El amor o el sexo sin el encuentro sorprendente, es como la masturbaciòn

El amor o el sexo sin el encuentro sorprendente, es como la masturbaciòn

Por Inès Martìn Rodrigo


Slavoj Žižek (Liubliana, 1949) es, quizá, el filósofo más famoso a día de hoy. Su capacidad para destruir los axiomas del mundo occidental y volver a construir sobre ellos sin reparos fascina a un gran número de lectores, ávidos de referentes cercanos y modernos. Esa misma fascinación le granjea no pocas críticas entre otros intelectuales académicos, que no entienden que su compromiso con su ideología pasa por la divulgación. Así es Žižek: sin dobleces. También al otro lado del hilo telefónico, desde su casa de Liubliana, donde mantuvo una larga charla con ABC Cultural.

La tesis central de «Acontecimiento», su último libro en España, es que todo suceso es accidental y, por tanto, cualquier orden carece de valor en sí.
La cuestión no es tanto que sean accidentales, sino inesperados, en el sentido de que no puedes predecirlos, son fortuitos. Un ejemplo muy romántico es enamorarse. En español no existe esa expresión, pero en inglés y en francés literalmente se usa la palabra «caer», «caes enamorado». Si es un amor real, este acontecimiento transforma toda tu vida. Algo sucede de una forma totalmente impredecible, aparece como un milagro, y se convierte en un genoma, en un principio universal que transforma tu vida. Eso es lo intrigante del acontecimiento. Y esa es, también, la razón por la que pienso, aunque soy ateo, que el cristianismo es la religión del acontecimiento. 

El amor es típico de cómo tratamos de evitar los acontecimientos. La idea es cómo compartir una vida, el placer e, incluso, el amor, pero sin la caída. Por eso nos gustan las agencias matrimoniales o de contactos, el sexo seguro... Tenemos miedo de abrirnos a la imprevisibilidad. El amor o el sexo sin el encuentro sorprendente es como la masturbación, juegas contigo mismo y no te abres a los demás. Nuestro consumismo se organiza así: queremos sexo, pero seguro; cerveza, pero sin alcohol; café, pero sin cafeína; chocolate, sin grasa. Queremos jugar con seguridad. Sucede lo mismo con la política. Todos los grandes cambios ocurren como un milagro, bueno o malo. Recuerde la revolución iraní de Jomeini, en 1980, o ahora la plaza Tahrir. Nadie lo predijo, pero sucedió. Una vez que ocurre, cambia toda tu vida, como en el amor. Es el gran misterio de nuestra vida.
Creo que estoy bastante de acuerdo con usted. Ha dicho que es un completo ateo.
Sí.

¿Puede explicarme por qué?
Ahora le daré una respuesta muy paradójica porque, en cierta manera, soy cristiano literalmente. El mensaje de Cristo es, como dijo el poeta francés Paul Claudel: «Si no es Dios quien nos ayuda, si se muestra impotente con nosotros, el mensaje del cristianismo depende de ti». Lo que muere en la cruz no es el representante de Dios, es el propio Dios. El mensaje del cristianismo es que la única realidad de Dios es la unidad de los creyentes, que son libres e iguales. Este es el tremendo potencial emancipador del cristianismo. El Apocalipsis, el Juicio Final... no es cristianismo, es agnosticismo. Cuando los discípulos preguntan a Jesús cómo sabrán que volverá, la verdadera respuesta es: «Cuando haya amor entre dos de vosotros, allí estaré». Cristo está aquí cuando nos amamos. Es lo único que necesitamos. Somos totalmente libres.

En este sentido, el cristianismo es una religión de la libertad, cuya lección es cómo deshacerse de Dios. Es totalmente única porque Dios se borra a sí mismo. Es como una especie de unidad protocomunista. ¿Qué es el Espíritu Santo? Es simplemente una comunidad igualitaria. La familia con un padre y una madre es una jerarquía. Deberías querer a tu padre, pero no porque sea tu padre, sino como un igual. Es un mensaje radical de igualitarismo. El origen y toda la Historia de la Iglesia es una lucha contra este antiguo mensaje emancipador y revolucionario. El cristianismo siempre dice que hay que luchar contra sus propios excesos. Es una tremenda revolución ética.
¿Y qué me dice de la espiritualidad? ¿La considera también una revolución?
Estoy totalmente en contra de lo que se conoce como nueva espiritualidad. Es algo extremadamente narcisista. No resulta sorprendente que la consideremos nuestra ideología espontánea, una especie de hedonismo instructivo. Como dicen en La guerra de las galaxias, no te apegues demasiado a los bienes materiales, recuerda que tu verdadera vida está dentro de ti; la realidad es un juego de apariencias, no te tomes demasiado en serio. Esta actitud encaja perfectamente con el capitalismo global. Pienso que es una forma terriblemente eurocéntrica.

La gran lucha hoy es entre esta pseudoespiritualidad pagana y la verdadera experiencia cristiana en la que deberías reflexionar sobre el mundo, involucrarte por completo. La actitud más molesta que me puedo imaginar es ese hedonismo suave: disfrutar, pero no demasiado, porque no merece la pena comprometerse totalmente en la vida. Ese es nuestro universo capitalista, en su aspecto ideológico.
No me gusta tener vida interior. Mi vida está fuera. No creo que la riqueza interna prevalezca sobre la personalidad. Aunque soy freudiano, discípulo de Jacques Lacan, no me gusta el psicoanálisis en el sentido de por qué debería buscar en mi interior. ¿Qué descubres? Alguna mierda; horrores. Creo en la superficie, no en la bondad del hombre. Creo, y esto le puede sorprender, que en lo más profundo de nosotros somos malvados. Sólo los recuerdos superficiales o los milagros hacen que sigamos siendo éticos.

En su obra critica con dureza el liberalismo. ¿Por qué?
Es una crítica muy precisa. Critico el liberalismo en sus propios términos, como el hecho de que ofrezca libertades. ¿Pero lo cumple? No subestimo al liberalismo, hay algo muy auténtico en él. A un nivel personal, ¿nos referimos a esa libertad de elección elemental? Podemos comprar lo que queremos y organizar nuestra vida sexual, dentro de unas condiciones sociales que son consultivas. Pero, ¿quién decide cuál es el límite de esta libertad?

Eso es lo que me preocupa. La democracia y la libertad de elección se enmarcan en un determinado orden mundial, pero deberían incorporar la libertad de decidir cuál es ese marco social. Para tener una auténtica libertad deberíamos compartir la libertad, así seríamos realmente libres. También deberíamos tener la libertad de elegir y de formar un sistema diferente, que nos permita ser libres de una forma diferente. Sólo eres libre dentro de este marco. La forma fundamental de libertad es la de cambiar este marco general. Esa es la libertad que estamos perdiendo hoy. Eres libre de hacer lo que quieras, pero las reglas de nuestra libertad se hacen cada vez más en secreto. Esa es mi principal crítica al liberalismo: nos da libertad de elección individual, pero en los grandes proyectos, a la hora de organizar nuestra sociedad... está cada vez más fuera de nuestro alcance.
En ese sentido, me pregunto si hay una alternativa a la ideología. ¿Estamos condenados a participar en ella?
 No lo sé. Soy un poco pesimista. No digo que no exista una escapatoria a la ideología. No es sólo que la ideología no sea verdadera. Casi es una antigua forma de marxismo. La ideología no es, en sentido estricto, como algunas construcciones teóricas, como la democracia, el comunismo, el fascismo... La ideología es hoy nuestra vida diaria, forma parte de nuestra experiencia. Salir de la ideología significa que entiendes la vida, sus inconsistencias y lo que es falso de nuestro sistema. No es necesario tener una idea perfecta de lo que debería ser la sociedad. Por ejemplo, el salir de la ideología te permite ver inconsistencias y contradicciones en el liberalismo de hoy. Sí, garantiza algunas libertades, pero por eso hay muchas cosas que tenemos que aceptar sin debate. Eso es lo único que quiero decir al criticar la ideología. No contrapongo el liberalismo a alguna ciencia objetiva que nos dice cómo son las cosas realmente. No creo que la ideología prevalezca en el sentido de que somos una ilusión y no podemos escapar de ella. Sí podemos, sin duda.

Lo que cuestiona es el funcionamiento del sistema…
Sí, pero no sólo el funcionamiento material, sino el ideológico. Lo que todo buen marxista sabe es que las ilusiones forman parte de la realidad. Si eliminas las ilusiones, el sistema real ya no puede funcionar. La ideología no es algo que esté en el aire. Es el cemento que une nuestras sociedades.

En alguna ocasión, ha asegurado (y dejado por escrito) que tenemos que pensar más y actuar menos. ¿Por qué?
No quiero decir que no tengamos que hacer nada. Lo que digo es que esta presión para hacer algo es, bastante a menudo, una forma muy perversa de impedir que pensemos. Por ejemplo, hoy todo el mundo admite que ocurren cosas terribles en el Tercer Mundo, los pobres, los excluidos... y dice que olvidemos el debate sobre la ideología y hagamos algo para ayudar a los niños que se mueren de hambre en Somalia. Creo que el mensaje de esta llamada a la acción es: «Hazlo y así no pienses demasiado». Puede ser el problema del siglo XX. Si tratamos de cambiar el mundo demasiado rápido puede acabar siendo una catástrofe. Piense en el comunismo, el proyecto emancipador más grande, y cómo acabó en el estalinismo, una de las peores pesadillas. ¿Cómo es posible? Tenemos que ser pacientes, dar un paso hacia atrás y pensar. Esa es la razón por la que creo que las vidas académica e intelectual libres no se excluyen hoy en día. Me opongo totalmente a la reforma de Bolonia.
¿Por qué?
¿Sabe qué es la reforma de Bolonia?

No la he padecido, pero sí, sé lo que es.
Lo simplifico un poco, pero la idea principal es la de transformar la educación superior para resolver problemas reales, lo que significa convertir a los intelectuales en expertos. ¿Pero qué es un experto? Es alguien que resuelve un problema definido por otro. Digamos que soy un político y hay manifestaciones, suicidios, crímenes... y me dirijo a los expertos y les preguntó cómo controlo las manifestaciones... Pero no es el trabajo de un verdadero intelectual. Un verdadero intelectual hace algo mucho más radical: cuestiona la forma de ver los problemas. A menudo hay un gran problema, pero el verdadero problema es cómo percibimos ese problema. Por ejemplo, hoy en día estamos en una crisis ética, ¿pero cómo percibimos esa crisis? Sólo a través de esta libertad sales de ello, mientras que hoy estamos demasiado presionados por los problemas urgentes porque hay que resolverlos. Necesitamos tiempo para pensar. No deberíamos sentirnos mal.

Ha mencionado el estalinismo. ¿Por qué piensa que fue peor, desde un punto de vista filosófico, que el fascismo?
 Déjeme evitar cualquier malentendido. Si tuviese que elegir, diría que el fascismo es marginalmente peor. Pero el estalinismo es una tragedia mucho mayor. El enigma del estalinismo es cómo pudo un intento tan radical de traer la libertad de emancipación acabar en semejante catástrofe. Con el fascismo no existe ese enigma. Los fascistas dijeron lo que querían hacer: una nueva jerarquía, orden social, dictadura... No tiene ese aspecto trágico. El estalinismo afirma traer una nueva forma radical de comunismo que acaba en una pesadilla. Es un desafío intelectual mucho más importante. Sin aclarar, al menos, lo que salió mal, cómo fue posible el estalinismo, no puede surgir una izquierda realmente nueva. El estalinismo ya no es una amenaza directa aunque, irónicamente -y me gusta esa ironía-, los países, con un par de excepciones como Corea del Norte, en los que el partido comunista sigue en el poder, como Vietnam y China, son naciones con el sistema capitalista más salvaje. Los ex comunistas son los mejores gestores del capitalismo más salvaje y destructivo. 

Recuerdo cuando dijo: «Soy un filósofo, no un profeta».
Mucha gente sigue esperando de los filósofos alguna orientación sobre qué hacer. Lo digo abiertamente: no lo sé. Sólo puedo aclarar en qué consiste la crisis. No puedo dar respuestas precisas. En ese sentido, no soy un profeta. Mi deber es sólo despertar a la gente para salir del punto muerto. ¿Dónde estamos? A largo plazo, el sistema del capitalismo mundial no puede enfrentarse a los problemas ecológicos, la circulación financiera, la propiedad intelectual, la biogenética, otras formas de apartheid... Nos alegramos cuando cayó el Muro de Berlín, pero aparecen nuevos muros por todas partes: entre Europa y África para evitar la inmigración, en Cisjordania, entre México y EE.UU... Forma parte del capitalismo global. Cuanto más global sea con respecto al libre intercambio de materias primas y de flujos financieros, más habrá que limitar la libre circulación de las personas. Es el peligro hoy.

¿Qué opina de su popularidad?
Es algo muy ambiguo. Me gusta interpretar a un payaso un poco para formular cosas de forma provocativa, y soy responsable de ello. Y si ayuda a que la gente sea consciente de los problemas, no me importa tener un poco de popularidad. Al mismo tiempo, sé que mi llamada popularidad también es una forma de atacarme. La gente dice que no hay que tomarme muy en serio, pero que habría que leerme, me ignoran por ser un payaso filosófico. No me importa. Soy un fanático de los problemas. Lo que me importa, al menos en mi actividad pública, es hacer que la gente sea consciente de los problemas, despertarla, no proporcionar respuestas claras.








Comments

Popular Posts