Negociar
Negociar
Por: Gabriel Zaid
Tomado de: El Norte
Hay unos 200 libros sobre cómo negociar. Algunos tan
especiales como "Zen y el Arte de Negociar", "201 Maneras de
Negociar con Gente Difícil", "Saber Negociar es Bailar",
"Cómo Negociar Internacionalmente", "Negociar con Arte y
Conseguir que los Demás se Salgan con la Tuya".
Se puede negociar entre dos partes, varias o muchas. Las
partes pueden ser indeterminadas y anónimas (como en una subasta) o mutuamente
conocidas.
Negociar es regatear y ponerse de acuerdo (o no). El proceso
suele estar enmarcado por leyes, reglas previamente acordadas entre las partes,
usos y costumbres o realidades circunstanciales que se imponen a los
negociadores.
El consejo básico en todos los casos es saber lo que uno
quiere y lo que quiere el otro. No es fácil. En todos los participantes hay una
dosis de narcisismo que los desconecta de la realidad y afecta sus posiciones.
Es normal que ambas partes crean saber lo que quieren hasta
que empieza el regateo. De lo cual se burla Groucho Marx: "Éstos son mis
principios. Pero si no les gustan, tengo otros". Las ilusiones sobre lo
que se quiere y se puede van cayendo a medida que cae el agua fría sobre los
principios sagrados.
Es recomendable regatear previamente consigo mismo, de ser
posible ante una persona de confianza. ¿Qué quiero realmente? ¿A cualquier
precio? ¿Cuál es mi verdadero límite, rebasado el cual prefiero retirarme?
Entre los límites de ambas partes hay espacio (o no) para
negociar. Naturalmente, iniciar el regateo en el límite es un error. El otro
supondrá que es la posición inicial, tratará de moverla y no habrá acuerdo. Es
normal que se pretenda más de lo que se está dispuesto a aceptar.
"The Art of the Deal" de Donald Trump no es un
manual de how-to, sino un ego trip. Cuenta historias de sus éxitos (reales o
supuestos), no de sus fracasos. En México tuvo uno, monumental. Vendió
departamentos de un condominio de lujo sin invertir más que en una maqueta y un
video (véase Trump Ocean Resort Baja Mexico en la Wikipedia). No tenía ni
permiso de construcción. Fue un negocio de saliva que le salió mal. Acabó
demandado y pagando millones de dólares.
En su libro, hay detalles reveladores. "No quiero que
la gente sepa exactamente lo que hago y pienso". "Me gusta ser
impredecible". "A veces sale bien ser un tanto salvaje".
"Apunto muy alto. Me mantengo presionando, presionando y presionando para
conseguirlo. A veces acepto menos de lo que quería. Pero, en general, me salgo
con la mía".
No siempre. Paralizó el Poder Ejecutivo como extorsión al
Legislativo, hasta que le dieran fondos para la construcción del muro
fronterizo. No cedieron. Aguantó 35 días y acabó firmando el presupuesto sin
los fondos. Pero le gusta hacer creer que siempre gana. Sigue la fórmula del
Senador George Aiken, cuando las tropas norteamericanas se empantanaron en
Vietnam: Let's declare victory and get out. Salgamos declarando que vencimos.
Le gusta jugar al "por si pega" y llevarlo al
extremo de la brinkmanship: aquella lamentable táctica de la Guerra Fría de
amenazar hasta el límite, pero sin cruzarlo.
En 1962, cuando Kennedy y Jrushchov se amenazaron con la
destrucción nuclear, Jrushchov envió misiles a Cuba, Kennedy respondió con un
cerco naval a la isla, antes de que llegaran, y afortunadamente Jrushchov
retrocedió.
México cometió el error de ofrecer algo que no podía cumplir:
puertas abiertas a la migración centroamericana, sin definir la cantidad. En su
discurso del 17 de octubre del 2018, el Presidente electo (a diferencia de
Trump) anunció que no recibiría a los migrantes con deportaciones, sino con
empleos. Con tal invitación, los migrantes se triplicaron y apareció el negocio
pollero de organizar caravanas.
Tradicionalmente, México abre sus puertas a los perseguidos
que buscan asilo, pero no tanto a los migrantes que simplemente aspiran a vivir
mejor (o enviar remesas a su familia). Hay cierta xenofobia popular. Y no hace
tanto, la Constitución permitía deportar "inmediatamente y sin necesidad
de juicio previo, a todo extranjero cuya permanencia juzgue inconveniente"
(Artículo 33).
México tiene ahora (y paga) un "muro" para cerrar
las puertas a las caravanas: la Guardia Nacional en Chiapas. Trump lo celebra
como un logro de su amenaza arancelaria, y quiere más: deportarnos sus
indocumentados. Cabe negociarlo para los mexicanos (empezando por darles apoyo
consular), pero no a cambio de que suspenda la amenaza (difícil de cumplir),
sino el contrabando de armas a México.
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