Lou Reed: El Ruido que Cambió mi Vida



Hace más de 10 años. Once, para ser exactos. Salí a correr en la mañana y, en las noticias de las 5 am, escuché una frase que me dejó helado: Lou Reed había muerto. Lou Reed, un nombre que rara vez aparecía en los titulares, un nombre extraño en la radio. ¿Cuántos realmente sabían quién era Lou Reed? La noticia me dejó en shock. No esperaba su muerte, y, sí, me dolió, me dolió más que la partida de algunos familiares cercanos.

¿Por qué? Porque Lou era cercano, casi como un amigo. Conocía cada rincón de su obra, cada canción como una confidencia entre nosotros. En mi círculo de amigos, profundamente conservador y limitado al heavy metal, Lou Reed era una provocación constante. Ellos odiaban a The Velvet Underground con la misma intensidad con la que yo los adoraba. No entendían que Lou Reed, junto a John Cale, Sterling Morrison y Moe Tucker, había desatado un ruido en los 60s que se extendía por décadas.

Ese ruido no era cualquier ruido. Era el eco que se arrastraba desde los 60s a los 70s, y más allá, hasta hoy. Lou Reed estaba adelantado a su tiempo, siempre unos pasos adelante. ¿No lo veían en el cine de Wim Wenders o David Lynch? No alcanzaban a ver cómo Lou Reed estaba en cada nota discordante, en cada estallido de distorsión. Mientras idolatraban el "Black Album" de Metallica, décadas después Metallica estaba a los pies de Lou Reed en una colaboración que rompería todas las expectativas: Lulu.

A The Velvet Underground les tomó años ser comprendidos. La mayoría lo hizo con el auge del rock alternativo en los 90, casi 30 años después. Y aún así, probablemente pasen décadas antes de que algunos lleguen a entender el peso de Lulu, ese testamento musical de Lou Reed que sigue siendo incomprendido, desafiante y brutalmente honesto.

Recuerdo, hace once años, haber rezado después de su muerte. No por el descanso de su alma, sino en agradecimiento por haberme acompañado con su música desde la adolescencia. Cuando dormía en aquel cuarto vacío, con un colchón en el suelo, la luz plateada de la luna entrando por la ventana y un tocacintas que reproducía una y otra vez las grabaciones de Lou y los Velvet. Una vida había sido salvada por el rock ‘n’ roll, y, en ese momento, todo estaba bien.


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