Sobre la Muerte




Sobre la Muerte

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Por: Erreh Svaia

Al igual que un fruto cuando es separado de la rama del árbol que le dio origen, desde el momento de nuestro nacimiento, podríamos afirmar que nuestra fecha de caducidad ya forma parte de nosotros, ya la tenemos programada en nuestro interior; la enfermedad que acabó con la vida de mi madre, es posible que ya estuviera con ella desde que llegó a éste mundo, es posible que ya estuviera destinada para ella desde varias generaciones antes de que ella naciera, considerando que su madre, mi abuela, murió bajo las mismas circunstancias; existe claro, el factor del azar, y ese podría por supuesto, truncar todo pronóstico, y llevarnos a una muerte no natural de forma inesperada, hoy estamos aquí, mañana ya no, los accidentes forman parte de una lógica o falta de lógica muy diferente de nuestra hora marcada, de nuestro momento final, y aunque el transhumanismo y los estudios del brillante Ray Kurzweil, o del profundo Aubrey de Grey, nos digan que la inmortalidad está cerca, no lo está de mi generación actual, tal vez lo sea de lo siguiente, y me pregunto: ¿Querrías ser inmortal?, Yo no, aunque por un lado suena fascinante poder tener la eternidad para aprender y dedicarla a muchas cosas de mi interés que hoy no es posible realizar, la idea de ver morir a mis seres queridos, a mis conocidos o a mis hijos, no suena muy atractivo, la idea de lentamente irse quedando sólo no suena tan interesante, ¿Nos quedaremos todos hasta el final o sólo yo?

He pensado varias veces, que a mi cuatro década y contando, de edad, he llegado a la mitad de mi vida, aunque Dios se podría estar riendo de mi en éstos momentos, con alguna inesperada sorpresa el día de mañana, generalmente cuando conduzco entre el tráfico suelo pensar que mi destino final pueda estar en manos de uno de los conductores que viajan junto a mí, pero por otro lado Dios, o quien dirija el universo podría tener otra sorpresa para mí, y como algunos de mis familiares, acercarme al siglo de edad, lo cual implicaría entonces, que aún no llego al “medio tiempo”, es complejo entenderlo, y más aún imaginar lo que sigue, una muerte accidental, inesperada, que corte de tajo nuestros planes y deje una existencia truncada llena de pendientes, cambiando la vida de aquellos a mi alrededor, o una vida larga, que me condene, como vampiro humano a ver como aquellos que quiero van dejando éste mundo, me van dejando solo, que terrible ha de ser ver a tus hijos nacer y morir, algo más allá de la lógica humana común.

Cuando alguien que conocemos muere, ese sentimiento de inmortalidad que discretamente portamos, comienza a desaparecer, aún y que nos sintamos fuertes y robustos, terminamos por aceptar que la vida es frágil, y que la línea que divide la vida de la muerte es muy delgada, que nadie estamos aquí para siempre, por el momento, y que las distancias entre la muerte y la vida eterna parecieran tener muchos años entre ellas, que los extremos son indeseables hasta cierto punto, pero salvo rara excepciones no lo podemos controlar, algunas veces he comentado que seguir con la vida depende mucho de seguir en condiciones óptimas para disfrutarla, para seguirla viviendo plenamente y con mis seres queridos, tal vez pudiera incluso considerarse el punto de manera muy racional, de plantearnos una fecha de caducidad, y si el azar, el destino o lo que sea, nos permite llegar a ella, ser nosotros dueños de la decisión final.


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