El chef que cree en la alta cocina a bajos precios
El chef que cree en la alta cocina a bajos precios
Por: Jay Cheshes
SON LAS 8 P.M. de un cálido miércoles de
verano, y el comedor de D’O comienza a llenarse. Una joven pareja se
acomoda en una mesa en un rincón, y cerca de ellos tres hombres en finos
trajes estudian la carta entusiasmados, a la espera del sabroso babà
con sandía fresca y polvo de jamón, o la pasta de harina quemada con
avellanas, tamarindo y salicornia.
Han esperado mucho tiempo para comer
aquí. Ubicado en un suburbio anodino de Milán, puede que este
restaurante sea el más difícil de probar en Italia. Sus 40 asientos se
llenan con hasta ocho meses de antelación. La discreta trattoria se ha
convertido en una sensación impensada, con una estrella Michelin desde
hace bastante y sin mucha decoración aparte de fotos en blanco y negro
al estilo de un álbum de recuerdos del chef y su equipo. Davide Oldani,
el delgado chef de 47 años, sin duda tiene un paladar muy refinado, pero
es la relación costo-calidad del restaurante (platos principales con un
precio máximo de alrededor de US$18) la que ha mantenido la prosperidad
del lugar.
“Me gusta tener un restaurante lleno”, dice. “No hablo de
precios bajos; hablo de precios justos”.
Hace
dos años, Oldani fue invitado a la Escuela de Negocios de Harvard para
hablar sobre un caso de estudio que un profesor italiano había escrito
sobre D’O. Los estudiantes lo acribillaron a preguntas. “Querían saber
qué sería lo siguiente”, recuerda. “Yo les dije: ‘Voy lento, lento,
lento’”.
Oldani ha conseguido fama sin
expandirse demasiado rápido. Hace tiempo que compró y pagó su
restaurante en la municipalidad de Cornaredo sin ayuda de inversionistas
externos. La presentación en Harvard le dio confianza para explorar
nuevas oportunidades. El año pasado, abrió un Davide Oldani Café
—mediante una licencia— en el Aeropuerto de Milán-Malpensa. A mediados
de este año, lanzará un nuevo restaurante insignia a la vuelta de la
esquina de D’O; y a finales de año, abrirá un concepto llamado FOO’D en
uno de los hoteles Shangri—La de Manila. “Si me mudo a la ciudad, hay
mucha competencia”, comenta, mientras recorre su futuro restaurante en
el comienzo de la construcción. “Aquí en el pueblo soy la única opción”.
El
nuevo sitio, diseñado por Piero Lissoni, un arquitecto modernista
italiano, tendrá más de dos veces el tamaño del original, con 50
asientos y una cocina de experimentación en el sótano, donde el chef
probará los nuevos platos para invitados especiales. Espera abrir a
mediados de año durante la Expo Milán, la feria mundial de alimentos, a
escasa distancia en auto desde el restaurante. Oldani, un embajador
oficial de la Expo, tendrá un pequeño café en la feria, donde servirá
algunos platos simples, tanto dulces como salados en los que se
destacarán ingredientes milaneses y su distintivo estilo de Cucina Pop,
su interpretación italiana de la buena mesa democrática. Aunque pocos
italianos han probado su comida, el chef lleva años promoviendo su
filosofía a través de la televisión (es el juez principal en un concurso
de cocina en horario estelar) y libros de cocina.
Como
portavoz ocasional de más de una decena de marcas internacionales e
italianas, Oldani cuenta con tantos patrocinadores como un piloto de
Fórmula Uno. Está respaldado por Samsung, que suministra smartphones a
su equipo, y Mercedes-Benz, que cada año le da un nuevo auto para
conducir. Giorgio Armani está tan enamorado de su comida que llevó a
Oldani a París el año pasado a cocinar para 450 invitados en su velada
One Night Only (Sólo una noche) en el Palais de Tokio.
Oldani
piensa como un diseñador industrial, buscando soluciones innovadoras a
problemas que la mayoría de los chefs y comensales no han notado. Una
comida en D’O puede empezar con la sopa en un tazón de borde ancho
diseñado por él, con una base inclinada que facilita llenar la cuchara
con hasta la última gota. El vino se sirve en copas con un borde más
alto que el otro, lo que permite que el aroma llegue a la nariz desde
distancias variables. Para ahorrar espacio en la mesa, y para animar a
los comensales a degustar todos los sabores de un mordisco, creó el
Passepartout, una combinación de tenedor, cuchillo y cuchara. “Para
apreciar nuestra comida tienes que recoger todos los ingredientes
juntos”, dice. “Si utilizas un tenedor con un poco de cuchara y un poco
de cuchillo puedes conseguir todo de una vez”.
Los ejecutivos corporativos han tomado nota
de la habilidad del chef para el diseño y comenzaron a aprovechar sus
destrezas. Ha diseñado vasos de agua para San Pellegrino, tazas de café
espresso y cucharas para Lavazza, y una nueva línea de platos de
melamina irrompible para el fabricante de muebles Kartell, que debutó en
la feria Maison & Objet de París en enero.
Oldani
se crió a cinco minutos de su restaurante, en el mismo edificio donde
ahora vive con su novia, Evelina Rolandi, y su pequeña hija, Camilla
Maria (su madre también vive en el edificio). A los 18 años, mientras
asistía a la escuela de cocina cercana de donde recluta a la mayoría de
su personal, consiguió un empleo de verano con Gualtiero Marchesi, el
primer chef en Italia con tres estrellas Michelin. Oldani se sentaba
fuera de la cocina principal abriendo cientos de erizos de mar y soñando
con incorporarse al equipo que estaba dentro. “En Italia, en ese
entonces, no había nadie por encima de Marchesi “, rememora.
El
maestro finalmente se convirtió en su mentor. Marchesi lo envió al
mundo para que aprendiera de otros maestros (como Oldani hace hoy con
sus principales talentos en D’O). Después de unos años cocinando con
Alain Ducasse en Mónaco, Michel Roux Jr. en Londres y el pastelero
Pierre Hermé en París, volvió a trabajar para Marchesi, abriendo
restaurantes para él fuera de Italia.
En
2003, se independizó con D’O con una idea simple: servir comida con
estrellas Michelin a un precio que cualquiera pudiera permitirse. Los
ingredientes eran humildes y locales; nada de foie gras, caviar o
trufas. El almuerzo incluía una opción de precio fijo: US$14 por dos
platos con café y una copa de vino.
Pronto se propagó la noticia de que
un acólito de Marchesi prácticamente estaba regalando sus creaciones en
la cocina. “No lo podían creer”, recuerda Oldani. “Se preguntaban: ‘¿Qué
está haciendo?’”. Todavía se puede almorzar dos platos en D’O por $14,
aunque por estos días uno tiene que pagar por el vino y el café. No
cuesta mucho más sumar la ahora famosa tarta tatin de cebolla del chef
con helado de queso Grana Padano, su frittata dorada hecha soufflé y su
risotto milanés de toque moderno, con una espiral brillante de salsa de
azafrán sobre arroz blanco al dente.
Con
su nuevo restaurante insignia y otras empresas, su comida será mucho
más fácil de probar. “Tenemos mucho que hacer”, afirma Oldani, que
también está lanzando sus propios embutidos, un aceite de oliva en polvo
y un risotto. “Quiero llegar a más personas”, continúa. “La filosofía
Pop no es marketing; es algo serio, se trata de alta calidad que es
también accesible”.
Tomado de: http://www.wsj.com/
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