Un país no es una empresa, un CEO no es un líder democrático



Cuando era niño, mi papá solía decirme: “Es mejor que un empresario sea nuestro alcalde, gobernador o presidente. Ellos no roban porque ya tienen mucho dinero”. Pero la realidad es otra. Sin generalizar, quienes han acumulado grandes fortunas, ya sea por un emprendimiento exitoso o por heredar un negocio familiar, rara vez se conforman. Siempre quieren más.

Si ya tienes tu propia empresa, ¿por qué dedicar tiempo al "bien común" en la política? Hay dos respuestas posibles: una, porque quieres aprovechar el poder político para beneficiar tus negocios; y dos, porque realmente te interesa el bienestar de los demás. Lo siento, pero no creo en la segunda.

Es innegable que muchos ven la política como un atajo hacia el poder, la influencia y la riqueza. Dudo que la mayoría busque realmente hacer una diferencia. Soy escéptico. Ahí está Elon Musk: no ha dejado de lado sus empresas, especialmente Tesla, para dedicarse al bienestar común. Al contrario, ha usado su poder para debilitar gobiernos, eliminar regulaciones que afectan sus negocios e impulsar el nacionalismo para bloquear a la competencia extranjera. Puede ser el hombre más rico del mundo, pero aún quiere más.

Ahora bien, la idea de que un empresario gobierne no me convence. ¿Significa que el país debe manejarse como una empresa? Mala idea. En una empresa, si no tienes cierto nivel de educación, si estás enfermo o si tienes alguna discapacidad, difícilmente serás contratado. En una empresa, puedes perder tu trabajo solo por caerle mal a tu jefe. En una empresa con una cultura despiadada, todos luchan contra todos para sobrevivir. ¿Así queremos vivir como sociedad?

Más aún, una empresa es una dictadura. Los CEO actúan como dictadores: dan órdenes y los empleados obedecen. No es casualidad que, en la cultura actual, los CEO sean idolatrados al mismo nivel que líderes autoritarios como Vladimir Putin, Kim Jong-un o Nicolás Maduro.

Además, no siempre un CEO llega a la cima por mérito propio. A veces es cuestión de influencias, favores o simplemente ser el hijo del dueño. ¿Ese es el perfil que queremos para dirigir un país? No. Me opongo a la idea de convertir a un país en una empresa y a que una oligarquía tome el poder como si se tratara de una fusión corporativa.

Estados Unidos pagará las consecuencias de haber elegido a un empresario como líder y, peor aún, de haber entregado un poder casi ilimitado al hombre más rico del mundo, permitiéndole convertirse en un "gobierno en las sombras". Es irónico: los conspiranoicos han pasado años denunciando las supuestas manipulaciones de George Soros o del Deep State, pero Elon Musk, con cientos de miles de millones más, ha creado su propia versión del Deep State, sin restricciones y operando bajo la sombra del gobierno de Trump.

En las empresas, los CEO rara vez son mujeres. Tampoco tienen límites de mandato. Si normalizamos la idea de que un país debe manejarse como una empresa, podríamos terminar con un presidente que se aferre al poder durante 10 o 20 años.

Durante la pandemia, las empresas perdieron influencia: la salud se convirtió en prioridad y el teletrabajo cambió las reglas del juego. Para muchos CEO acostumbrados al micromanagement, esto fue un agravio. Tanto que, al terminar la pandemia, decidieron eliminar cualquier rastro de diversidad, equidad e inclusión. En otras palabras, acabar con la empatía. Elon Musk ha declarado abiertamente su desprecio por la empatía. No es coincidencia que él y otros empresarios hayan buscado consolidarse como la élite que maneja el poder desde las sombras, precisamente para erradicar cualquier política que favorezca el bienestar colectivo.

Un país no es una empresa. Un empresario no debe gobernar una nación.


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