico”,
y un Dickie Peterson con su bajo distorsionado al máximo y capaz de liderar tal
caos de una forma que sin duda sería una epifanía para muchos de los grupos de
rock pesado que se empezarían a forman en aquellos años, el tema es
transformado por completo a favor de la banda, con un Whaley furioso y
devastador, un Stevens rabioso en las guitarras y un Peterson decidido a
destruirnos con su poderoso bajo, si a esto sumamos la completamente temeraria
actitud de la banda, es imposible no poner atención a un disco como éste.
Y aunque Rock Me Baby, nos da apenas un respiro, Whaley y Peterson
en ningún momento dan un paso atrás, Whaley es un monstruo en su batería, no
tan diestro como un Keith Moon o Ginger Baker, pero si con mucho más músculo y decisión,
así la banda usa el blues de éste tema como una mera plataforma para nuevamente
liberar a sus demonios internos, que Stevens capta perfectamente y transforma
en endemoniadas lenguas de electricidad pura, de una forma en que sin duda
gente como Lou Reed o Jeff Beck se sentirían bastante orgullosos, garantizando
seguramente monumentales vibras que seguramente podrían sacudir un local hasta
sus mismas bases, al tiempo que Peterson seguramente podría arrancar la pintura
de las paredes con sus desgarradoras vocales.
La banda rápidamente regresa a su posición extremista,
jugándose el todo por el todo con Doctor Please, que nos muestra el feroz bajo
de Peterson, sumado a la monstruosa de Stevens, de una forma seguramente
inédita para la época, conjugando de ésta forma una asombrosa ejecución que
para entenderla tendríamos que imaginarnos seguramente los Napalm Death en la época
del genial Scum, así de surrealista y extremo debió ser presenciar a ésta poderosa
banda en directo, que apostaba la vida en cada nota, seguramente ganando muchos
detractores por su peligrosa adicción a los decibles, pero también ganando
adeptos de corazón que habrían de aplicar técnicas igualmente arriesgadas en
los años por venir, confirmando la vocación profética de éste disco (indudable
influencia en gente como Cliff Burton, o los Melvins), conjugando elementos de
una forma que seguramente muy pocos habrían podido concebir de una manera tan
poco precisa y demoledora.
Out of Focus y Parchment Farm son temas fabulosos que
incluso alcanzan a introducir en la mezcla ciertas notas de melodía, aunque la
banda no compromete en ningún momento su vocación por el caos total, y así lo
demuestra los duros golpes que Whaley da a su batería y las muchas veces abstractas
líneas de guitarra construidas por Stevens, que abrían las puertas de la percepción
a una nueva era que sin duda estaba llegando a través de éstos profetas,
curiosamente, los Blue Cheer tendrían un poco de más éxito inicial que muchos
de sus seguidores, aunque éste se disiparía pronto, no así el impacto trascendental
del la enorme osadía sonora que implica éste disco y los deseos y actitud de
una banda de llevar las cosas a los extremos sin importar el costo.
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