Aceleración Tecnológica
Aceleración Tecnológica
Dispersión Caprina
Por: Erreh Svaia
Hace casi diez años visité con mi
gerente de producción una planta de alimentos a la que había conseguido nos
invitaran, cuando llegamos al lugar, dicha planta procesador no prometía mucho
por fuera, estaba escondida en una colonia sin mucha área industrial y el
gerente me advertía de que la visita podría ser una pérdida de tiempo y que
posiblemente el lugar no era más que una cocina a la que no habría mucho que
admirarle, cuando nos recibieron, mi gerente, cuya planta de producción
albergaba alrededor de 100 trabajadores, preguntó a la persona encargada de
darnos acceso, sobre el número de personal que laboraba en aquel lugar, la
respuesta de nuestro anfitrión fue que ahí trabajaba alrededor de diez
personas, ya pueden imaginar la cara de furia de mi gerente cuándo escuchó
aquello, empecé a considerar que el haber organizado aquella visita iba a
resultar una pérdida de tiempo, lo cual en términos de producción, es algo
cercano a un pecado capital.
Cuando entramos a la planta, siguiendo
a nuestro guía, caminamos por un largo pasillo y vimos a un hombre con
impecables botas, bata, gorro, guantes y cubre bocas, todo en color blanco, el
hombre cargaba varios costales y vaciaba el contenido de éstos en unos tubos
que salían de la pared, nuestro guía nos indicó que aquí era donde empezaba el
proceso, lo cual me intrigó, pero no
pareció impresionar para nada a mi disgustado acompañante, al llegar al
fondo del pasillo, doblamos a la izquierda y comenzamos a descender por lo que
parecían unas interminables escaleras de brillante acero inoxidable, ahí fue
cuando la cara de mi acompañante comenzó a cambiar y fue entonces cuando
contemplamos aquél monstruo de varios pisos de altura y varias estaciones de
trabajo, por éste sólo se paseaban un par de hombres equipados de igual forma
(impecable) que el que habíamos visto previamente en el pasillo, éstos llevaban
unas tablas y hacían anotaciones que tomaban de varios tableros situados en
varios puntos de la impresionante máquina, temperaturas, densidades, tiempos y
demás variables eran revisadas continuamente por éste par de hombres, a medida
que descendíamos por cada una de las estaciones, nos quedábamos boquiabiertos
de como aquélla enorme máquina se encargaba se mezclar, cocer y preparar un
producto para el cuál mi gerente requería más de 50 hombres en el triple de
tiempo, pero la sorpresa mayor fue cuando al final del proceso, el producto era
empacado en bolsas mediante una inyectora en forma de carrusel , mientras el
empaque era sellado y depositado en una banda, de la cual finalmente una chica
tomaba los paquetes y los depositaba en un carrito para después llevarlos e
introducirlos en otra máquina que se encargaba de esterilizar el contenido a
base de presión y alta temperatura.
Mi gerente estaba estupefacto,
todo aquél proceso que a él le costaba horas y casi un ciento de hombres, aquí
se realizaba con menos de 10 y en un tiempo sumamente inferior, todo sin que
las materias primas fuesen manipuladas por la mano del hombre, propiciando una
mejor inocuidad y mayor tiempo de vida al producto, además el gerente de
aquella planta cuando nos encontró al final del recorrido nos aseguró que el
motivo de que aquella nave industrial fuese tan grande y la gran máquina apenas
ocupará la mitad del local, era porque tenían considerado adquirir una segunda
máquina para duplicar la productividad y esto se lograría con el mismo número
de empleados actuales, mi acompañante y un servidor no salíamos de nuestra
sorpresa, ambos habíamos ido ahí con la consigna de revisar el tamaño de las
instalaciones, de la plantilla laboral y alguno que otro método novedoso que
pudiéramos aplicar y salimos con el mundo vuelto al revés, "Hay que apostarle
a la tecnología, lo que estamos haciendo no es el camino", y así fue como
me empecé a dar cuenta de lo mucho que se podía hacer con la tecnología, el
enorme potencial para duplicar producciones y reducir al máximo los costos, en
tema de oferta alimenticia ésta era una gran oportunidad, pero también de me
hacía pensar cuán peligroso podía ser para la mano de obra, disponer de 90
plazas por una máquina parecería una apuesta segura en términos de
productividad, la máquina no requería descanso, seguridad social y no
emplazaría jamás a huelga, la cuantiosa inversión recuperaría en menos de 10
años, la propuesta era tentadora y a la vez escalofriante, ¿Qué pasaría con
toda esa gente?
A medida que me he involucrado en
otros proyectos he visto la misma sobre de la tecnología asomarse amenazante
sobre miles de empleos que serían fácilmente reemplazados, los cajeros automáticos,
por ejemplo, han hecho su mella en el sector bancario, los menús digitales en
los call centers y pronto los vehículos auto dirigidos harán los suyo con los chóferes,
¿Qué solución tenemos para todos esos miles de personas? ¿Finalmente será la
máquina la que vuelva obsoleto al ser humano? Ya hay almacenes que empiezan a funcionar
casi de manera autónoma, sin personal humano, recibiendo, auditando, guardando,
identificando y surtiendo mercancías a una velocidad impresionante, bien sabido
es que la tecnología probablemente genere un buen número de nuevas plazas de
inicio, para después generar una enorme incógnita si éstas se podrán mantener o
finalmente empezaremos a ver un fuerte golpe al empleo, durante la cada vez más
acelerada ruta a la automatización, a los procesos de producción que buscan
acercarse a costo cero disparando la oferta de productos, los cuales enfrentarían
a la incógnita mayor, con un desempleo creciente, ¿Quién compraría ésta mercancía?
Ya se empiezan a alzar voces al respecto y las palabras “Ingreso Básico Universal”,
empiezan a sonar con más fuerza.
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