Sparks, A Steady Drip, Drip, Drip, 2020, Una Reseña



Sparks, A Steady Drip, Drip, Drip, 2020, Una Reseña

Por: Erreh Svaia

ROCK N ROLL ANIMAL

Pienso que es lamentable que los Sparks no haya tenido ni la mitad de la fama y popularidad que una banda como Queen pudo gozar en algún momento, Sparks son una de mis bandas favoritas, poseedores de un estilo único, los hermanos Mael, Russell y Ron, tuvieron la genialidad para cruzar con estilo entre géneros durante gran parte de los 70s y 80s, integrando elementos de ópera, prog, glam rock e incluso música disco, algo que sin duda los pone a la par de la banda de Freddie Mercury y Brian May, y aunque Queen publicó discos espectaculares, difícilmente las aportaciones de los cuatro miembros de la banda podrían rivalizar con las excéntricas creaciones de los hermanos Mael, quienes ya atraviesan su quinta década de aportaciones musicales, tal vez el hecho de que sus orígenes sean en los EEUU, al igual que los Velvet Underground, los Blue Cheer o los Stooges, les hayan negado el derecho a que se les prestase la misma atención que bandas del Reino Unido como los ya mencionados Queen, que iniciaron en 1970, los Led Zeppelin o los Black Sabbath.

Russel Mael me sigue pareciendo uno de los mejores vocalistas de la historia del rock, con un rango extraordinario que la lo quisiera Mercury, y si hablamos de las composiciones de Ron Mael, está claro que nos encontramos ante un músico y compositor que podía rivalizar con otros compositores alucinantes como Lennon/McCartney, Pete Townshend, Syd Barrett o Ray Davies, quienes debieron obviamente ser la inspiración de curioso sonido tan original de los Sparks en los 70s, que nos trajeron discos tan fabulosos como el A Woofer in Tweeter´s Clothing, el kimono In My House o el No. 1 In Heaven, discos legendarios que servirían de puertas a nuevas dimensiones de genialidad pop barroca.

Disco número 24 en la carrera de la banda, titulado A Steady Drip, Drip, Drip, que pudiera hablarnos de la insistente actitud de la banda con respecto a la música, una constante gota que sigue y sigue produciendo estupendos discos a pesar del paso de los años y que nos trae nuevamente a la obras alucinantes de la banda, con un sonido contemporáneo, que pareciera perfectamente adecuado para el pop de nuestros días, repleto de referencias a la música británica, a arreglos majestuosos, al protagonismo de sintetizadores y a vocales excéntricas.

All That se encarga de abrir el disco, en un tema cuya composición llega a niveles casi de himnos, desplegando una hipnótica peculiaridad que es parte barroquismo inglés y parte sensibilidad pop inspirada en las épocas oscuras de los Beach Boys en los 70s, I´m Toast se encarga de manera exitosa de actualizar el sonido New Wave de los 80s, un sonido que los Sparks aportaron para su creación, adaptándola al rock moderno, añadiendo robustos sintetizadores, afiladas guitarras y las inimitables vocales de Russell, en un verdadero espectáculo musical que apenas parece comenzar.  

Lawnmower es uno de esos temas casi surrealistas que evocan en partes iguales a los Who, a los Beach Boys o a los Pink Floyd de Syd Barrett, es una pieza de puro pop barroco al más puro estilo de los Sparks, en una forma en la que sólo Ruessell y Ron pudieran sacar adelante, construyendo una pieza que poco a poco va evolucionando en un monstruo de características casi hipnóticas, y que después se transforma en la progresiva Sainthood is Not in Your Future, que inicia con las gimnásticas vocales de Russell y se va fortaleciendo a través de las voces en el fondo y en esos caprichoso arreglos de Ron, que no cesan de sorprender al escucha y de entregar una sensibilidad altamente evolutiva que se niega a ser un sonido del pasado y a la cual no parece costarle muchos esfuerzo adaptarse al presente, aunque tal vez sea en Pacific Standard Time, en dónde la banda parece traer a flote parte de ese sonido característico de finales de los 70s, que ya anunciaban los 80s, alcanzando a recordarme a bandas como La Dusseldorf, del alemán Klaus Dinger.

Stravinsky´s Only Hit nos arroja de forma súbita en el universo operático y surrealista clásico de los Sparks, en un tema que claramente reafirma el porqué los Sparks son una de las bandas favoritas de Mike Patton en su época con bandas como los Faith No More y los Mr. Bungle, con una inclinación por la esquizofrenia asombrosa, para después tomar vuelo y hacerse en las alturas en la intensa y poderosa Self-Effacing.

Definitivamente hay temas que carecen de la efectividad necesaria para mantener la intensidad a lo largo de todo el disco, pero pudiéramos hablar de solamente un par de temas que no alcanzan a calificar como sobresalientes, la banda en general consigue mantener sus sorprendentes niveles de creatividad y A Steady Drip, Drip, Drip, a diferencia de muchos de sus contemporáneos, no sólo se sostiene relevante, también se podría considerar entre los mejores discos del catálogo de ésta banda, única, atrevida y repleta de una locura tan especial que carece de rivales.


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