Meshuggah-Koloss
Meshuggah está definitivamente en otro nivel musical, un ensamble rarísimo que nos pone a pensar y pensar tras cada una de sus intrincadas piezas, son realmente canciones? Es un conglomerado de riffs de guitarra, golpes de batería y tormentosos bajos?, o que extraña magia negra mueve este complejo mecanismo musical, porque precisamente Meshuggah suena a eso, a algo mecánico, a una especie de tanque armado con mil partes que avanzan lenta y pesadamente, pero con una arsenal vasto, o musicalmente como una versión ultra técnica de esos poli ritmos que nos recetó el Capitán Beefheart en su clásico Trout Mask Replica.
I Am Colossus suena contundente, fragmentado, con una voz desgarradora, estáticos, y con descargas que en momentos electrizan el ambiente, un torbellino de riffs que parecieran sonar de manera independiente, alejarse y después inexplicablemente se encuentran y se fusionan, para repetir la división sónica una vez más.
Es admirable el trabajo de la batería, contundente y a la vez ágil y ligera, anclando el sonido aquí y allá y después haciendo piruetas prodigiosas, y el bajo, sonando como un látigo nen manos de un domador, castigando y dando indicaciones a las guitarras que cual bestias rugen ante su presencia, porque esa guitarras parecieran tener vida propia, parecieran ser de una pieza, como rugidos, como zarpazos, apareciendo y desapareciendo una y otra vez.
The Demon´s Name Is Surveillance es un huracán sónico, con unas guitarras orbitando y zumbando alrededor de la sección rítmica que marca el paso y a la vez añade intensidad a las hostilidades sónicas, con las vocales precisamente en el ojo de este huracán oscuro, si bien la banda continúa con sus vertiginosos cambios de ritmo y virtuosos despliegues técnicos en este Koloss suenan más enfocados y compactos que nunca, con un poder de restringir sus guitarras y no caer en lo cliché del genero al efectuar un solo, dándole un carácter único, una obra de arte musical dentro de otra, como esos solos que parecieran una canción dentro de otra, sólo que aquí los Meshuggah pervierten la ecuación, creando a través de sus guitarras lideres una pieza ambient, techno o electrónica, dentro de el contexto del metal extremo.
Do Not Look Down cuenta con unas guitarras “en trozos” que chocan y se reconfiguran a cada segundo, como obstáculos o proyectiles dirigidos a su vocalista, quien esquiva hábilmente estos objetos lanzados a él y en la mejor tradición del hardcore, los regresa a pura garganta y pulmón a tope, y una guitarra que nuevamente pareciera fuera de sitio por su sonido casi acid, pero que la banda hace que funcione con singular precisión.
Behind The Sun tiene un pasaje de guitarra de una belleza oscura, como primeriza luz de la mañana, que después es aplastada por un bajo titánico, una pieza que avanza lentamente, alejándose de la tensionante estática de las anteriores, una mirada con lupa y lujo de detalle al “engranaje” de esta banda, la máquina moviéndose lentamente y dándonos oportunidad de maravillarnos y apreciar su impecable ejecución en cámara lenta y es que la verdad, pareciera que los Meshuggah están en el camino a convertirse en una máquina, recorriendo un sendero parecido al que décadas antes transitaran unos Kraftwerk, por ejemplo, eliminando a cada paso, o en cada disco, piezas de su humanidad y reemplazándolas por piezas mecánicas, evolucionando en una máquina, pero manteniendo un corazón salvaje.
Koloss es nuevamente una joya más de metal que surge este año, que pareciera revitalizar un género que en su esfera más tradicional pareciera haberse convertido en una aburrida y conservadora versión de lo que solía ser, Meshuggah emprende un viaje a su caos interno, su fuerza no es externa ni expansiva como una bomba, es como la de un hoyo negro cósmico, una enorme vació que nos jala con una fuerza irreprimible hacia adentro, arrancándonos la piel de los huesos y desmaterializándonos en el proceso.
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