Una Experiencia Muy Cara
Una Experiencia Muy
Cara
HYPERDRIVE
Por: Erreh Svaia
Tengo excelentes recuerdos de pequeños lugares que
frecuentaba de niño en la ciudad y en dónde la comida me resultaba increíble, muy
cerca de mi casa, por la calle Hilario Martínez, una fabulosa panadería, que ya
no existe al día de hoy, con decenas de estantes repletas de pan recién hecho,
o las “banderillas” con cátsup, mostaza y mayonesa que solían vender por una pequeña
ventanilla en una calle adyacente a la Avenida Morelos, cada vez que mi madre
me llevaba al Centro de la ciudad, las “banderillas” eran una parada obligada,
igual los licuados sobre la Avenida Padre Mier, curiosamente recuerdo que eran
dos cafeterías exactamente una al lado de la otra, también estaban las
hamburguesas de un pequeño puesto en Avenida del Estado, en el sur de la
ciudad, eran las primeras hamburguesas que conocí en mi vida, muy cerca del
famoso “Callejón del Taco” que se volvería famoso en mis años de estudiante.
Recuerdo también hace unos 15 años las visitas a las
cantinas en el centro de la ciudad, en la que únicamente se pagaba la cerveza a
consumir y a cambio se recibía un generoso desfile de botana, lentejas preparadas
con jamón, e hígado encebollado preparado de una manera exquisita, claro, los
lugares eran sórdidos, los baños probablemente eran los peores de la ciudad,
los televisores proyectaban películas pornográficas de los 80s, y la compañía
eran principalmente ancianos concentrados en sus pláticas y juegos de dominó,
pero la comida, la comida era exquisita.
Al día de hoy, llama mi atención lo que llamamos “la experiencia”,
ir a conectarse a internet y sentarse en un viejo sillón es parte de la
experiencia que ofrece Starbucks, otros negocios te ofrecen comida “gourmet”
como diminutas hamburguesas o hot dogs con exóticos toppings, nada tan rico
como las comidas de la infancia en esos lugares de mala muerte, que muchos hoy
despreciarían fácilmente, pero date una vuelta a Netflix y observa los
venerados negocios de alimento en lugares como Singapur, Vietnam, Corea del Sur
e Indonesia, se parecen a esos puestos de comida que aún existen en el Mercado
Juárez en el centro de la ciudad, mientras en Asia se reparten estrellas Michelin
y se hacen largas filas por parte de los turistas que buscan conocer las
delicias extraordinarias en los lugares tradicionales, parecería que en México
queremos encontrar “comida tradicional, casera, artesanal y única” en los
centros comerciales genéricos, justo al lado de los McDonalds, los Starbucks y
los Carl´s Junior.
Algunos de ustedes recordarán las sillas rojas de fierro de
la Coca Cola, que la embotelladora suele regalar a los pequeños negocios de
comidas a cambio de la fidelidad hacia la marca, alguna vez, en mi época
trabajando para una empresa nacional de alimentos, que se “enorgullecía” de ser
“tradicional y mexicana”, se me pidió conseguir unas sillas parecidas a las de
la Coca Cola, conseguí varios modelos, pero ninguno fue satisfactorio para la
Dirección, quien quería dar esa “imagen de fonda de mercado”, cual sería mi sorpresa
cuando me pidieron conseguir unas sillas carísimas, cuyo costo se disparaba más
por querer que éstas fueran “rojo Coca Cola” y que tuve que traer en contenedores
desde China, una estrategia idiota desde un principio, pretender verte como una
“fondita tradicional” gastando miles de pesos.
No me extraña que hoy en día la juventud se sienta atrapada
en la precariedad económica, cuando tenga que gastar cantidades ofensivas de dinero
en la experiencia de un café de Starbucks, o de unos chilaquiles, o de un pan “recién
hecho”, esa misma gente que busca las experiencias carísimas en los centros
comerciales y no son capaces de encontrar la experiencia real en las colonias y
mercados de la localidad a módicos precios, entiendo que batallen para reunir
dinero, para terminar la quincena, para ahorrar para una casa o un auto, cuando
son puestos en trance por una supuesta experiencia, que no es más que vacío y
superficialidad, un engaño vendido a un precio muy caro, mejor sería visitar
esas cafeterías de colonia, esas panaderías que aún quedan en las colonias,
aunque no tengan pisos y paredes bonitas, o iluminación moderna, nada mejor que
esas coloridas visitas a los mercados, ahí comieron nuestros padres y no les
importó tanto “la experiencia”.
Comments
Post a Comment