Alquimia Creativa o Cómo Transformar lo Cotidiano en Ideas
Soy un admirador ferviente de la creatividad. Me fascina la capacidad de crear algo donde antes no había nada, de tomar piezas dispersas de diferentes campos y unirlas para dar vida a algo nuevo. Para mí, la creatividad no es cuestión de generación espontánea; más bien, es como la alquimia: convertir el plomo de lo ordinario en el oro de lo extraordinario. He aprendido a identificar mis momentos de mayor creatividad, esos instantes en los que las ideas fluyen como travesuras de una mente curiosamente e inquieta, surgiendo de la nada y transformándose en algo brillante.
Curiosamente, estos momentos creativos me asaltan cuando mi mente está ocupada con tareas relativamente mecánicas. Me pasa cuando me ducho, cuando lavo los platos o incluso mientras conduzco. Parece que, al entrar en un estado de automatismo, una parte de mi cerebro se libera, desatando una explosión de ideas. Es casi automático: en cuanto el agua toca mi piel en la ducha, pensamientos que han estado revoloteando por días se alinean, se combinan, y de repente, algo nuevo nace. De hecho, muchos de mis escritos han surgido de esa manera.
A menudo he bromeado sobre lo incómodo que me resulta dedicar tiempo a bañarme, porque siento que interrumpo otras actividades. Me encantaría poder leer en la ducha. A veces escucho música o pongo un podcast, lo cual, por cierto, saca de quicio a mi esposa. Hoy en día, gracias a la tecnología, uso aplicaciones que convierten texto en voz, lo que me permite seguir "leyendo" mientras me baño. Este impulso de mantenerme en movimiento mientras hago algo aparentemente mundano se ha convertido en un detonante creativo. Mientras mi mente consciente se relaja, mi creatividad comienza a bailar.
Lo mismo ocurre cuando lavo platos. Para mí, lavar es una actividad terapéutica que me pone en piloto automático y permite que las ideas corran libres, con entusiasmo, creando conexiones inesperadas. No es raro que surjan conceptos innovadores en medio de esta rutina. Y cuando conduzco al trabajo, he notado que mi mente entra en un estado casi meditativo. A veces, llego a la oficina sin apenas recordar el trayecto, pero en ese tiempo han germinado ideas.
He aprendido a capturar estas ideas rápidamente, una labor de caza prácticamente. Si no lo hago, se desvanecen para siempre, se van, huyen de mi. Uso mi teléfono para tomar gran cantidad de notas o dicto mis pensamientos en aplicaciones extraordinarias que los transforman en texto. Este hábito de relajarme y no forzar el proceso creativo ha sido clave para que las ideas fluyan con naturalidad. Identificar esos momentos o ciclos, donde mi mente opera en su máximo potencial ha hecho que el flujo de ideas sea imparable.
La creatividad es diferente para cada persona. Lo que me funciona a mí, puede no funcionar para otros. Pero lo importante es encontrar esos detonantes, esas rutinas que liberan el potencial creativo y darles espacio para materializarse. Lo importante aquí, es que hay que hacerlo personal, cada quien encontrar su propia fórmula creativa y explotarla al máximo.
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