Nocturnus, The Key, 1990
Nocturnus, The Key, 1990
HYPERDRIVE
Por: Erreh Svaia
Era 1990, y la “meca” del death metal en el mundo era
Florida, Death, Obituary, Massacre y Deicide habían hecho de éste estado de los
EEUU, el lugar más efervescente en cuanto a éste brutal sub genero del heavy metal,
aunque hay que señalar que en un momento, las producciones del Morrisound
Studios a cargo del “mago” Scott Burns comenzaban a sonar un tanto…genéricas,
como una contra corriente ha todo esto, en lugares como Suecia surgía una nueva
escuela de brutalidad a cargo de bandas como los Entombed, Unleashed y Grave,
que prometían un regreso a un sonido más primitivo, basado en pioneros como los
Bathory, Hellhammer o los Venom, todo esto mientras en el Reino Unido surgía
una “nueva vía”, el Grindcore, generó heredero del más extremo hardcore punk, y
que añadía otros elementos como el heavy metal, la música industria e incluso
la música electrónica; la Earache Records se alzaría como la campeona del
genero y hogar de bandas como los Napalm Death, Carcass y Godflesh, los lazos
con la escena de Florida se establecerían con bandas más cercanas al death
metal tradicional como los Morbid Angel, y permítanme mencionar una banda más
que a casi 20 años sigue llamando mi atención de manera singular, Nocturnus,
quienes en 1990 editarían un disco que aún al día de hoy resulta sumamente innovador,
The Key.
The Key fue un disco único, Nocturnus era una banda formada
por un ex miembro de los Morbid Angel, a pesar de que su sonido estaba más
relacionado con el death metal de Florida, su casa disquera era la Earache, el
vocalista de la banda, Mike Browning, también era el baterista, y sus dos
guitarristas eran altamente técnicos, a la par de que incluían un elemento no
antes visto en la escena DM, un tecladista, por si todo esto fuera poco, la
banda exponía en The Key su obsesión por la ciencia ficción y el ciber terror,
algo que probablemente pondría feliz a gente como HR Giger o a David Cronenberg
(con una increíble portada que así lo confirmaba), los antecesores de Nocturnus
eran obviamente la densidad musical de unos Morbid Angel y la destreza musical
de unos Atheist, sin duda Nocturnus tenía por ahí alguno que otro lazo con el
metal progresivo, pero no uno que fuera tan excesivo o incluso muy evidente.
Tal vez los teclados con los que inicia Lake of Fire
resultaban algo tradicional en la escena, pero lejos de ser meros adornos,
éstos permanecían a lo largo de todo el disco como grandes protagonistas, junto
a un intenso trabajo de guitarras que resultaban descomunales funcionando en
conjunto con unos penetrantes teclados y las brutales baterías de Browning,
quien a pesar de no ser el mejor vocalista del género, lo hacía de una manera
bastante decente, así es como la banda nos golpeaba de manera inmisericorde a
la par de llevarnos a través de un torbellino de metal cuasi psicodélico que
bien pudiera ser antecesor del metal surrealista de los australianos Portal,
una de mis actuales bandas favoritas del género.
Standing in Blood es otro tema destacable del disco, con
guitarras como sierras eléctricas y trepidantes cambios de tiempo, la banda a
toda velocidad, a un paso brutal marcado por la batería de Browning y con
ejercicios de guitarra que aún al día de hoy resultan fascinantes, o la enorme Visions
from Beyond the Grave, en donde los teclados se convierten en el agente dominante
de un tema que se extiende como pulpo por varias vertientes tomando al escucha
por sorpresa en más de un sentido.
Otros temas como Before Christ / After Death no dejan de
resultar alucinantes y fascinantes a la vez, poseedores de una dinámica
instrumental soberbia para la época, además de sus cualidades únicas que ponían
a los Nocturnus como una de las bandas más increíbles de la era, seguramente
ignorados por la escena Grindcore, a la que se ligó inicialmente al ser partícipes
de giras con los Napalm Death y los Godflesh, y seguramente incapaces de
destacar en su propio estado nativo por los lazos con la escena inglesa (y opacados
injustamente por unos Morbid Angel), The Key permanece como un documento único
en la historia del género y como testamento de una banda que aún sigue, con
muchos altibajos, pero que regresa en una nueva versión, con Browning al frente
de un disco que promete alcanzar viejas glorias.
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