Un Algoritmo para Gobernarlo Todo




Un Algoritmo para Gobernarlo Todo

Por: Erreh Svaia

Dispersión Caprina

Tengo un par de semanas utilizando la aplicación Waze para buscar la mejor ruta posible a mi destino diario por las mañanas, al principio la ruta la decidía yo en base a mis caminos acostumbrados y solo usaba la aplicación para los tramos más complicados, después, aunque me costó trabajo confíe en la IA de la aplicación y me dejé guiar por ella por completo, vaya que me llevó por calles que nunca imaginé transitar y a dar recorridos que desafiaban por completo mi lógica, pero a medida que las disminuciones en los tiempos se empezaban a dar de forma que consideraría casi mágica, de no conocer la naturaleza del GPS y de la Inteligencia Artificial, así fue como Waze no sólo dio algo de variedad a la rutina, me llevó a transitar partes de la ciudad que no conocía y me ahorro tiempo considerable en las rutas, a medida que mi pericia al volante me ayudaba incluso a mejorar los tiempos calculados de inicio por la aplicación.

Los cálculos de Waze han resultado bastante exactos y confiables y empieza a convertirse en una herramienta un tanto indispensable, es un hecho que la IA y logaritmos que maneja la aplicación resultan más adecuados al momento de tomar decisiones de rutas que mi experiencia y razonamiento, y podría llegar un momento en que dependa totalmente de éste para ir a cualquier sitio, aunque cabe señalar que la mezcla de los cálculos de Waze más mi pericia como conductor han rendido mejores frutos, la sola dependencia en la IA no sería suficiente para salir adelante en determinada tarea.

Ahora bien, ¿Qué pasaría si una vez que hayamos desarrollado a niveles insospechados la IA y llegáramos a tener el codiciado “algoritmo maestro” que así como pueda encontrar candidatos a un puesto de trabajo, pudiera encontrar candidatos idóneos a un puesto público? Muchos empezarán a temer si se trata de imponer las variables empresariales dentro del gobierno y la cuestión no va por ahí, debe existir un consenso adecuado de lo que se necesita en cada puesto y empezar tal vez por determinar quiénes serían las personas más representativas bajo ciertos parámetros para determinar a los más adecuados para una diputación, de ahí avanzar al senado y empezar a considerar en base a la evaluación de éxito de cada uno de los peldaños empezar a contemplar la posibilidad de algún día poder tener un alcalde electo bajo los impecables cálculos de un algoritmo bien diseñado y en constante proceso de perfeccionamiento.

Para algunos debe sonar terrible, algo así como ceder nuestro libre albedrío y someternos por completo a la máquina ante el altar de la tecnología, técnicamente ya lo hacemos, Google busca los resultados que considera más adecuados de acuerdo a lo que buscamos, Amazon sugiere que podemos comprar de acuerdo a los registros de nuestras búsquedas y gustos, Netflix pone a nuestra disposición películas y series determinadas de acuerdo a las características de los programas que solemos ver, y por si fuera poco, el nefasto Facebook nos sugiere paginas y amistades en base a nuestros movimientos dentro de la plataforma, de gran forma, hemos cedido parte del control a la “máquina”, y es precisamente ahí donde la “definición final” debiera correr a nuestra cuenta, porque al día de hoy lo hemos visto en eventos como el Brexit, el triunfo de Donald Trump en los EEUU o el triunfo de Andrés López en México, las elecciones o consultas han sido hackeadas precisamente por habernos quedado en el “umbral” de las tecnologías digitales, por no habernos atrevido aún a dar el “gran paso”, los algoritmos el día de hoy no están siendo utilizados realmente para darnos la mejor opción, están siendo usados para analizarnos solamente y llegar a la conclusión de que es lo que queremos (aún sin que nosotros mismos lo sepamos), no lo que realmente necesita -para cubrirse una necesidad real, Google debería sugerirme contenido para tal vez mejorar mi estado de salud o de ánimo, Amazon debería sugerirme libros para mi desarrollo personal y profesional, Netflix, documentales para entender mejor la dinámica del mundo, incluso para educarme mejor, y Facebook no sólo debería sugerirme “amistades” comunes a mis gustos y preferencias, sino incluso personas ajenas con el fin de mejorar mis habilidades sociales.

El problema hoy en día con los algoritmos es que están determinando no el tipo de gobernantes que realmente se necesitan, sino que exacerban los deseos idealistas de la sociedad, a través de las redes los algoritmos detectan nuestros miedos y nuestros deseos, es posible para entidades como la tristemente célebre Cambridge Analytica detectar esos patrones o esa “figura” idealizada y poder vender ese estudio a otros entes políticos para buscar a una persona que se ajuste a ese perfil, crear un candidato que sea percibido como capaz de cubrir ese perfil, tal vez un liberal de centro como Emmanuel Macron, una madre protectora como Angela Merkel, un despiadado empresario como Donald Trump, un nacionalista revolucionario mesiánico como Andrés López o un heredero de Pinochet como Jair Bolsonaro, personajes que se ajustan a una ideal de las masas, más no a lo que realmente se necesita para cubrir un papel como cabeza de una nación.

Mientras sigamos manteniéndonos al margen en ésta capacidad concedida a los algoritmos y a la inteligencia artificial, no seremos realmente capaces de controlar y habilitarla para que nos de un resultado verdaderamente efectivo y funcional, seguiremos cediendo el control a la IA para que habilite a otros para engañarnos, para utilizar nuestros ideales o deseos para vendernos un producto, o un candidato y por ello la necesidad de acelerar el procesos y no sentirnos los dueños del proceso, ya que esa sensación precisamente es lo que muchos quieren que sintamos, mantenernos con la guardia baja para que exploren nuestros deseos y explotarlos en nuestra contra.      


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