Can, Tago Mago (A Review), 1971

CAN, Tago Mago (A Review), 1971

Erreh Svaia
Rock N Roll Animal

Editado en 1971 y con la inclusión del enigmático Damo Suzuki como nuevo vocalista luego de la salida del brutal Malcolm Mooney, Tago Mago representa la libertad total para Can, librados de la dictadura de Mooney, quien dominaba fuertemente el grupo, Can explota de forma libre gracias a la flexibilidad e increíble capacidad de adaptación de Suzuki, desde el blues psicodélico de Paperhouse, con esas guitarras que primero parecieran llorar y después se convierten en fuertes punzadas de sonido muy al estilo de los originales Big Brother and The Holding Company que acompañaban a la fabulosa Janis Joplin, la pieza clave de éste nuevo y fascinante rompecabezas no es Suzuki, sino Jaki Liebezeit y sus ritmos robóticos que llevan la repetición y los ritmos de trance a niveles gloriosos, estableciendo impresionantes conexiones con los trabajos de rompimiento total como el White Light / White Heat de los Velvet Underground, Fun House de los Stooges, el Fly de Yoko Ono, el Trout Mask Replica del Capitán Beefheart o el We´re Only in It for the Money de Frank Zappa y los Mothers, discos de muy poco renombre comercial pero que se convertirían en profundamente influénciales con el paso del tiempo; Mushroom es otra joya gracias al enorme trabajo de edición y manipulación de sonido del gran Holger Czukay, quien consigue captar las largas y alucinantes improvisaciones de la banda, convirtiéndolas de forma posterior en piezas más compactas y estructuradas muy de forma libre, un procesos similar al que Teo Macero aplicó a grandes discos del maestro Miles Davis, Mushroom es una poderosa pieza de artillería, extremista, cercana al ruido puro como habían hecho los Velvets o Yoko, pero también hay una orientación indudablemente hacia el funk, gracias a Liebezeit que crear un curioso parentesco con el gigante James Brown, y que sería parte del vinculo que ésta banda tendría de forma permanente con la música bailable de los clubs en el futuro.

Oh Yeah hace énfasis precisamente en esa gloriosa cacofonía y experimentación, por un lado el ahora legendario ritmo motorik característico del krautrock, por otro, el papel del estudio como un instrumento más de composición, usado por Czukay para manipular las vocales de Suzuki, una pieza que fluye con singular magia y entusiasmo y un ejemplo más de la capacidad de Can de crear alquimia pura, es decir una mezcla de ciencia y magia, la creación espontánea y el genio calculador y técnico de Czukay, una pieza que da paso a posiblemente la pieza central del disco, una suerte funk mutante y monumental de nombre Hallleluwah, con espacio suficiente para el espectacular trabajo de cada uno de ellos, Suzuki enorme, asumiendo el papel de fuerza de la naturaleza, Liebezeit convertido en una máquina suprema de ritmos, Michael Karoli, estoico, enfrentando con su guitarra los embates de sus compañeros, siempre abriéndose paso de manera fina o brutal, pero haciéndose escuchar, mientras que Irmin Schmidt consigue añadir ese fondo que logra aglutinar toda la pieza, un monstruo que en ocasiones parece salirse de control pero que la banda libera de manera explosiva y enérgica, que Czukay muestra su capacidad de tomar aquello casi extraterrestre y convertirlo en algo cautivador, aunque no menos retador para el escucha promedio.

Hay piezas que probablemente harán que el escucha no iniciado salga despavorido, Aumgn es una pieza de composición moderna liderada por Schmidt, cercana a gente como Stockhausen, Xenakis o Varese, un verdadero hito en el mundo del rock, o también está Peking O, que sin duda traerá a la mente a artistas como Zappa, los Residents, los Boredoms, entre otros.

Bring me Coffee or Tea pareciera dar una tregua al escucha, se aleja de forma voluntaria del rudismo parcialmente y pudiera pensarse que vaticina direcciones futuras a explorarse más a fondo como en Future Days, un par de años más adelante, todo ello confirmando la calidad esotérica de Tago Mago, un disco misterioso, oscuro y muy diferente a lo que el rock común podía proporcionar en esos días de principios de los 70s, probablemente el mejor disco de Can, aunque eso ya dependerá de cada uno de los lectores, en mi caso, es un disco clave para la banda, el punto en dónde la visión del grupo alcanza la cima y se vuelve de una sola pieza, el lugar donde el enigma se vuelve impenetrable y adquiere estatus de leyenda.         

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