Filosofía de Calabozo
Filosofía de Calabozo
Dispersión Caprina
Por: Erreh Svaia
Es algo que he dicho hasta el cansancio (o de lo que he
escrito hasta el cansancio), y al parecer termino sacando “fuerza de flaqueza”
(diría el aposto San Pablo, “Cuando me siento débil, más fuerte soy”, tal vez
San Pablo también se ejercitaba) , ya que lo vuelvo a mencionar, lo que me ha
dado uno de mis pasatiempos favoritos, el levantamiento de pesas, es más de lo
que pudiera parecer a simple vista, y es que básicamente de eso se trata, de
llevar al músculo al fallo total, a través del estrés generado por el peso
incrementándose gradualmente, eso, crea más fuerza y crecimiento, cuando
conseguimos que el músculo fallé, o se venza, es cuando obtenemos la mayor
recompensa física, no por nada pensadores como Platón, Mike Mentzer, Stephen
Covey o Nassim Nicholas Taleb están entre mis favoritos, todos ellos se
enfrentaron a el peso, se pusieron bajo la barra de una u otra manera y
lucharon por vencer esa resistencia.
Empecé con éste hábito durante mi segunda década de vida, y
sin proponérmelo aprendí muchas cosas en el camino, aprendí a enfocarme, a
concentrarme, cuando estás bajo la barra, no hay chance de distraerse, cuando
éstas en el calabozo (así suelo decirle al gimnasio), no hay nada más en el
mundo, eres tú contra la fuerza de gravedad, por eso rara vez hago amistades o
convivo mucho con la gente el gimnasio, ahí, en ese instante, estoy sólo contra
mi mismo, y así, además del enfoque aprendes sobre la mejora continua como un
proceso infinito (8), uno que nunca termina y una suerte de batalla que se
lleva día a día por hacer más por mover una libra o un kilo más de peso que en
la sesión anterior, las metas a largo plazo se alcanzan a través de muchas
pequeñas metas conquistadas, de muchos pequeños esfuerzos y triunfos logrados
día tras día.
En uno de sus libros Covey explicaba una muy interesante
analogía entre los músculos y la paciencia, llevar el músculo al fallo destruye
las fibras internas, y el cuerpo, siempre en busca de la mejora natural, las
reemplaza por unas más fuertes, y más grandes, así nos sucede también con la
paciencia, cuando nos esforzamos por no perderle, aún y que somos llevados al
límite, el proceso termina compensándolos con más paciencia, y nos volvemos más
tranquilos, más maduros y más tolerantes, y así cambiamos, y nos adaptamos a los
cambios, y como buenos Darwinistas evolucionamos, y aceptamos que la única
constante es el cambio, y rechazamos el permanecer igual, buscando romper la
inercia.
También aprendes un poco sobre la “destrucción creativa”, la
certidumbre no siempre trae cosas buenas; crecemos, nos desarrollamos y
maduramos al ser expuestos a ciertos niveles de estrés, de incertidumbre, no
creces sin esforzarte en el gimnasio, no te vuelves buen capitán de barco
permaneciendo en la costa, las buenas espadas se forjan en el fuego y a golpes,
así que para crear, a veces hay que destruir un poco, procurando siempre tener
el control, buscando el equilibrio y la armonía, no puedes desarrollar un par
de piernas poderosas, con un torso débil, o un torso poderoso (el templo de tu
corazón y tus pulmones), sin unas buenas columnas (tus piernas) para
sostenerlo, tampoco podrías mover esa barra si no están en balance los discos
con los que la cargas, y tampoco podrás ejecutar el movimiento si no consigues
mantener el equilibrio, nadie te observa, pero tu sólo te esfuerzas por hacer
bien los ejercicios y mantener la forma correcta, eso es calidad, cuando buscas
hacer las cosas bien por ti mismo, sin que nadie te obligue o vigile.
Al final de cuentas, trabajamos como artistas en una obra
propia, en una obra que sólo apreciamos cuando estamos en el taller, en una
obra que en lo personal no se trata de un tema de vanidad, sino de trabajo
personal, de disciplina y evolución, aprendemos del proceso, el proceso nos
hace crecer, nos convertimos en mejores seres humanos, si el físico mejora por
consecuencia, ya es una ganancia adicional.
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