La Historia es Manipulación: Así se Escribe el Futuro



Lo he dicho muchas veces y no me canso de repetirlo: me fascina la historia, especialmente la contemporánea.

Y es que hay que tenerlo claro: la historia se construye todos los días. Esa historia que conocemos, la que nos contaron desde siglos atrás, no nació de la nada. Alguien, en algún momento, la vivió. Alguien, justo ese día, estuvo ahí. La escribió con sus decisiones, sus errores, sus intereses. Y nosotros, hoy, tenemos una ventaja enorme: podemos documentarla en tiempo real.

Tenemos cámaras en el bolsillo, redes sociales al alcance de la mano, inteligencia artificial que rastrea hasta lo invisible. Y aun así, ¿cuántas veces nos tragamos una noticia falsa sin darnos cuenta? ¿Cuántas veces no es que cambiemos de opinión, sino que simplemente terminamos más confundidos, más polarizados, más tribales?

Si eso ocurre hoy, con acceso a información inmediata, imagina cómo fue siglos atrás. Imagina cuántas mentiras, omisiones y manipulaciones moldearon lo que hoy llamamos “historia antigua”. Porque no era historia: era la versión de alguien con intereses personales. Si nosotros, con todas las herramientas del presente, aún somos presa fácil de la desinformación, ¿qué les quedaba a nuestros antecesores?

No hay héroes como nos los pintaron. No eran seres románticos luchando por ideales elevados. La historia, la verdadera, se escribe con intereses, ambiciones y estrategias personales la mayor parte del tiempo. Y eso, amigo, no ha cambiado en absoluto. Alguien es héroe en la historia porque a alguien le convenía qué lo fuera.

Mira lo que está pasando en tiempo real: Elon Musk compró Twitter —perdón, “X”— no solo como un capricho tecnológico. Lo hizo para controlar una narrativa. Y luego invirtió millones en la campaña de Donald Trump. Así como muchos dicen que George Soros mueve sus millones para controlar gobiernos, Musk demostró que tiene no solo mucho más dinero, sino también más hambre de poder y puede influir de manera más poderosa en el curso de la historia, cómo lo vemos hoy en día.

Y no solo quiere controlar la narrativa: también la política, la economía y —por qué no— el futuro de un país que ni siquiera lo vio nacer. Musk no quiere salvar a los EEUU, Musk quiere más riqueza personal. 

Patrocinó abiertamente a Trump. Pero ahora, como en cualquier telenovela mexicana, parecen enemigos. ¿Qué pasó? Lo de siempre: el empresario cree que compró al político, pero al final es el político quien tiene el poder. Y cuando el político ya no necesita al empresario, lo hace a un lado, lo deja caer. Así de simple.

Musk pensó que tenía todas las cartas. Pero Trump está mostrando que no rinde cuentas a nadie, salvo a otro político en otro país, que tiene algún poder sobre él. Dos narcisistas. Dos egos descomunales. Y un choque inevitable. Musk, cada vez más errático, con acusaciones de abuso de drogas, coqueteando con la ultraderecha alemana del AfD, jugando con fuego, metiendo las manos donde no debe.

Y sí, el quiebre vino por una propuesta de Trump: aumentar el gasto público, la deuda del país y modificar impuestos a ciertas actividades empresariales. La llamada Big Beautiful Bill. A Musk no le gustó. Se metió de lleno a intentar desmantelar esos "pesos y contrapesos" del sistema, especialmente los que regulan a sus propias empresas: Tesla, SpaceX… todo lo que pueda limitar sus ganancias.

Y aquí viene lo más turbio.

Musk tiene una empresa llamada xAI, que no solo juega con inteligencia artificial, también está detras de la agencia DOGE, que presuntamente extrajo información confidencial del gobierno y la alimentó a un sistema llamado Palentir, desarrollado por su amigo Peter Thiel. Dicen que Palentir es tan potente que ayudó a capturar a Osama bin Laden. Dicen que puede prever guerras, crímenes, movimientos geopolíticos. Dicen que compite con Aladdin, la poderosa IA de BlackRock. No hablamos de juguetes o de aplicaciones de IA que ayudan a chicos con sus tareas, hablamos de oráculos modernos que empresas y gobiernos siguen con devoción. Hablamos de un sistema de predicción qué ambiciona adivinar lo que harás incluso al momento de que nazcas. 

Este nivel de poder es real. Y este pleito entre Musk y Trump no es cualquier cosa. Algunos dicen que es puro teatro. Que simulan distancia para proteger sus marcas. Porque la cercanía de Musk con Trump afectaba la imagen de ambos. Musk parecía el titiritero; Trump, su marioneta. Y eso no le convenía a ninguno.
Más allá de amistad y lealtad, hay intereses políticos y económicos, y cuando la conveniencia aparezca, una vez más, se volverán a reunir. 

¿Entonces qué hacen? Montan una ruptura estratégica. Un distanciamiento calculado. Musk necesita parecer autónomo. Trump necesita parecer invulnerable. Pero no te confundas: esto no ha terminado.

Musk ha sido demócrata, ha coqueteado con China, ha criticado a Trump y luego lo ha apoyado como su mejor amigo. No tiene lealtades. Tiene intereses. Sus empresas viven de contratos, de subsidios, de licencias del gobierno. Si Trump realmente lo quiere destruir, puede hacerlo. Puede cerrarle puertas, quitarle el oxígeno.

¿Y qué pasa si esta pelea sí es real? Pues que Musk se queda colgado de la brocha. Porque por más libertario que se diga, por más discurso grandilocuente que lance, sus imperios están sostenidos por políticas públicas.

Trump, por su parte, ya logró lo que quería: el impulso de sus acciones, el apoyo de una red social, una narrativa digital favorable. Pero si se harta de Musk, lo va a aplastar.

Musk tiene la plataforma para impulsar narrativas, pero Musk olvida que esas narrativas en su mayor parte son alimentadas por los seguidores incondicionales de Trump, y muchas veces por granjas de bots rusas. Musk tiene el poder económico, si, pero gran parte de él, depende de la especulación, cuando llegó al poder junto con Trump, el valor de las empresas creció. 

Cuando Trump comenzó a cometer errores, las empresas de Musk sufrieron. Musk debió saber que "Musk y Tesla son una misma marca". Musk debió saber que sus empresas sufrirían cuando él se volvió uno de los personajes más odiados a nivel global. Claro que Musk puede y seguirá haciendo más daño al gobierno. El futuro de sus empresas depende de la protección qué el gobierno les pueda dar y de los subsidios gubernamentales. 

Mientras tanto, Putin y Xi Jinping, probablemente esten muertos de la risa. Porque mientras el mundo observa este circo entre dos titanes del narcisismo, ellos avanzan en silencio, sin show, sin Twitter, sin clemencia, desde las sombras. 



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