Del sí que nunca fue al no que cambió el cine: Bond según los que no lo dirigieron



Muchas veces, los universos cinematográficos que nunca existieron son los más fascinantes. A principios de los 2000, después de la sacudida que sentimos con películas tan poderosas como Pi y ese brutal golpe al estómago que es Réquiem por un sueño, el nombre de Darren Aronofsky retumbaba en todos los pasillos de Hollywood. Veía a Aronofsky como el heredero natural del mismísimo Stanley Kubrick. Quizá por eso, los estudios lo querían para resucitar a Batman, para crear una versión completamente nueva, lejos de la inolvidable sombra gótica de Tim Burton.

Al final, como tantas veces pasa, los productores y el director no se pusieron de acuerdo. Pero a veces, un "no" es lo mejor que le puede pasar al cine. En lugar de darnos su Batman, Aronofsky nos regaló dos películas espectaculares que atraviesan poderosamente el alma: The Wrestler y Black Swan. Dos obras maestras que, lo digo en serio, me loco.

El relevo lo tomó Christopher Nolan. En ese momento, Nolan era ese director con un estilo único, una mezcla hipnótica de filosofía y matemáticas que nos había roto la cabeza con la enigmática Memento. De su mente saldría una trilogía que redefinió al superhéroe: Batman Begins, la legendaria The Dark Knight y la épica The Dark Knight Rises.

Pero fue otra película suya, Inception, la que hizo que los productores de James Bond se sentaran en el borde de la silla. Vieron en ella la quintaesencia del cine de espías. Cuando Nolan colgó la capa de Batman para hacer cintas más personales y monumentales como Interstellar y Dunkerque, su estatus de leyenda era indiscutible. Los estudios lo querían para todo, especialmente para sus dos joyas de la corona: Misión: Imposible y James Bond.

Entonces llegó el 2020. Tiempos de pandemia, un momento durísimo para el cine. En medio de la incertidumbre, Nolan hizo una jugada maestra: en lugar de tomar una franquicia, decidió crear la suya, una que superara a ambas bajo su visión personalísima. El resultado fue Tenet, un thriller de acción y ciencia ficción con toques metafísicos. Una auténtica bestia visual que dejó a medio mundo tan asombrado como confundido. Tenet fracasó comercialmente, pero bien pudo ser la mejor película de Bond que nunca existió.

Y aquí viene la ironía del destino. En Tenet, Nolan hizo dos cosas casi proféticas. Mientras el mundo debatía si un actor de color podía ser James Bond, él puso a John David Washington como su protagonista. Y a su lado, como su misterioso compañero, colocó a Robert Pattinson, el hombre que, unos años más tarde, se convertiría en el nuevo Batman. Un círculo perfecto, sin duda Nolan podía invocar no sólo el futuro, también otras dimensiones.

Pero Nolan no era el único genio en la lista de Bond. También estaba David Fincher, a quien muchos consideran el oscuro maestro de la tensión, sucesor de Alfred Hitchcock. La cosa es que Fincher, a su manera, ya había hecho su propia película de James Bond, y fue una maravilla: The Girl with the Dragon Tattoo. En ella, hizo realidad la fantasía de muchos: nos dio a una súper espía femenina, la legendaria Lisbeth Salander. Y, por si fuera poco, le dio el papel del periodista Mikael Blomkvist a Daniel Craig, poniéndolo en el carril de alta velocidad para convertirse, justo al año siguiente, en el James Bond que todos llegamos a admirar. 

Entonces, ¿por qué estos titanes del cine le huyen a 007? Aunque directores como Sam Mendes le dieron una profundidad artística increíble a la saga con Skyfall y Spectre, la verdad es que la franquicia es una jaula de oro. Es tan restrictiva y conservadora que los directores con una visión de autor potente prefieren no comprometerse. La lista de los que han dicho "no" es un auténtico salón de la fama: Steven Spielberg, Quentin Tarantino, Nicolas Winding Refn y Danny Boyle. Todos rechazaron la oferta por lo mismo: no tendrían control creativo, no podrían crear historias originales y, mucho menos, usar su característica violencia poética.

Pero ahora el tablero ha cambiado. Amazon ha comprado la franquicia y un nombre ha empezado a sonar con una fuerza que hace volar la imaginación: Denis Villeneuve. ¿Nos daría la imaginación para visualizar los giros creativos que el director de joyas como Enemy, Arrival y Blade Runner 2049 podría darle a la historia? Si a esto le sumas la deliciosa ironía de que Jeff Bezos, el fundador de Amazon, parece hoy en día un villano sacado de una película de Bond, la idea es irresistible.

Tener a Villeneuve al mando significa historias con una potencia visual abrumadora, una narrativa profunda y una inmersión total en la psique de un Bond más humano, más vulnerable. Y ahora que Daniel Craig, que ha crecido una barbaridad como actor, ha colgado el esmoquin, se abre la gran oportunidad. Suenan nombres consolidados como Tom Hardy e Idris Elba, pero también se abre la puerta a talentos jóvenes que pisan fuerte como Tom Holland, Jacob Elordi o ese increíble Harris Dickinson que nos dejó boquiabiertos en Babygirl. Bond se ha convertido ahora en una gran incógnita. Es esa incertidumbre la que hace emocionate pensar al día de hoy en el futuro de Bond. Villenueve ya está jugando su juego: estremecernos.


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