El Poder de Estar Presente: Cómo AMLO Ganó



Cuando me preguntan sobre el desempeño de Andrés Manuel López Obrador como presidente, mi respuesta es clara: no fue satisfactorio. Durante sus seis años en el poder, tuvo la oportunidad de implementar verdaderos cambios en la dinámica económica y social del país, pero ninguno se materializó de forma efectiva. Su atención se centró principalmente en la política y en asegurar la sucesión de su gobierno, mientras que los avances en economía, seguridad y bienestar social brillaron por su ausencia.

La economía no mejoró, e incluso la situación de seguridad se deterioró. Los índices de pobreza permanecieron estancados. Su principal proyecto fue de corte político, y, honestamente, su ejecución dejó mucho que desear. En los temas que más afectan a los mexicanos—seguridad, economía, y bienestar social—su administración resultó, como mínimo, mediocre.

Sin embargo, Andrés Manuel no ganó hace seis años por ser el candidato más capacitado o inteligente. Ganó porque fue el único que realmente se hizo visible. Con una estrategia simple pero eficaz, recorrió cada rincón de México, haciendo contacto directo con la gente. En contraste, sus oponentes permanecieron distantes, desconectados de la realidad del votante promedio.

José Antonio Meade, por ejemplo, pudo haber sido un candidato con gran capacidad técnica, pero era invisible. Ricardo Anaya, aunque dinámico y carismático, no tuvo la visión de acercarse a las comunidades más pequeñas, esos pueblos olvidados por décadas. Se volvió tangible solo para una élite. La gran mayoría de los mexicanos—la clase media y baja—solo veía a un candidato: Andrés Manuel.

Este fenómeno no se trata de capacidad, ni de propuestas brillantes. Se trata de ser tangible. AMLO no fue el mejor, pero fue el único que se presentó ante el pueblo. Ganó por default y, al parecer, esa estrategia sigue siendo efectiva. Claudia Sheinbaum, la primera mujer presidenta de México, no ganó por ser la mejor opción, sino por su cercanía con AMLO, el único candidato verdaderamente visible para el votante.

Es como si México hubiera retrocedido 50 años en el tiempo. Las elecciones se asemejan a las de los años 70, cuando solo había un candidato visible en la boleta, el del oficialismo. En aquella época, el sistema aplastaba a la oposición; hoy, la oposición simplemente se niega a hacerse visible.

Los políticos de la oposición parecen vivir en un universo alterno, desconectados del México profundo. Mientras sigan ignorando las pequeñas ciudades y comunidades olvidadas, continuarán siendo irrelevantes para el votante. México seguirá siendo un país donde no gana el mejor, sino el único que se vuelve tangible ante la gente. 

El gran acierto de Andrés fue presentarse, fue estar ahí. Entendió que gran parte de ganar es estar ahí y ser tangible para la mayoría. Los demás no lo hicieron, porque no supieron o porque no quisieron. Al final, la verdadera batalla en la política no es solo por quién tiene las mejores ideas, sino por quién es capaz de volverse real y cercano al pueblo. ¿Quién será el próximo en lograrlo?


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