La Revolución Que No Lo Fue
La Revolución Que No Lo Fue
Por: Erreh Svaia
El Craneoscopio
No hay que olvidar que por muchos años la Secretaría de
Educación Pública ha sido el brazo ideológico de los gobiernos “revolucionarios”
en México, no hay más claro ejemplo que la idolatría que se le enseña a los
niños a profesar hacia la llamada “revolución mexicana”, una revolución inexistente
en el contexto de otras como la revolución francesa en la cual había una lucha
palpable entre el “pueblo oprimido contra el autoritario opresor”, si bien,
conocemos perfectamente el desenlace de la revolución francesa, más de lo
mismo, pero más grave y violento, la realidad es que muchas de las “revoluciones”
que conocemos, han terminado así, “derrocando a un régimen opresor” y sustituyéndolo
por uno más brutal todavía; en México, se nos enseña a amar a la “revolución” a
verlo como una metáfora idealizada del bien contra el mal, de ese “David contra
Goliath”, a pesar de que en la realidad, lo que la supuesta “revolución”
significa es una construcción hecha por los gobiernos posteriores con el fin de
crear una narrativa a varios de los conflictos sugeridos a partir del
debilitamiento del régimen de Porfirio Díaz, así como de su incapacidad de crear
un heredero de su régimen personalista, iniciado por Benito Juárez, y que tras
su muerte, caería en manos de Díaz, el indio mixteca por su carácter de último “héroe
sobreviviente” de la “gloriosa“ batalla durante la invasión francesa.
Lo que nos han enseñado como la revolución mexicana, en realidad
es un choque de múltiples conflictos desatados por intereses personales, que en
algún momento fueron impulsados por un aparente titubeo del entonces dictador Porfirio
Díaz, quien empezaba a anunciar su aparente entendimiento de México como un “país
desarrollado” que parecía estar listo para dejarse llevar por las corrientes de
la democracia, nuestra “adorada revolución” en realidad se convertiría en una guerra
de ejércitos personales que buscaban el poder a toda costa, algunos de sus
protagonistas, bastante ingenuos, como el caso de un Francisco I. Madero, en
cuya persona se concentraron fuerzas que en un principio buscaban apoyar al
General Bernardo Reyes, y que no se pudieron materializar, en unos cuantos
meses, Díaz dejaba el país, mientras Madero llegaba al poder y era golpeado
furamente por la prensa, más de los ejércitos personales del sur y del norte, y
una suerte de golpe de estado al interior que le costaría la vida, lo que seguiría,
serían varios intentos por parte de los “caudillos” por hacerse del poder en
medio del vacío ocasionado por el conflicto, así veríamos pasar a Venustiano
Carranza, a Álvaro Obregón y a Plutarco Elías Calles, éste último el que posiblemente
encontró la fórmula para instaurar el ´poder de una forma permanente a través de
la formación de un “partido de vanguardia” a la usanza de los modelos
comunistas de Stalin y fascista de Mussolini y Hitler, al final, el verdadero “triunfador”
de la “revolución”, sería Lázaro Cárdenas, que lograría cooptar todos los sectores
en pugna bajo un modelo corporativista que llegaría hasta nuestros días.
Lo que los mexicanos hemos terminado celebrando cada 20 de noviembre,
es una construcción histórica que dista mucho de la cínica realidad, un
conflicto entre múltiples partes ambicionado el poder absoluto para sus
personas, traducida por una visión marxista que busca imponer una percepción de
la lucha de un “pueblo noble” contra un “feroz dictador”, lo que los mexicanos
realmente festejamos no es precisamente una revolución, sino la instauración de
un régimen corporativista que encontraría la manera correcta de conservar y heredar
el poder reduciendo tensiones entre varios grupos, una realidad totalmente
alejada de la visión original de grupos anarquistas que fueron cruelmente
exterminados por el régimen de Benito Juárez (como el movimiento encabezado por
Julio Chávez López), de los hermanos Flores Magón en Oaxaca y Baja California,
que fueron perseguidos y encarcelados en épocas de Porfirio Díaz, del legendario
Partido Liberal Mexicano (perseguido aún en tiempos de Plutarco Elías Calles y
del que Francisco I. Madero, alguna vez fuera parte)), o de los primeros revolucionarios,
como Pascual Orozco, que fueron de los pocos que atendieron realmente el
llamado de Francisco I. Madero aquel 20 de Noviembre de 1910 a las 6 de la
tarde (que en algún momento tuvo a Francisco Villa como su subordinado), y que
al llegar Madero al poder, se serían traicionados por él casi de manera
inmediata.
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