Morrissey, I Am Not a Dog On a Chain, 2020, Una Reseña
Morrissey,
I Am Not a Dog On a Chain, 2020, Una Reseña
Por: Erreh Svaia
CRANEOSCOPIO
Disco número 13 (uno de mis números favoritos) en la carrera
solista del controvertido Steven Patrick Morrissey, y uno que gratamente nos
trae a un Morrissey arriesgado y decidido a experimentar como pocas veces ha
hecho en años recientes, titulado de forma alucinante como I Am Not a Dog on a
Chain, y editado en medio del Brexit y algunas declaraciones desafortunadas por
parte de Morrissey a favor de los partidos nacionalistas populistas en el Reino
Unido, producido por el veterano Joe Chiccarelli, quien pudiera presumir de su
trabajo con actos como Frank Zappa, que muestra a un Morrissey confiado en estar
presentado lo que posiblemente sea su mejor trabajo a la fecha, y por la manera
en que inicia, podemos confirmar que el entusiasmo de Morrissey no está demás,
ya que el cantautor ingles suena revitalizado y adentrándose en territorios distantes
de sus anteriores discos, el Low in High School o el disco de covers California
Son, que podríamos clasificar como “ligeros” a comparación de la densidad que
el vocalista de 60 años es capaz de imprimir en cada uno de los densos temas
que componen éste disco.
Clasificar éste I Am Not a Dog on a Chain, como el disco experimental
de Morrissey, no está muy alejado de la realidad, aunque cabe aclarar que
Morrissey nunca ha sido un personaje muy afín a la experimentación, sus experimentos
han ido de incluir una producción del legendario Mick Ronson, tendiente a las
guitarras pesadas, o el California Son, con sus covers de temas de los 60s,
aquí, el acento principal es en los sintetizadores y en los ritmos sintéticos,
que arrancan desde Jim Jim Falls, tema que cae por completo en el territorio de
la música electro, que consiguen arrancar el disco de forma energética, y
seguramente sorprendido a más de uno, siguiendo con Love is On its Way Out, en
el que las composiciones de Morrissey se siguen robusteciendo gracias a los
arreglos electrónicos que muestran al cantautor actualizando su sonido, sin
caer en lo ultra moderno o lo vanguardista, reteniendo esa afición del cantante
por la nostalgia de los años 60s, y después acercándose de manera llamativa a
la música electrónica de unos Depeche Mode, para el tema Bobby, Dont You Think
They Know?, en dónde Morrissey comparte el micrófono con la vocalista Thelma
Houston, además de añadir teclados con cierta influencia proveniente de los
Doors.
Para el tema que da nombre al disco, está claro que estamos en
territorio familiar para Morrissey, con ciertos guiños a los Smiths, sobre todo
en la sección rítmica, y que por momentos recuerda a la banda Cults, mientras
que para What Kind of People Live in These Houses?, Morrissey parece dar un
paso a tras a territorios todavía más familiares y menos propositivos, para
despúes lanzar señales confusas, con la modesta Knockabout World, o la más tradicional
Darling, I Hug a Pillow, con senda sección de metales que lejos de apuntalar el
tema, lo deja convertido en algo flojo, incluso capaz de despertar una sonrisa
de incredulidad, que apenas se alcanza a salvar con Once I Saw the River Clean
y su electrónica obsesiva, que pone a Morrissey al día con la música
electrónica y que se coloca como de lo mejor del disco, la realidad es que I Am
Not a Dog On a Chain, revela a Morrissey como lo que realmente es, un artista bastante
conservador, con una nostalgia muy devota al pasado que hace complejo poder
actualizar o modernizar su sonido, y esa es la principal falla del disco, que
termina sonando forzado, a pesar de temas como la lapidaria The Secret of
Music, que resulta un fallido experimento, dañando el cierre del disco, que el
cantante trata de rescatar con My Hurling Days are Done, con un disco que de inicio
promete más de lo que realmente termina cumpliendo, y que aunque terminan
sonando más a un desastre, ya de entrada es un triunfo en el sentido que
muestra a un Morrissey preocupado por cambiar para buscar escapar la obsolescencia,
hacer que un conservador a raja tabla se enfile hacia un rumbo evolutivo, es señal
de algo, a los 60 años, Morrissey se niega a volverse irrelevante, y en eso, el
disco vale la pena.
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