CAN, Tago Mago, 1971, Una Reseña



CAN, Tago Mago, 1971, Una Reseña

Por: Erreh Svaia

ROCK N ROLL ANIMAL

Los Can debieron estar bastante preocupados luego de la salida de su memorable, pero inestable vocalista Malcolm Mooney, luego de su disco debut, Monster Movie, el reto era grande, reinventarse y seguir adelante, para esto reclutaron al músico callejero Damo Suzuki, quien en definitiva, imprimió su sello particular en el grupo y se convirtió en detonante de un trabajo más enigmático y místico por parte de la banda, quienes revitalizados por los cambios se encerraron por varios meses en un castillo, a las afueras de Colonia, que les fue prestado por un promotor de arte alemán, sería Holger Czukay, en encargado de grabar cientos de horas de la banda 8que solían tocar hasta por 16 horas diarias), para posteriormente editarlos, de la misma forma en que Teo Macero hacia con las grabaciones de Miles Davis durante su etapa “eléctrica”, el resultado sería el disco Tago Mago, uno de mis discos favoritos de la historia de la música rock.

Tago Mago tomaría su nombre de los recuerdos del baterista Jaki Liebezeit, cuando éste tocaba en bandas de acompañamiento con Chet Baker, Baker, conocido por sus excesos con drogas y sus deseos suicidas, alguna vez mencionó el deseo de ir a ésta isla para terminar con su vida (la isla, también está muy ligada al célebre ocultista inglés Aleister Crowley), cabe mencionar que Tago Mago no es un disco depresivo, es un disco denso y opresivo con temas largos compuestos por estudios de música funk de avanzada, por un lado Czukay y el tecladista Irmin Schmidt, estaban muy interesados en la música funk de James Brown y Sly Stone, por otro, Liebezeit en la batería continuaba su camino hacia convertirse en “mitad máquina mitad humano”, obsesión que curiosamente compartían sus contemporáneos y también alemanes de Kraftwerk.

Paperhouse es el primer tema del disco, la banda suena más relajada con Karoli, Czukay y Schmidt siguiendo los duros ritmos de Liebezeit, con Schmidt proporcionando gran parte de las texturas al tiempo que Suzuki inicia sus característicos canticos, parte canto, parte rezo, al tiempo que Karoli se enfrasca en líneas de guitarra psicodélicas que van acompañando las baterías de Liebezeit que poco a poco van acelerando el paso, y es aquí dónde Karoli comienza a tomar vuelo con un duelo de guitarras distorsionadas y alucinantes solos, al tiempo que Suzuki juega al lado abstracto de sus vocales y cada vez vamos viendo y apreciando la profundidad real del agujero de conejo en el que hemos caído, con Karoli encendiendo la atmósfera con incendiarias guitarras, en medio de las enmarañadas líneas de bajo de Czukay, de ésta forma el tema se transforma y la banda consigue desplegar una dinámica intensa que apenas anuncia los alcances del disco.

Para el segundo tema, Mushroom, la banda ya ha declarado que no hay vuelta atrás, Suzuki vuelve a los cantos en un estado de trance impresionante al tiempo que Liebezeit introduce de forma colosal ritmos monumentales que son marcados por las incisivas líneas de teclados de Shcmidt y las guitarras de Karoli, con un Czukay manteniendo un sólido fondo, entrelazado con Liebezeit, en un tema legendario que se antoja imposible de escapar de él, una versión mastodóntica del funk introduciendo asombrosos elementos cuasi místicos gracias al fantasmal chamanismo de Suzuki.

Luego de los primeros segundos de Oh Yeah, resulta fácil entender porqué la banda entusiasmo a muchos jóvenes e inquietos punk rockers, y los llevó por los territorios del post punk, con gente como John Lydon, ya alejado de los Sex Pistols, y miembros de bandas como los Wire, The Falllas Slits, entre otros, que retomarían parte del sonido de éste tema y otros de éste disco, para continuar una evolución musical, que como el Tago Mago, cuestionaban la naturaleza misma del rock n roll, con ritmos traídos de otros géneros que buscaban llegar más allá del legado de Chuck Berry.

Para Halleluwah, la banda ya suena en completo control de su sonido, la confianza de Suzuki en sí mismo, a pesar de ser el nuevo elemento de la banda, ya rivaliza en cuanto a su peso en el sonido completo de la banda, en el que se antoja tachar de imprescindible a cualquiera de los músicos de éste grupo aportando de forma individual al impresionante sonido de la banda como un todo, con Liebezeit monstruoso tras de esos ritmos imposibles de eludir, con el hechizo vocal de Suzuki, que iría más allá de la simple voz, los entramados sonoros de Schmidt que añaden sin duda un elemento cerebral al sonido, y el acompañamiento en el bajo de Czukay, además de su maestría para “ensamblar” horas y horas de grabación en una bestia musical de éstas magnitudes.

Luego del brutal ejercicio de Halleluwah, es comprensible la divagación sonora posterior, en dónde en temas como Augmn, la banda busca integrar a uno de sus mayores influencias, el compositor Karlheinz Stockhausen, en un contexto de música de rock, en uno de los experimentos sonoros más radicales de la época, buscando una identidad propia que los librara del mote mediocre de “krautrock” y entrando de lleno en lo que pudiéramos llamar “kosmiche musik”, el verdadero inicio de la música experimental alemana con influencias de rock, en ejercicios que para muchos podrían parecer insoportables o incomprensibles.

Así Tago Mago termina con otro tema estelar, titulado Bring Me Coffee or Tea, que para éste momento ya no importa, aquí ya podemos escuchar todos los conceptos explorados por la banda, llevados al punto cumbre, de alguna forma ya nos muestra el sonido aún más ambicioso que escucharemos en su siguiente disco, de ésta forma, Can también nos abre una impresionante ventana al futuro, con el Tago Mago como un documento necesario para entender la evolución musical de finales de los 70s, con alcances más allá de lo imaginado, de ésta forma los Can se consolidaban como una de las bandas más ignoradas por las masas, pero más apreciados por los incondicionales de la música experimental más arriesgada con propuestas fuera de éste mundo, como éste disco.

 


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