Charles Gayle Trio-Streets

Charles Gayle es uno de mis músicos favoritos, saxofonista de ya más de 70 años de edad, Gayle fue uno de los músicos originales del free jazz, de aquellos “dragones” que exhalaban fuego a través de sus instrumentos en la llamada era dorada de la “Fire Music”, Gayle compartió escenarios con Cecil Taylor, con el GRAN Cecil Taylor y con Rashied Ali, quien acompañara en las grabaciones más osadas e intensas a John Coltrane, no por nada muchos vieron en Gayle un seguro sucesor del legado de Coltrane, aunque en espíritu, Gayle poseía más de la actitud rebelde y espiritual de Albert Ayler, que de la música cerebral y progresiva de John Coltrane, la naturaleza solitaria y ermitaña de Gayle le mantuvieron alejado de la “escena”, por ello nunca figuró su nombre entre los grandes, cuando la “escena” desapareció, Gayle siguió su carrera, aunque sin mucho éxito, se dedicó a tocar en las calles, a mal vivir y a vivir en callejones, poco a poco su música experimentó nuevo interés, muchos se preguntaban que habría sido de aquel viejo maestro del free jazz, al grado que fans como Henry Rollins (de los poderosos Black Flag), si, el y Greg Ginn  eran grandes fans del free jazz y de Gayle comenzaron a buscarle y a tratar de integrarlo en esa escena difícil y osada que Rollins y la SST trataban de crear, algo, que aunque no cuajó del todo, trajo a Gayle de regreso y le devolvió la oportunidad de tener una carrera y de vivir dignamente.

Streest es la grabación más reciente de Gayle, el título hace alusión a su personaje de payaso triste, de la broma trágica, de la tragicomedia que es la vida, el alter ego que alguna vez acompaño a Gayle por las calles, y que también adorna la portada del disco, Gayle ya no es el torbellino de furia que solía hacer, pero la edad le ha hecho sabio, prudente, pero no menos habilidoso, su música sigue siendo de una naturaleza inusualmente experimental, el free jazz jamás envejece, se mantiene como una extraña y fascinante energía que igual se alimenta de la experiencia de los viejos ejecutantes como Gayle, a la vez de nueva sangre como la de Jim ORourke, u Oren Ambarchi, y la propuesta de Gayle sigue más vigente que nunca, con una habilidad para resolver, destripar, destruir y reconstruirse durante la ejecución, una capacidad de dialogar con su instrumento y de interactuar con sus acompañantes, una batería sólida y omnipresente, que nunca se está quieta, que “colorea” y acompaña, que da una base y en ocasiones cambia abruptamente la dirección de la música, pero que asume cualquier reto y se pone a la par del respaldo requerido por Gayle, Compassion I arranca de manera dinámica, con intensas y descendentes notas del bajo de Larry Roland, quien proporciona suficiente golpeteo para crear una rica base rítmica, Roland suena fuerte y con gran presencia en la mezcla, a diferencia de otros bajistas no se pierde, posee contundencia y repta de manera versátil sobre su instrumento, dando oportunidad a Gayle de reventar intensamente la pieza, dirigiendo y sugiriendo en todo momento que dirección tomar, en momentos Gayle se pone intenso, Michael TA Thompson en la batería reacciona poniendo mayor potencia en las percusiones, en momentos quedándose al frente y resolviendo con inteligencia, dando un respiro a Gayle, quien cede sólo algunos segundos para volver y seguir el dialogo intenso con su bajista.

Compassion II sigue una línea similar a la anterior, aunque el ritmo es más pausado, Roland golpeando las cuerdas de su bajo que resuena fuertemente, Gayle materializando melodías en el aire, en momentos sentimental, en otros pura furia, variando los tonos y encontrando espacios, en algunos de ellos liberando robustos sonidos y en otras explotando su instrumento al máximo con chirriantes notas agudas, Roland y Thompson son sin duda pivotes imprescindibles en el renacimiento musical de Gayle, sonando tan increíbles en conjunto como en separado, aprovechando cualquier oportunidad cuando Gayle les cede el protagonismo.

Thompson arranca March Of April de manera marcial, para después en compañía de Gayle y de Roland llevarnos por un intenso paseo, los tres mostrándose bastante ágiles en la ejecución, con un Thompson mostrando infinidad de recursos tanto en sus tambores como en sus platillos, aplicando esos “poli ritmos” de los que tanto nos hablaba Rashied Ali, no sólo “llevando el ritmo”, sino llevando una multitud de estos al mismo tiempo, mientras que Roland suena brutal en su instrumento, en pleno dominio de él, y como los viejos maestros del bajo como Mingus, es capaz de retar al mismo Gayle y darle buena batalla en el dialogo musical, o como en Doxology, apoderándose por completo del protagonismo de la pieza, lo cual es de entenderse, dado de la destreza e inteligencia en la ejecución, es obligatorio imaginarse la sonrisa y la felicidad de Gayle escuchando las notas de Roland en el bajo, mientras toma un respiro.

Gayle nos demuestra en Streets que aún le queda vida musical por delante, que posee un fino oído para seleccionar a sus acompañantes y que este viejo y sabio forjador de sonidos de fuego, aun posee mucha furia dentro de si y la inteligencia para crear maravillas sonoras.

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