Bronco ¿independiente o impredecible?
Por: Jorge Fernández Menéndez
No sé si Jaime Rodríguez Calderón, apodado El Bronco, vaya a
ganar las elecciones que dentro de dos semanas se realizarán en Nuevo León.
Mucho menos si sus expectativas reales de voto son de 35 por ciento como dice
su principal patrocinador, el periódico El Norte, o de 15 por ciento, como dice
la encuestadora GEA-ISA. Sé que una diferencia de 20 puntos en dos encuestas
levantadas simultáneamente lo único que puede indicar es que por lo menos una
de las dos ha sido manipulada conscientemente.
Tampoco sé a qué le apuesta Rodríguez Calderón: su labor en
el municipio de García no alcanza para saber cómo gobernaría. Sí se enfrentó a
la delincuencia, pero lo hizo con el apoyo y los instrumentos que le
proporcionaron los gobiernos estatal y federal, en el marco de una estrategia
que no fue ni remotamente diseñada en ese municipio.
No lo conozco personalmente, pero su forma de hacer política
y de expresarse es la de un hombre que recurre con demasiada facilidad a la
violencia verbal (algunos dicen que también física) como respuesta a cualquier
crítica. Ahí está como muestra su grosera y lamentable respuesta a las
observaciones que le hizo el expresidente Felipe Calderón (que fue, por cierto,
quien financió e implementó el programa de seguridad en García y que El Bronco
expone como suyo).
Sí sé que Rodríguez no es un candidato independiente: es un
candidato hoy sin partido, que militó 33 años en el PRI, por el que fue
diputado local y federal, además de presidente municipal, al que renunció
apenas en septiembre pasado, porque se vio sin posibilidades de lograr la
candidatura a gobernador. Y se lanzó entonces como candidato, apoyado por un
poderoso grupo local en Nuevo León, en el que participa en forma muy destacada
un grupo editorial, con sus empresarios y políticos cercanos que creen que de
esa manera se podrán deshacer de la alternancia PRI-PAN que tanto les
desagrada.
La reciente incorporación del muy respetable Fernando
Elizondo a su campaña es una vívida demostración de ello, incluso por el
anterior parentesco familiar de Elizondo con la familia Junco. No sé si esa
suma de alianzas le alcanzará, como decíamos, a El Bronco para ganar una
elección, pero sí les alcanzó para posicionarlo en la contienda.
Toda esta historia me recuerda a la de muchos otros
políticos populistas que llegan al gobierno empujados por grupos de poder,
hartos de los partidos, y que una vez sentados en la silla se olvidan de sus
patrocinadores para convertirse en autócratas. El caso más conocido en la
historia reciente es el de Hugo Chávez (o pudo haber sido la historia de López
Obrador en 2006), que luego de un intento de golpe militar, fue impulsado
electoralmente por un poderosísimo grupo de empresarios y de medios para
“castigar” a la centroderechista COPEI y al socialdemócrata Acción Democrática,
que se habían alternado durante décadas en el poder.
Cuando Chávez llegó al gobierno (como antes lo hicieron
muchos otros de ese talante) simplemente se deshizo de sus patrocinadores e
inició una suerte de dictadura velada que ha durado hasta nuestros días. En
realidad estos personajes no son sinónimo de avances, tampoco de continuidad,
sino de retroceso.
No voy a decir que El Bronco es un peligro para Nuevo León,
pero sí que es el candidato más desconfiable de todos los que participan en esa
entidad: más allá de su fraseología ruda no se sabe qué quiere hacer, cómo
quiere hacerlo, qué respeto tendrá para sus adversarios y para la pluralidad,
si respetará o no sus acuerdos, cómo hará para manejarse con el Congreso (¿o
buscará comprarlo como hizo Chávez en su momento?), tampoco qué hará con los
proyectos y planes económicos y de seguridad implementados por muchas fuerzas y
personajes comprometidos con Nuevo León, que van mucho más allá del gobierno
estatal actual.
Hasta ahora la única oferta de Jaime Rodríguez es que tiene,
como él dice, “güevos” y que es, como se hace llamar, bronco. Pero, más allá
del comprensible enojo social, para gobernar un estado tan complejo como Nuevo
León se necesita más cerebro que güevos, más programas que entusiasmo, y más
equipos y compromisos que aventuras y ánimo de confrontación.
Puede o no ganar Rodríguez Calderón el próximo 7 de junio,
pero estoy convencido de que es la peor opción que puede tener ese estado, para
mí, tan entrañable. No tener partido no lo hace independiente, lo hace
impredecible.
Tomado de: http://www.excelsior.com.mx/
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