Miles Davis, Bitches Brew, 1970, Una Reseña




Miles Davis, Bitches Brew, 1970, Una Reseña

Por: Erreh Svaia

CRANEOSCOPIO

Como siempre, escuchar el monumental Bitches Brew de Miles Davis es un privilegio, una de las obras realmente más revolucionarias del mundo de jazz (además del súper radical (On the Corner), que nos muestra a un Miles Davis explorando fuertemente fuera del mundo del jazz, abrazando por completo la improvisación en un contexto abierto y más cercano al rock o al funk de aquellos años, orientado su sonido a escuchas más arriesgados y encontrando una suerte de territorio común con la música del innovador Jimi Hendrix y del poderoso Sly Stone, así Miles entregaría uno de sus discos fundamentales, acompañado de personajes de primer nivel como el pianista Chick Corea, el bajista Dave Holland, el guitarrista John McLaughlin, el baterista Jack DeJohnette e incluso el percusionista Arto Moreira.

Bitches Brew es un viaje a lo más profundo e innovador de la música negra de esa época, desde el mundo del jazz, del cual provenía Miles, hasta el rock estridente de Hendrix y la corriente dura de funk impulsada por Sly Stone, esto además de los motivos africanos que se presentaban en la legendaria portada de éste disco y los ritmos casi hipnoticos también, inspirados en la música del continente negro, con un Miles totalmente inmerso en el mundo de la improvisación, ya no bajo un contexto natural en la música jazz, sino adentrado en el territorio exploratorio del rock n roll y de músicos como los Grateful Dead que ya lo aplicaban en sus legendarias presentaciones en vivo que atraían a un número culto de admiradores que enloquecían con la forma en que los GD llevaban sus piezas de estudio al escenario.

Pharaoh´s Dance, composición del pianista John Zawinul, se encarga de abrir el disco a paso acelerado, la evolución de las líneas de piano eléctrico de Zawinul y las guitarras de McLaughlin (todo un espectáculo que se va develando poco a poco) poco a poco van entretejiendo la pieza, con las siempre interesantes incursiones del bajo de Holland, quien imprime musculo suficiente para no permanecer desapercibido, de ésta forma, se comienza a dar un duelo en paralelo tanto de los pianos de Zawinul y de Corea, así como de las baterías de DeJohnette y de Lenny White, conformando una poderosa sección rítmica que poco a poco va dando el espacio suficiente para la incursión de la trompeta de Davis, que va incrementando su nivel de estridencia por momentos y otra modulándose para cambiar las posibilidades de su ejecución.

El bajo de Holland se encarga de abrir el extraordinario tema que da nombre al disco, nuevamente con el énfasis puesto en la sección rítmica, denotando la profunda influencia que la música de rock estaba dejando en Davis, dinámica en extremo y entregando una amalgama de sonidos extraordinaria principalmente apoyada en el inicio por en la batería y por la poderosa trompeta de Davis, que aprovecha para sobrevolar por encima del exquisito caos sonoros que tan extraordinaria compañía de músicos conjura a sus pies, todo esto para después voltear su atención al funk y al jazz en Spanish Key, sumamente intensiva gracias a los bajos de Hollando y Harvey Brooks, además del duelo de metales entre el saxofonista Wayne Shorter, el clarinete de Bennie Maupin y la trompeta de Miles.

Tanto sería el respeto y admiración formado entre Miles y John McLaughlin, que una de las piezas del disco llevaría el nombre del guitarrista, quien aquí asume responsabilidades de líder y muestra la forma en que se reinventa por completo y desarrolla un estilo único, en comunión al espíritu global del disco, un disco sin duda, que muestra a Miles y acompañantes en la búsqueda de un estilo propio, poco convencional y único, incluyendo extraordinarios aportes de DeJohnette, Shorter Holland y Zawinul de forma continua, continuando con la extraordinaria Miles Runs the Voodoo Down (referencia al Voodoo Chile), pieza central del disco y definitivamente una de las grandes joyas del jazz experimental de la historia, con un fabuloso trabajo por parte de Holland, McLaughlin y Miles, quienes aprovechan de manera soberbia el espacio proporcionado por la sólida sección rítmica.

Para el final del disco, Miles y compañía nos entregan dos intrigantes piezas, con un cambio de paso que los enfila rumbo a algo más atmosférico, como en Sanctuary, con la trompeta de Miles en actitud totalmente corrosiva y estridente por momentos, y cambiando a sumamente introspectiva y gentil, todo esto gracias a la extraordinaria producción y manipulación del las cintas del genial Teo Macero (cuyo papel en el estudio sería equiparable sin lugar a dudas con el de George Martin y los Beatles), poseedor de una singular técnica de edición que obtenía maravillas de la cantidad enorme de minutos grabados por el conjunto de músicos, que seguirían con Feio, otro tema en el que la banda juega también con el silencio y con la atmósfera en general, realmente adelantándose a su época y sin duda aportando a lo que poco a poco se iría convirtiendo en la música “ambient”, más adelante.

A pesar del paso de 5 décadas, Bitches Brew sigue siendo un disco extraordinario, repleto de ideas revolucionarias, con un Miles rompiendo de lleno con el mundo del jazz (algo que ya había comenzado desde su monumental In a Silent Way) y abrazando por completo un espíritu innovador que le permitiría adentrase al mundo del Avant Garde, y mostrando el camino que vendría con el estruendoso Jack Johnson y el colosal On the Corner (mi favorito de ésta etapa de Miles), discos que se encargarían de poner a Miles a la cabeza de los grandes experimentadores temerarios de su época en el mundo del jazz y de la música en general.           

     

Comments

Popular Posts